La semana pasada tuve el placer de compartir una cena en el barrio de Vegueta con el ilustre tamaimo Agustín Bethencourt. Al salir del restaurante, mientras charlábamos dando un paseo tranquilamente por las calles de Las Palmas, nos topamos con el escaparate de la librería Archipiélago y, cómo no, nos paramos a mirar. Allí se le ofrecían al lector todo tipo de escritos, novelas, ensayos, se combinaban la actualidad con los clásicos, literatura adulta con literatura juvenil. Una delicia para cualquier amante de los libros, si no fuera por un detalle que ahora ya no me pasa desapercibido: en todo el escaparate no había ni una sola obra que tuviera que ver remotamente con la realidad canaria, ni un sólo autor isleño.
Caminando caminando llegamos a la calle del poeta Tomás Morales, donde nos atrajeron también los escaparates de El libro técnico y la Casa del lector. Resultado: en el primero, sólo Arquitectura gótica en Canarias; en el segundo, la nada más absoluta.
Un poquito más adelante nos llegamos a Canaima, una de las librerías con más solera de la capital grancanaria. Aquí sí vimos un par de libros de fotografías de las islas, el último número de la imprescindible Rincones del Atlántico, un libro de poemas de José María Millares y algún volumen más; ¡por fin! exclamamos, pero pronto se nos pasó la alegría: Canarias ocupa en la vitrina de Canaima sólo la mitad de una pequeña ventana, y está completamente ausente del principal y mayor escaparate de la librería.
Antes no me llamaba la atención esta clamorosa ausencia total de la realidad canaria en nuestras librerías, estaba acostumbrado a ver con normalidad este fenómeno anormal, inexplicable, extraño. Ahora ya no. Ahora me pregunto desconcertado dónde están las obras de los pensadores de las islas, dónde se venden las novelas de los escritores canarios, dónde puede uno encontrar pensamiento y conocimiento sobre la realidad canaria, cómo interpreta la gente su entorno si ni siquiera encuentran en las librerías obras que reflexionen sobre el ser desde Canarias, cómo es posible que una joya como Entender Canarias la haya tenido que editar una tienda de vinos. Y sobretodo ¿por qué?