
Ya es un clásico del humor canario. Mete un nombre guanche o mejor, varios. Incluye exabruptos con canarismos. Adereza con ridiculizaciones a palabras canarias. Condimenta con elementos rurales, mejor si es en relación a algún elemento guanche. La mezcla será perfecta y el público reirá. Las mujeres serán ingenuas y dirán chacha o chona continuamente. Los hombres gritarán, tendrán poco aprecio por el trabajo y se rascarán mucho la barriga o más abajo. La receta es perfecta. Es un humor con patente de éxito.
Como vanguardia, en los últimos tiempos algunos visionarios han incluido un nuevo elemento: el intolerante, alguno dirá que yihadista. Los cuentos incluirán batallas de presuntos canarios que vencerán en historias pírricas. Mirará porque nadie diga vosotros o use la tercera persona del plural. Los vosotristas serán las víctimas, una pobre Chaxirahi que lleva años viviendo en Asturias, un pobre guanchito cuya vecina es de Burgos y se le pega su acento… La figura está rompiendo en el humor canario moderno, que avanza implacable hacia su versión 3.0.
Partamos de la base que hay que reírse de todo, pero no seamos ingenuos: ni siquiera el humor es inocente. Tiene prejuicios, principios políticos, odios, filias y fobias. Nadie muerde la mano del que le da de comer y, si además se juntan sus preferencias o su ausencia de reparos, el resultado es el humor que hacen según qué personajes. Lo digo bien clarito por si alguno no lo ha entendido: el humor canario, ridículo y ridiculizable es un humor ideológico, consciente, nada inocente.
Si quieren comparar cómo se ríen de sí mismos unos pueblos u otros, fíjense en dos ejemplos: Polonia, de la televisión pública catalana y Vaya Semanita de la pública vasca. Porque un humorista puede hacer lo que le da la gana en sus redes sociales, pero, ¿hasta qué punto debemos permitir que lo haga en la televisión pública canaria?
Me explico. Los mensajes extraídos de algunos ejemplos dan la clave (no es un juego de palabras) de que se trasladan dos mensajes: por un lado, que las personas que defienden el habla canaria son unos radicales incultos, «provincianos» y sin mundo. En ese campo pueden incluirse los miembros de la Academia Canaria de la Lengua como Humberto Hernández, doctoras de Universidad como Marina Díaz Peralta u otras personas que defendemos el habla canaria desde la comunicación o la docencia. Por otro, que las palabras canarias son risibles, que chuchanga, tonique o baifo generan risa mientras ropero, silla o mesa son normales y serias.
Dos mensajes, querida lectora, querido lector, nocivos para nuestra sociedad. Hemos tratado ampliamente en distintos espacios cómo la autoestima de un pueblo como el nuestro es baja por cuestiones históricas e infundadas. Repito la pregunta de antes, ¿debe nuestra radio televisión pública dar cabida a estos contenidos? ¿nació el medio público como elemento para afianzar la identidad de nuestro pueblo o para ridiculizarlo? No digo que el humor no se pueda reír de nosotros mismos, es más, es deseable, lo han demostrado durante años humoristas como Manolo Vieira. Lo que no puede ser es que nos ridiculice. Lo siento, querido productor, yo no me río con ese humor, para empezar porque ni siquiera hace gracia. Pasolacabra.