Hace unos setenta y cinco años, tras la victoria del golpe de estado fascista y nacional-católico franquista y la represión subsiguiente, la dictadura del genocida Franco necesitaba reafirmarse ante los pueblos del Estado español, no ya sólo de la manera habitual y coercitiva que ya conocemos, sino de una manera consensual. Ese convencimiento a través del consenso, que ya el intelectual vasco-español Miguel de Unamuno dijo que les sería imposible conseguir a través de su famosa intervención en el Paraninfo de la Universidad de Salamanca en octubre del 36: “Vencerán pero no convencerán. Vencerán porque tienen tanta fuerza bruta, pero no convencerán porque para convencer necesitan persuadir. Y para persuadir necesitan algo que les falta en esta lucha: razón y derecho…”. Les fue muy difícil conseguirlo, destruidos ya todos los puentes por la fuerte represión del bando nacional-fascista tanto en la guerra como en la posguerra española.
Sin embargo, una de esas formas de reivindicarse y comprar las voluntades de los pueblos fue a través de la construcción de miles de viviendas sociales, esas casas baratas que hoy conocemos, y que en el caso de los canarios sacaba a muchos de infraviviendas, tales como chabolas y cuevas en muchos casos inhabitables, que se instalaban de forma habitual en los márgenes de las ciudades y pueblos de nuestras Islas. Esta fue una de las obras que los franquistas hoy reivindican con mayores golpes de pecho, la política de vivienda pública, política que no era ni del fascismo y mucho menos del caciquismo imperante en la época –que tuvo casi 500 años para implantarla, pero eso para ellos eran privilegios…-, fue utilizada como decíamos como compra de voluntades, ya que el derecho a la vivienda, como muchos otros, eran banderas de ideologías que velaban más por los derechos de los condenados de la tierra, como son el socialismo, la socialdemocracia, o el anarquismo.
Esta política de vivienda pública, que se prolongó durante muchas décadas, propició la creación de grandes empresas constructoras que obtenían pingües beneficios con el dinero público que recibían, ya que además de recibir el coste de la obra, eran encima los propietarios de estos suelos –muchos de ellos de familias herederas de las datas de suelos tras la conquista- que vendían a precios inflados, sacando unas plusvalías increíbles.
Todo esto es la base del sistema económico depredador que tenemos en Canarias, donde el turismo, aunque con un papel importante en la economía, no es el único motor de la misma, sino que en este nuevo monocultivo de cemento y bloques, la construcción se erige como fundamental, siendo las inmobiliarias y las constructoras las empresas más importantes para el cacicato. Lo que se hizo aquí con el sector turístico fue venderle el suelo a inversores extranjeros, que pagaban el suelo y la construcción al cacicato y a empresas afines al mismo, quedándose estos inversores la gestión del sector turístico que es lo que realmente produce los beneficios, y no precisamente poner el territorio y su mano de obra –explotadísima- al servicio de los neocolonialistas. El propio Conde de la Vega Grande, cacique de San Bartolomé de Tirajana, decía en unas declaraciones, sin caérsele la cara de vergüenza, que habían actuado como una ONG ante los inversores europeos, reconociendo implícitamente su incapacidad manifiesta en la gestión de cualquier negocio si no es con el control –injusto- del territorio, por tanto económico, y finalmente político. A este tipo de oligarcas/plutócratas –lumpenburguesía- no se le puede pedir innovación, puesto que eso no está a su alcance, lo único que pueden hacer para ganar dinero es rebajar las condiciones laborales de los trabajadores y trabajadoras y explotarnos lo más que puedan. No en vano, diez años después del inicio de la “crisis” seguimos con porcentajes de desempleo alrededor del 20% y con un paro juvenil que ronda el 50%, datos propios del tercermundismo, por mucho que nos intenten adoctrinar en un europeísmo que ni los propios caciques se creen, ya que son unos acomplejados con la propia Europa.
Para muestra un botón: hace poco la ULPGC, con Lopesan de por medio a través del Proyecto Demola, puso a disposición de esta empresa alumnos para que pensasen nuevas ideas para un proyecto ‘sostenible’ en Veneguera -¿les suena?-, sin contrato ni nada. Think in innovation1, llamábanle con rintintín al proyecto, la mayor empresa de Canarias pensando en innovación, eso sí, pero con trabajo intelectual gratis y esclavo, que eso de pagar por los años de formación no va con ellos, eso es más de los alemanes. ¿Pero nuestros caciques? Muy, muy, muy europeos y sobre todo mucho españoles.
Esto, mientras las libertades en la construcción donde se quisiese, destruyendo el territorio por donde pasaban y haciendo auténticas locuras, o la llegada de inversiones extranjeras continuase, no hubo problema. Pero en cuanto empezó a surgir una conciencia ecologista y ambientalista entre la población, fue más difícil para ellos, puesto que se consiguió cierto poder político que propició leyes de protección territorial más restrictivas a estas ocurrencias cíclicas del sector caciquil. Hoy precisamente, tenemos campañas mediáticas en contra de los grupos ecologistas –como a los componentes de la Plataforma contra el Macromuelle de Agaete- de manera sistémica por parte de los medios de comunicación –en los que el grupo de poder dominante, constructores y hoteleros principalmente, tienen controlados a estos medios al invertir en publicidad- para que la población, ante las reivindicaciones ecologistas, sientan cierta apatía, con argumentos tan pueriles como el ‘nonismo’, “los del no a todo”. Debemos aclararles, señores caciques, que no es “un no a todo” es un NO a continuar subdesarrollándonos secularmente mientras ustedes brindan con champagne.
Las contradicciones que está encontrando el pueblo canario ante el triunfalismo caciquil, con las noticias y el autobombo anual del rebasamiento de récords turísticos, al mismo tiempo que se mantienen las condiciones miserables, de explotación y servidumbre de la clase trabajadora en sus negocios, así como el desempleo estructural, están haciendo saltar las costuras de un sistema económico que profundiza en el subdesarrollo de los canarios y que nos hace vivir de forma miserienta e indigna, aceptando trabajos en condiciones de semi-esclavitud y hasta teniendo que agradecer el mísero jornal con el que damos de comer a nuestra familia a la vez que el número de ricos en Canarias aumenta de forma exponencial.
En esa tesitura se está viendo el caciquismo canario y sus títeres políticos en las diferentes administraciones, y es lo único que justifica la patada hacia adelante que están intentando a través de la Ley del Suelo, para promover la construcción a partir de la inversión privada donde el Gobierno de Canarias o los Cabildos, con gran discrecionalidad y con figuras como “el interés general”, interés general del cacicato, claro, quieren volver a hacer lo que hacían mientras se pase por caja. O el intento de reventar desde dentro la COTMAC, figura molesta para ellos, ya que son incapaces de hacer obras por las que en cualquier otro lugar se les pedirían unos requisitos mínimos de impacto ambiental. Si quieren alguna muestra más, miren lo que pasa cada vez que llueve un poco en Telde con destrozos por doquier en su zona costera al tener los cauces de los barrancos ocupados a causa de la especulación, o el espectáculo lamentable cada vez que ocurre una lluvia “medio” fuerte en Ingenio, con el Centro de Salud convertido en un río. Da hasta vergüenza ajena por la inutilidad tanto del que construye la obra, como de la administración que permite que una obra así pase por los cauces administrativos y legales correspondientes.
Podemos seguir con la gran inversión que pretenden con infraestructuras inútiles en las que prometen el oro y el moro y al final nada (les suena, ¿verdad?), como pasó con el Puerto de Arinaga, el Puerto de Tazacorte, o el de Granadilla, o esos campos de golf que iban a atraer miles de turistas de calidad… La semana pasada tuvimos en portada de un periódico de tirada provincial las obras que prometía el Vicepresidente del Gobierno de Canarias y diputado por Coalición Canaria, Pablo Rodríguez, que con altas dosis de arrogancia denunciaba que Gran Canaria estaba quedándose atrás por no querer aceptar ocurrencias que para lo único que sirven es para llenar el bolsillo de unos pocos, dar empleo temporal, y que una vez se acaben las obras, estos trabajadores vuelvan al paro. Lo de Pablo Rodríguez es algo que clama al cielo, un muchacho al que nadie votó, ya que su partido fue el 7º más votado en Gran Canaria y obtuvo un diputado a causa de la Ley Electoral injusta que por los topes a nivel nacional dejó fuera a los extremo-nacionalistas españoles de Ciudadanos, y que este muchacho ni salió elegido, ya que iba segundo en la lista electoral. No tiene poco con estos resultados en Gran Canaria para ir dándonos lecciones con esa superioridad que sería hasta censurable en un representante que obtuviese una mayoría absolutísima en la isla, sino que encima, se permite el lujo de engañar a los canarios continuamente con respecto a la obra del Macromuelle de Agaete, con datos a todas luces falsos, vaya, como con TODAS las obras que hemos citado.
1: Sobre Lopesan y su pretensión de “contratar” a jóvenes gratis, thinkininnovation: https://www.thinkininnovation.com/es/iv-edicion-think-in-innovation/veneguera-internacional/