
La configuración postelectoral de las instituciones canarias deja como resultado un panorama político sustancialmente distinto al que estamos acostumbrados. La salida de Coalición Canaria de los ejecutivos de la mayoría de los Cabildos Insulares, y del Gobierno Autonómico después de más de 25 años refleja la apertura de un nuevo ciclo político. Por primera vez en la historia de nuestra autonomía existirá un Gobierno de Canarias, el derivado del famoso “Pacto de las Flores”, que tendrá una presencia nacionalista sin Coalición Canaria. La imposibilidad de CC de vehicular desde el poder la tendencia nacionalista que reside en una parte del pueblo canario abre un escenario aún por calibrar pero es, sobre todo, una buena oportunidad para el nacionalismo (más allá de Coalición).
Esta oportunidad, no obstante, desaprovechada, no solo marcaría una frustración de importante impacto histórico, sino también puede llevar a la marginalidad al nacionalismo canario ante el peligro siempre latente de la pretendida homogeneización estatalista de las marcas políticas mayoritarias en el Estado.
Por lo tanto, analicemos algunas de las cuestiones de las que depende que este nuevo ciclo sea positivo para el nacionalismo canario.
1.- Renovar la Administración. El Pacto de las Flores es, en cierto modo, un gobierno de compromiso histórico. La heterogeneidad de los conformantes del nuevo Gobierno de Canarias evidencia que solo puede ser posible en un estado de excepcionalidad como el actual, en la que la necesidad del desalojo de CC son los primeros dientes de esta cremallera. Por lo tanto, para empezar, existe una necesidad imperante de higienizar las instituciones, cualificar la presencia de la Administración y renovar las formas, reduciendo a la mínima expresión posible aquellos espacios que, fruto del tiempo, o de la mala utilización del poder, Coalición Canaria pervirtió hasta convertirlos en una extensión de su sede. Este pacto tiene que servir para fortalecer los contrapesos de la Administración, para desarrollar la Autonomía en aquellas materias relacionadas con su propio régimen interno, y construir, aunque no será fácil, una Administración post-coalición, con todo lo que eso conlleva.
Es necesario ser conscientes que los primeros momentos del gobierno serán manejar la casa ajena, una casa que se viene conformando siendo a la imagen y semejanza de su anterior propietario desde 1993. Si el nacionalismo canario más allá de Coalición quiere ser fuerza hegemónica en este Archipiélago debe centrar sus primeros esfuerzos, y arrastrar con él a sus socios, en soliviantar los cotos de poder, los procedimientos viciados, la sobredimensión interesada, la opacidad en determinadas estructuras paralelas, y la laminación del criterio funcionarial que CC ha llevado a cabo en Canarias y en los Cabildos de forma sistemática. No puede ser de otra forma porque no se puede gobernar por mucho tiempo la casa ajena.
Probablemente para este primer objetivo sea más fundamental si cabe que el pacto dure al menos una legislatura.
2.- Generar sello propio. Debemos partir de la base de que el nacionalismo practicado por Coalición Canaria, ha sido mayoritariamente endeble, y carente de proyecto. Haciendo trazo grueso, y con el objetivo de contextualizar el escenario actual, contrariamente a lo que cabría esperar de más de dos décadas de gobierno nacionalista, la tasa de sentimiento nacionalista está en descenso, los contenidos canarios en las aulas se han reducido o la variable dialectal hablada en las islas está en riesgo de desaparición. Si acaso se ha empleado con cierta contundencia Coalición a la hora de defender, elementos como la ultraperificidad del Archipiélago, o el Régimen Económico y Fiscal del mismo.
Desde luego, el nacionalismo practicado por Coalición ha estado mayoritariamente hueco, centrado en la última parte de su existencia en el poder en distanciarse de otras tendencias nacionalistas del Estado y exhibir sin rubor su fidelidad al status quo territorial existente. Atrás queda el legado de una ya inexistente carga ideológica procedente de ICAN y otros sectores, ahora triturados por la propia pérdida de la centralidad de CC, y la incorporación de nuevos actores al entramado de Coalición atraídos únicamente por la gestión del poder.
Con la ruptura del eje que hacía todo pivotara en torno a CC en Canarias, el nacionalismo canario, especialmente Nueva Canarias, tiene de cara el monopolio gubernativo del significante del canarismo político, que debe traducirlo en medidas concretas con evidente impronta nacionalista. Para vehicular el nacionalismo canario, se hace indispensable la construcción de un sello con especial incidencia en las áreas relacionadas “nación cultural”, pero también debe ser audaz a la hora de imponerlo más allá de esas áreas, llevando a los socios a posiciones de contradicción.
3.- La insularidad. Si en algo Coalición Canaria basó buena parte de su poder es en la relación con las insularidades. Cuando su tendencia en votos comenzó a reducirse, el entramado de poder generado a través de la consolidación de alianzas insulares le permitió mantenerse en el Gobierno, aún a costa de vaciar en ocasiones de contenido a la propia Autonomía. El nacionalismo que quiera disputar este espacio ni puede ni debe abandonar la idea de que la canariedad política es también insularidad política, y que en el proceso de construcción de frentes políticos, y el ejercicio de la toma de decisiones públicas los Cabildos son, sin lugar a dudas, el mejor aliado. El nacionalismo canario debe orillar ideas totalizantes sobre el Archipiélago, andar con pies de plomo en la modificación de la Ley Electoral, y sobre todo establecer una red de cooperación con las instituciones políticas y sociales insulares. En la relación con las islas es donde debe operar la mayor transversalidad.
4.- Modificar “el sentido común”. El nacionalismo canario además, debe tener mirada larga, para ir sembrando al compás de avance. La más interesante de las oportunidades es la que se abre ante la posibilidad de modificar el “sentido común”, es decir, en el marco hegemónico de pensamiento que 26 años de Coalición han configurado. Esta tierra ha sufrido en las últimas décadas una transformación de grandes dimensiones, donde el acompañamiento institucional ha sido o inexistente o realizado con la alargada sombra de CC. Determinadas cosas se dan por sentadas, forman parte del imaginario colectivo y parecen destinadas a ser perennes en nuestra sociedad, juntas componen lo que se conoce como “sentido común”, el estado natural de las cosas. El nacionalismo canario debe abrir la batalla de influir y modificar el “sentido común” de la población canaria. La autodefinición colectiva, conceptos como la renombrada lejanía, la relación con el entorno geográfico, la presencia social en la toma de decisiones, los objetivos y los lazos como comunidad, las propias relaciones interinsulares, el orden de prioridades del canario para el desarrollo de una vida digna, etc…
Declaraciones, por poner dos ejemplos recientes, como las de Carlos Alonso, hablando de escoramiento hacia una isla del nuevo gobierno autonómico, o la del presidente de la patronal majorera que advierte que solo estará “a favor de la ecotasa si revierte en el turista”, reflejan un discurso del poder nada casual, al que la sociedad canaria es permeable, y que induce desde hace mucho a la conformación de un sustrato de autoestima colectiva fragmentada y debilitada. El nacionalismo canario para permanecer en el gobierno y trascender más allá de esta permanencia, debe utilizar las instituciones para modificar ese sentido común impuesto que actúa de marco conceptual solo favorable a una minoría, y sus intereses.