Publicado originalmente el 29 de mayo de 2013
COLABORACIÓN
Puede usted aprovechar el día para descojonarse de la gente que se pone el cachorro como un disfraz, también puede usted reírse de los ombliguismos, incluso podría usted decir que no quiere renunciar a ver la vida desde unos peñazcos, que no quiere que le impongan la lectura de Pedro García Cabrera, Lezcano, Alonso Quesada, Isabel Medina, Víctor Ramírez o Pepa Aurora en la escuela a sus hijos. Lárguese usted un discurso sobre la universalidad y el cosmopolitismo que siempre queda más estupendo que la defensa de la belleza única del barranco de mi pueblo.
Ya sé que la música no se acaba en Taburiente, ni en las letras de Néstor. Por supuesto que los versos de Tomás Morales no tienen por qué esconder los de Darío, Neruda o Miguel Hernández. Tampoco sería bueno que los pibes que estudian Historia del Arte sólo vean los colores de Oramas, los delirios de Oscar Domínguez o la pinturas de Facundo Fierro o Juanjosé Gil .
Me dirá usted que más volcanes hay en Hawai, más playas en México o más montañas verdes en cientos de archipiélagos. Y ya puestos, puede usted soltar esa ocurrencia de Unamuno (desterrado a Fuerteventura) de que el nacionalismo se cura viajando, puede recordar que los nacionalismos generan monstruos como Hitler y puede rematar diciendo que fuerte bobería eso de pensar en patrias pequeñas o en la multiplicación de fronteras en plena era de la globalización (discurso muy recurrido por cierto por los nacionalistas españoles que han redactado racistas leyes de extranjería).
Y para que no se sienta solo, saltará alguien que lo ha escuchado atentamente y se pondrá a decir que con más de un 30% de desempleo, con nuestro liderazgo en pobreza y después de tantos años de olvidos no estamos para fiestas patrias y, por supuesto, que sería suicida pedir más autogobierno porque significaría dar más poder todavía a estos cáncamos que llevan más de 20 años en el machito de esta comunidad ultraperiférica.
Permítame ahora que hable yo. Mi infancia es un paisaje de barrancos y playas de la isla que me vio nacer. La adolescencia fue una fiesta de amistad bajo el cielo estrellado de la caldera de Taburiente, también fue acampada en el paraíso de Papagayo y parrandas en Fuerteventura y La Laguna. El Hierro fue año nuevo de pasión y la Gomera lindos pateos bajo un techo de laurisilva. En La Graciosa acabé de leer la universal “Cien años de soledad” y después de varias visitas todavía me quedan algunos senderos por descubrir.
No pretendo contarle mi vida. Sólo quería dejarle claro que despés de patear miles kilómetros, pasar muchas fronteras y escuchar un montón de lenguas, la conclusión es sencilla: País viene de paisaje y con estos paisajes de estas islas crecí. Tuve la suerte también de conocer ciudades grandes y pueblos pequeños de varios países de Europa. Fui vecino de Bilbao, vi Molmö desde el tren, me bañé en las playas de Öland en el báltico sueco, pasé frío en Copenague y me perdí en aldeas africanas sin luz, también en los laberintos urbanos de Dakar y Banjul. Crucé el océano para encontrarme con los mayas de Guatemala y los de Méjico, me quedé prendado de los descubridores auténticos de América (las decenas de etnias y culturas que llaman indias), aborrecí el repetido paisaje turístico de Cancún o la desigualdad violenta de ciudad de Guatemala, me perdí en las coloridas calles de Pelourinho entre personajes de Jorge Amado sin necesidad de saber hablar portugués y escuché recitar versos de Martí en Pinar del Río.
El mundo es muy grande. Pero qué quiere que le diga. A mí me tocó este país volcánico, no lo elegí. Pero es el mío. Tampoco elegí a mi madre ni a mi padre. Que no son los mejores del mundo, pero usted me los respeta. Dicen que hoy es el día de Canarias. Cuentan que eligieron la fecha para conmemorar un parlamento que nació casi sin piernas, con un estatuto de autonomía para menores de edad. He estado muchas veces en ese Parlamento que fue conservatorio de música. No sé si hay otro en algún país del mundo con pinturas que representan el momento de la conquista, la estampa de la dominación, como si fuera un momento del que presumir.
Pero sepa usted que más allá de esa estupidez histórica, más allá de la pena o la risa (en algunos casos el profundo respeto) que me inspiran los que se sientan en los sesenta escaños. Sepa usted que aunque también se puede recurrir al tópico : el día de Canarias es todos los días. Si hoy toca pensar en quiénes somos, dónde estamos, de dónde venimos y adónde vamos. Servidor declara solemnemente que como escribió Pedro Guerra y cantó Marisa en el Taller Canario de Canción. Soy de un país, soy de aquí, de donde el mar llega al final de cualquier casa. Soy del mundo desde aquí.
No celebre usted nada, está en su derecho. Sepa que yo tampoco me pondré un cachorro ni un chaleco hoy. Pero me parece positivo que celebremos que somos pueblo a pesar del trabajo en contra de este mismo pueblo realizado por esos que vemos estos días poniéndose de pie mientras suena un arrorró o soltando discursos para erigirse en defensores nuestros, esos mismos que cada vez que han podido elegir entre el paisaje (que viene de país) y el dinero para sus amigos, siempre han votado por lo segundo. Esos mismos que nos quieren salvar después de habernos dejado tirados en el barranco de la desigualdad social y la ignorancia colectiva.
Juan García Luján. Este texto apareció publicado aquí.