Publicado originalmente el 2 de octubre de 2014
Imaginen por un momento: llega un grupo de activistas de cualquier lucha social a Canarias para visibilizar e internacionalizar su conflicto. No importa qué causa sea, allí acuden decenas de activistas canarios a apoyarlos y a darles cobijo. Levantan el puño y se sacan fotos con los protagonistas. La prensa acude rauda para conseguir los mejores planos, las radios los convencen para que un portavoz intervenga en directo en el magacín matutino. Cuando Aminatou Haidar llegó a Lanzarote y decidió comenzar una huelga de hambre en el mismo Aeropuerto, fue noticia durante una semana. Lógico, estaba luchando por una causa justa y se ganó la simpatía del pueblo canario. Denunciaba calamidades y atropellos por parte del gobierno marroquí en su país, el Sáhara. A nadie le importó que fuera independentista, que reivindicara un estatus soberano para su país, que portara la bandera saharaui. Ahora hagan un ejercicio de traslado de la situación: ¿la imposición de las prospecciones petrolíferas es un atropello de Repsol y del gobierno español? No dejan hacer una consulta popular sobre los famosos sondeos, a pesar de que han salido miles de personas a la calle en varias manifestaciones. Otra cuestión: ¿le importa a usted que los que reivindiquen una causa justa sean independentistas? ¿Usted tolera o no tolera?
Todo esto viene a colación de la protesta de tres militantes de Alternativa Nacionalista Canaria en las Islas Salvajes contra las prospecciones petrolíferas en Canarias. Tres personas con familia, hijos y todo ese entramado de relaciones que solemos tener los seres humanos, se embarcaron en una aventura que no sabía a dónde les iba a llevar. Querían protestar contra las prospecciones en Canarias en un pequeño archipiélago a solo 165 kilómetros de Tenerife, con soberanía portuguesa y que también se podría ver afectado por la actividad extractora de petróleo. Su objetivo era internacionalizar el conflicto e instar al gobierno portugués a que se pronunciara. Igual que Aminatou, que quiso denunciar la inacción de la comunidad internacional ante el conflicto saharaui e implicar al gobierno español, antigua metrópoli. Eso sí, nadie preguntó a Aminatou si tenía un proyecto de viabilidad económica para su país, nadie cuestionó la protesta porque Aminatou pidiera soberanía, ni más ni menos.
Varios medios portugueses, españoles y canarios se hicieron eco de la acción de Santi, Carlos y Carmen, que así se llaman los tres activistas. Lo más llamativo no fue que hubiera gente a favor o en contra de la protesta, sino el debate que seguía en los comentarios siguientes, discusiones en las que muchas personas se ocultan tras seudónimos o simples anónimos para acabar insultando o usando tópicos, como denunciaba en esta misma web el colaborador Antonio Cerpa. Siempre que los independentistas se mueven en Canarias, se ponen sobre la mesa todos los tópicos sobre la soberanía del Archipiélago. «¿De qué vamos a vivir?», «Marruecos nos invade», «La bandera canaria es una bandera terrorista», que si Antonio Cubillo para arriba, que si ésto por otro lado… La acción y el derecho de reivindicar se dejan de lado para dejar salir todo el argumentario rancio e intolerante de atacar a los independentistas solo por el hecho de serlo. Que protesten los ecologistas, los socialistas, la izquierda plural, los que sean, pero solo habrá una debate sobre la independencia que deje en segundo plano la protesta, si los que la hacen se declaran abiertamente independentistas.
Es un sino, es un mal como sociedad no aceptar las opiniones de los demás, por lo menos si esa opinión no va en contra de otros. Pero además es que en Canarias se puede ser de todo menos independentista. No importa que no hubieras nacido cuando Rafael Valdenebros murió intentando desactivar una bomba del MPAIAC, en plena lucha de propaganda armada: ese muerto pesará sobre ti y te lo recordarán. No importa que tú no hayas conocido a Cubillo o que no compartas sus postulados, da igual que no leyeras El Día y los editoriales cargados de fascismo e insularismo de su difunto director José Rodríguez, a los que atacan no les interesa que tú consideres a un español como cualquier otro ser humano del mundo, porque te acusarán de querer echar a los españoles solo por querer la independencia. No sé si es miedo a que el pueblo canario tome como ejemplo esos postulados o es simple intolerancia, pero es una realidad palpable. Si no haga una prueba y converse sobre este tema en cinco conversaciones distintas y con personas diferentes. Alguna saldrá por ahí.
Cuando varias personas se ponen detrás del ordenador a deslegitimar la idea de independencia, porque tres activistas de una organización independentista han protestado en Salvajes contra las prospecciones petrolíferas, es solo un síntoma más de una enfermedad que padece el pueblo canario y que se basa en rechazar todo lo que sea nacido o surgido desde aquí y sobre todo que rompa el cordón umbilical que ellos creen que les une a la realidad. No es sino un priming más de los que infunde la comunicación de masas. El concepto de priming se refiere a la memoria implícita, a hacer juicios establecidos ante situaciones futuras, en base al conocimiento anterior de un tema. Uno de los juicios anticipados más difundidos en Canarias es rechazar la idea de independencia, ignorarla, ridiculizarla y por último atacarla. Si eres nacionalista, no puedes llegar más allá de Coalición Canaria, máximo chovinismo aceptado.
Por un momento párense a pensar: si alguien ataca con vehemencia, algo teme y más si el atacado lucha por una causa justa. Más estúpido aún es si estando de acuerdo con la acción, la ataca porque la hacen los independentistas. Los activistas basaron su protesta en una posición contraria a las prospecciones y en alertar que si Canarias tuviera soberanía sobre las aguas, en concreto sobre las 200 millas náuticas que le corresponderían como Estado, sería el pueblo canario el que decidiría si se extrae o no el petróleo. Se acabarían discusiones con Soria, se terminaría la pataleta de la Constitución, hablaría el pueblo canario. La mentira no está por ningún lado, la evidencia es esa, guste o no, sea independentista o no, usemos el camino que usemos. Si quiere ver el problema de soberanía más claro, no use los tópicos, use el ojo de vidrio del padre de Luisito el peninsular, el del cuento de Pepe Monagas. Pero este ojo de vidrio, que permita ver de verdad…