Nos dimos cuenta de que nuestra pesadilla en Canarias, está siendo el sueño egoísta del neocolono europeo que ansía vivir en un “paraíso” que lo es sólo para unos pocos. Este es un archipiélago penetrado violentamente por extranjeros que colonizan desde antaño estas islas. Como en cada proceso de colonización, la pauta aquí es el saqueo de nuestros recursos, nuestros cuerpos y nuestro tiempo.
Todavía quedaba hormigueo en el estómago desde el I Campamento Feminista Decolonial Canario que nos arropó en Tenerife en el 2018. Habían pasado cinco años desde aquel entonces y aún me trepaba el deseo de volver a encontrarme con ellas. Algunas de las conclusiones del primer encuentro fueron construir un feminismo autocentrado canario y escuchar las voces de las islas no capitalinas. Y cinco años después volvió a suceder, nos volvimos a encontrar en el II Campa. Tuvo lugar el 4, 5 y 6 de noviembre en un paisaje sagrado de la isla de La Palma, en el Riachuelo.
Nuevamente las inscripciones se desbordaron con más del triple de la capacidad del espacio. Alrededor de 300 solicitudes llegaron al correo en menos de 2 días. Finalmente, unas ochenta mujeres e identidades disidentes de todas las edades nos encontramos en La Palma, con un nudo en el estómago que amasaba ingredientes de ilusión, rabia, dolor y magua. Todas partimos de una pena compartida: nuestra tierra y nuestros cuerpos están cada vez más rotos y maltratados.
En los espacios comunes de debate y reflexión se habló de la violencia cotidiana con el fraude de la vivienda, del destrozo del territorio vendido al Turismo, la desigualdad social que está generando la llegada masiva de nómadas digitales, la incomodidad compartida de vernos excluidas de nuestros espacios naturales por la presencia generalizada de turistas (no hay charco pa’ tanto guiri), la inflación de precios para comer, el racismo ante el que se encuentran las compañeras migrantes al llegar a las islas y de la necesidad de la auto-revisión para cuestionar nuestro propio racismo aprendido.
Como en la edición anterior, apareció el vacío y desasosiego de una herida colonial que sangra la ausencia de un relato veraz, hecho con esta tierra y amasado con las manos de nuestras ancestras. El anhelo de algo que no tiene nombre. La identidad quebrada. Nos dolió la falta de historias que den luz a todo lo que quedó enterrado bajo la violencia de la Conquista. Nos quemó la lengua cortada de un pueblo que amaba, conocía y entendía el mundo desde una visión propia, donde quizás la intuición era guía y el sol, nuestro dios.
Nos entristeció ver que las mujeres que aparecen en las historias que nos cuentan tienen otros rostros y otros acentos, que no hay océano rodeando sus cuerpos, ni tabaiba que endulce sus tardes. Que nuestras referencias no existen, que nos violaron y nos borraron. Nos dejaron huérfanas de nuestra propia historia. Y juntas conjuramos seguir a nuestra intuición buscando con anhelo la crónica propia, el relato isleño de las mujeres y habitantes que moraban nuestras casas, las pieles que cubrían los días de estas islas. Y juntas, juramos desaprender y deconstruir todo aquello que nos hace a su vez, verdugas de las historias de otras.
Nos dimos cuenta de que nuestra pesadilla en Canarias, está siendo el sueño egoísta del neocolono europeo que ansía vivir en un “paraíso” que lo es sólo para unos pocos. Este es un archipiélago penetrado violentamente por extranjeros que colonizan desde antaño estas islas. Como en cada proceso de colonización, la pauta aquí es el saqueo de nuestros recursos, nuestros cuerpos y nuestro tiempo. La vulneración de este territorio limitado que no sostiene el peso de tanto sueño ambicioso, la profanación de nuestra lengua cortada a destajo desde hace más de quinientos años, el desgaste de nuestros pies cansados de andar buscando donde vivir en nuestra propia tierra… El hastío colectivo ardió en nuestras manos y nos vimos hijas de un trauma que aún duele y exige restaurar el dolor. Como la luna de aquella noche, fuimos menguando la furia de estas maguadas isleñas, las que aguardamos en la barriga el hambre de siglos y la pena encogida.
El Riachuelo se consagró casi como un espacio sagrado bajo la atención y el cuidado del colectivo de mujeres y otras identidades disidentes palmeras que hicieron magia para cuidar cada detalle. El programa de actividades de esta segunda edición aunó tradición, conocimiento, historia, reflexión, debate, música, danza, goce y juego en un mismo panel.
Fue un encuentro que invitaba al disfrute y al autoconocimiento colectivo. Hablamos, bailamos, nos escuchamos y jugamos, como jugaron las brujas. Nos adentramos en el juego como rito para transgredir la normatividad y como fuente de conocimiento y placer. Porque el placer y los encuentros de mujeres han sido y son negados por el patriarcado colonial desde el inicio de la historia. Por eso, en el imaginario social las brujas fueron representadas riendo a carcajadas, porque la risa fue un elemento prohibido para nosotras. Nos negaron el derecho al goce y al juego, el derecho a amarnos entre nosotras, a autocuidarnos. Nos dieron muñecas para aprender a cuidar a los hombres y nos llamaron machonas cuando quisimos estudiar, ocupar los espacios públicos, reír, transgredir el género o amarnos entre nosotras. Y nos quemaron en las hogueras dejando en nuestras entrañas las cenizas de las semillas rebeldes de esto que somos hoy día. Nietas de santiguadoras, histéricas, machonas, putas, locas, gozonas, bolleras, trans… Y por ellas, por nosotras, brindamos y renacimos ese fin de semana, hasta desgastarnos las arrugas.
Las organizadoras palmeras eligieron el juego, la participación y el diálogo como método de aprendizaje. Una metodología que acoge la autogestión y niega la autoridad del conocimiento academicista, abraza las diversas capacidades que nos son negadas y atiende otras formas de aprender más allá de la racionalidad que vino con sus luces a apagar nuestra espiritualidad, la intuición, el impulso lúdico del ser humano y nuestra conexión con el cuerpo. Apagaron con su violencia patriarcal una cosmovisión que era nuestra, de la población indígena, de las maguadas y de la población canaria.
«Contabanel año por doçemeses íelmes por lunas íeldía por soles ílasemanade síetesoles;
llamabanelaño Achano: Acababan suaño aelfin deelquarto mes; estoes su año Comensaban
por elEquinocio dela primauera, íael quarto mes queera quando habían acauado
Lasementera que erapor / fines deIunío hacían grandes fíestas por nuebedías contínuos» 1
«Pero guardauan por coſtumbre antigua por dias feſtiuales de cada año delmes de Abril, los
nueue poſtrimeros, porque les dieſſe Dios coſecha proſpera, de frutos, y ganados, y aunque
vuieſſe guerras entre ellos, auia entõces treguas, con paz tranquila, en tanto que durauan las
fieſtas, regozijos, y plazeres» 2
Nuestro pasado y presente colonial fue faro y guía de esta segunda edición del Campamento Feminista Decolonial Canario. Allí lloramos las penas, las dudas, las heridas propias, las ajenas y las comunes. Nos vimos siervas y yugo de un mismo territorio. Nos nacieron las preguntas, el miedo y las dudas que hacían vereda hacia la sanación de esta herida compartida. Bailamos juntas y abrazadas a las entrañas de esta bestia indomable que nos habita, tan llenas de vida que burlamos al tiempo y la rutina para hacer del pinar un bailadero de harimaguadas que sueñan una Canarias mejor. A menudo nos preguntan por la siguiente edición, pero lo más importante es reconocernos ya aquí, enredadas en el fuego de las cocinas de la cotidianeidad y de lo que sucede en nuestros entornos, acechando que estas sean al fin islas libres de toda opresión.
Referencias:
1 [Cedeño (ca. 1490) 1934: 17r-17v]. Cedeño, Antonio. 1644-50 (1575-1589 < ca. 1490). Conquista de la isla de Gran Canaria vna de las 7. [Copia anónima. Ms. en paradero desconocido].
2 [Viana 1604, III: 42v]. Viana, Antonio de. 1604. Antigvedades Delas Íslas Áfortunadas Dela Gran Canaria, Conquista De tenerife, Yaparescimiento Dela Ymagen De Cãdelaria. En verso svelto yoctava rima. Por el Bachiller Antonio De Viana Natural De la Isla de Tenerife. Seuilla: Bartolomè Gomes.