Hace ya un tiempo me topé en El País con este interesantísimo artículo de Rafael Gumucio, titulado “Latinoamérica: la desconfianza como sistema”. El autor sostiene, entre muchas otras cosas, que aun hoy día impera en los países latinoamericanos una enraizada desconfianza hacia la democracia, no sólo entre el pueblo llano, sino sobretodo entre las élites, y que esa viene a ser la principal causa de la pobreza y la desigualdad, y no al revés.
Desde un primer momento me sentí tentado de hacer una lectura en clave canaria del artículo, salvando las patentes distancias, y a la luz de acontecimientos y reflexiones recientes y no tan recientes referidas al archipiélago. Y es que las similitudes se me antojan sorprendentes:
Dice Gumucio: “¿Puede haber democracia burguesa y Estado de derecho en países donde sólo unas cuantas familias ganan cien veces más que la gran mayoría de la población?”.
Quizá pueda parecer en principio exagerado trasladar esta pregunta a Canarias, pero lean este estupendo análisis de Ricardo en Aburrimiento 2.0: según el informe anual (2009) del Consejo económico y social de Canarias, “ha aumentado la presencia relativa tanto de los hogares con menores ingresos como la de los hogares situados en los tramos de ingresos más altos. Por el contrario, el peso de los hogares con niveles medios de ingresos ha retrocedido (gráfica de la pág. 272 del Informe). Es decir, la sociedad canaria ha experimentado un proceso de polarización que ha ido eliminando de la sociedad las rentas medias, todo ello a pesar de la bonanza económica”. “[…]no es de extrañar que la pobreza media relativa en Canarias alcance la preocupante cifra del 21% de hogares en 2006 (justo antes de la crisis) Porcentaje que aumenta al 26,8% si lo expresamos en porcentaje de población. Tampoco extraña que el 56,1% de los hogares canarios declaren que no tienen capacidad para afrontar gastos improvistos o que el 49,2% no puedan permitirse una semana de vacaciones fuera de sus casas”.
Sigue Gumucio: “¿No ha sido nuestra pobreza por demasiados siglos un enorme justificativo para mantenernos como niños que esperan un padre o un tutor que nos enseñe cómo votar?”. “Durante demasiados años nuestra explotación (real pero no por ello fatal), nuestro atraso secular, nuestra soledad, han justificado una desconfianza hacia las elecciones y las reformas”.
Aparecen las sociedades latinoamericanas como niño inmaduro al que hay que tutelar, y en este blog ya hemos hecho referencia al infantilismo de la sociedad canaria, en artículos como este o este otro. Habla el autor de explotación (en Canarias la hubo), soledad (¿no es el guineo de la ultraperificidad un eufemismo para decir que estamos aquí lejos, solitos y desvalidos?), atraso secular. Volvamos al análisis de Ricardo: según Subirats i Humet, “En el terreno formativo, Canarias ofrece un panorama poco alentador (…). El analfabetismo es un fenómeno significativamente importante (…). Además, el porcentaje de población con niveles educativos bajos es uno de los más elevados del Estado (…), siendo considerable el porcentaje de población que no se graduó en Educación Obligatoria ni cursó enseñanzas compensatorias”. El estudio data de 2005. Sigue Ricardo: “cabe recordar que Canarias destaca a nivel nacional por presentar la mayor tasa de desempleo (25,99 %), uno de los menores salarios medios, menos de 18.000 € brutos/año y una alta incidencia del subempleo, que junto con la inseguridad laboral y la alta tasa de temporalidad (37,8 en 2008 según el CES) terminan de dibujar un sombrío panorama laboral y social”.
A ello añado una cita de Ángel Sánchez sobre el campesinado canario: “[…] La tradición oral como reducto de autonomía mental, frente a la información escrita, podría basarse en gran parte en una desconfianza generalizada ante lo impreso. […] Desconfianza que […] es más bien una dependencia de comportamiento defensivo ante las trapisondas que esconden los articulados de los documentos, con los cuales más de una vez la burocracia ha engañado al labrador ignorante. […] En su conservadurismo tribal, fácil en el aislamiento de los pagos canarios, transmite la desconfianza como marca de identidad a sus sucesores”.
La cita es de principios de los 80, pero visto el estudio de 2005 citado más arriba, todavía retiene vigencia. Infantilismo, soledad y atraso, presentes en la sociedad canaria de hoy. La desconfianza como marca de identidad sigue de plena actualidad: nadie afirma confiar en la justicia, en la política, en los representantes de lo público. En las elecciones o reformas.
Continúa Gumucio: “La democracia liberal mal puede convencernos cuando los padres mismos de nuestro liberalismo eran aristócratas que miraban con resquemor que su voto valiera lo mismo que el de un asaltante o un mendigo”. “La democracia burguesa sigue siendo entre nosotros una novedad foránea contra la que las élites se rebelan aún más que sus pueblos”.
De nuevo la similitud con Canarias: la desconfianza en la democracia es aún más profunda entre las élites. Pruebas frescas de que ven la democracia como un engorro que hay que tolerar, sobran, desde la reciente salida del plato del concejal Hilario Rodríguez y las actitudes despreciativas hacia ciudadanos que se manifiestan contra el PGOU de Santa Cruz de Tenerife, pasando por las presiones a periodistas desafectos (el caso de Ramón Pérez Almodóvar es paradigmático), las famosas conversaciones telefónicas de miembros del gobierno y empresarios, el rechazo siquiera a debatir en el parlamento iniciativas legislativas populares respaldadas por 45.000 y 60.000 firmas, hasta las maniobras torticeras para ajustar las leyes a la construcción de megaproyectos rechazados una y otra vez.
También dice Gumucio que “nuestras economías siguen siendo coloniales, se revistan de neoliberalismo o socialismo del siglo XXI, porque todos los sistemas económicos fallan donde no se cree en la ley”, y vuelvo a encontrar parecidos con Canarias, donde queda claro que no se cree en la ley. Aparte de que nos hemos quedado con una economía que no sólo abandona su producción, sino que todo lo importa, basada en la mera explotación del territorio.
Me imagino que a estas alturas ya ven por dónde van los tiros. La clase media retrocede, la sociedad se empobrece, crece la brecha entre pobres y ricos, persisten el atraso, la infantilización y la escasa formación, los ciudadanos no nos fiamos de nuestro sistema democrático, nuestros dirigentes creen estar por encima del mismo y nuestra economía prefiere no desarrollarse. Se parece mucho a la Latinoamérica que describe Gumucio ¿no?
En Canarias queda mucho trabajo por hacer, y aunque parezca lo contrario, soy optimista. Pero para empezar a trabajar, primero hay que tener una visión clara de cuáles son los retos y el punto de partida. Constantemente se nos dice que somos un territorio y un pueblo netamente europeos. No seré yo quien niegue los lazos fuertes de Canarias con Europa, pero cuando Canarias se mira al espejo, lo que ve no se parece a Europa. De hecho recuerda mucho más a otras latitudes. Lo sano es empezar a reconocerlo.