Ya tenemos encima las elecciones y al personal le va entrando la jirivilla, no vaya a ser. Proliferan las encuestas más o menos creíbles, se van cuadrando pactos electorales más o menos defendibles y reaparecen temas fogalera que durante el resto de la legislatura se guardan en la gaveta. Entre estos últimos está el debate sobre la residencia en Canarias, que se levanta de entre los muertos cada vez que a CC les conviene menear la talega para que unos recuerden a la hora de votar que efectivamente son un partido «nacionalista», y de paso otros no olviden allende los mares que son capaces de incomodar mucho.
Dice Paulino Rivero que hay que reflexionar sobre la capacidad de carga que tiene el archipiélago y sobre el modelo económico de las islas, que nos ha traído un aumento poblacional espectacular en un corto espacio de tiempo. Muy sensato y loable por su parte, si no fuera porque es la casta político-empresarial a la que él representa la responsable de ese modelo económico, la que lo fomenta y fomentará con el apoyo decidido del gobierno que él mismo preside. Rivero es parte del esfuerzo depredador del territorio y empobrecedor de los canarios en general, por mucho que ahora al calor de las elecciones se nos quiera aparecer como parte de la solución al problema. Su argumento de que hay que regular la residencia o el acceso al empleo en Canarias es profundamente tramposo: Rivero es el zorro guardando las gallinas.
Hasta aquí nada novedoso. Tampoco es noticia la reacción cosmopolita, abierta, neoprogre, bienpensante y por tanto igualmente tramposa de los adalides de la libertad y apertura al mundo, léase el eurodiputado Alejandro Cercas, cuyo argumentario en este caso no sé si sorprende más por lo cínico o por lo pueril. Nada como hacerse el loco y cerrar los ojos a la evidencia de que las condiciones diferentes de Canarias requieren soluciones diferentes de las del Tirol o Cáceres. Si no fuera así de triste, hasta resultaría cómico.
Lo que ya no es tan gracioso es que se manipule y se tergiverse la realidad, y aquí viene lo verdaderamente interesante: la UE sí reconoce varias excepciones a la libertad de circulación. Lo explica claramente Nordregio, el Centro nórdico para el desarrollo del territorio, en este documento, del cual paso a traducir algunos extractos:
«De conformidad con la libre circulación de capital en la UE, los estados miembros no pueden impedir a los extranjeros adquirir segundas residencias en las mismas condiciones que los ciudadanos nacionales. Sin embargo, varios países y regiones recibieron excepciones a esta norma general al adherirse a la UE. Dinamarca y Aland son dos ejemplos».
«[La legislación danesa] también prohibe a los ciudadanos extranjeros la adquisición de segundas residencias, con el objeto de garantizar así el acceso a casas de verano para los daneses«.
«En Aland [Finlandia] sólo podrán adquirir bienes inmuebles en la isla quienes ostenten el estatus de ciudadanía local. Se trata de un derecho que disfrutan únicamente los nacidos en Aland, los descendientes de un progenitor que sea ciudadano, o aquellas personas de nacionalidad finlandesa que hablen sueco y hayan vivido en Aland durante los últimos 5 años. El gobierno de Aland tiene la potestad de conceder permisos para construir o adquirir bienes inmuebles a extranjeros si estos planean residir permanentemente en la región. Los permisos no se conceden a segundas residencias. Esta reglamentación tiene por objeto mantener la propiedad de la tierra en manos de los naturales de Aland y preservar el carácter suedófono de la comunidad«.
Al igual que Canarias, Aland es un archipiélago que forma parte de un estado continental. Al igual que Canarias, forma parte de la UE, aunque limite la propiedad de la tierra a sus ciudadanos, lo que viene a ser un medio de controlar la residencia. También cuenta con un régimen fiscal diferenciado, que le permite un comercio libre de impuestos en varios ámbitos. Si nos vamos a la relación que mantiene con su estado, veremos que es zona desmilitarizada, acude con su bandera a competiciones deportivas u organizaciones internacionales como el Consejo nórdico, modela la postura de Finlandia ante la UE… Pero esa es ya otra historia.
Lo que queda claro es que tan burdo es el empeño de Rivero en la cuestión poblacional como los argumentos de la política cosmopolita, esos que invocan el carácter sacro de la legislación comunitaria para rechazar cualquier tipo de control del establecimiento, cuando conocen perfectamente las excepciones que contiene, como si esa información no estuviera a disposición de cualquiera que la quiera contrastar. Aquí la tiene referenciada todo el que la quiera leer. Ahora que lo pienso, ya sé de qué me suena esta liturgia: es la misma naturaleza sagrada que le dan a la Constitución española. ¡Qué casualidad!