Una vez más pudiera pensarse que lo más coherente en el comportamiento del Presidente estadounidense Donald Trump es la incoherencia: Inmediatamente después de felicitar a los cubanos por el día en que los EEUU les dejaron un apéndice en la Constitución que autorizaba la intervención militar de Wasghington y la ocupación de parte de su territorio, diciendo que “el pueblo cubano merece un gobierno que de manera pacífica defienda los valores democráticos, las libertades económicas, las libertades religiosas y los derechos humanos”, Trump aterrizó en dos estados confesionales -Arabia Saudí e Israel -, además de reunirse con las monarquías petroleras del Oriente Medio.
En ejercicio de “las libertades económicas” que pide a Cuba y proclaman que los gobiernos no deberían intervenir en los negocios, Trump acababa de contratar 110 000 millones en armas con el gobierno saudí para las empresas norteamericanas. Un día después de firmar semejante contribución a la violencia y la muerte, Trump ha hablado con el Papa Francisco en Roma y ha respondido al Pontífice que “necesitamos paz”, al recibir un regalo de Francisco del que este le explicó el significado:
“Es una medalla de un artista romano. Es el olivo, símbolo de la paz… se lo doy para que sea instrumento de la paz”.
“La paz nunca puede arraigar en un lugar donde la violencia es tolerada, financiada e incluso recompensada”, venía de decirle Trump al Presidente de la Autoridad Palestina. No se refería el gobernante norteamericano al comportamiento de los militares estadounidenses en una en la que desde la Guerra del Golfo de 1991 hasta la “madre de todas las bombas” arrojada recientemente por orden del mismo Trump, los EEUU han provocado cientos de miles de muertos y millones de desplazados, sino a los palestinos, un pueblo que con la tolerancia de Washington hacia Israel ha sufrido durante décadas en la carne de sus niños y mujeres la violencia del gendarme norteamericano en la zona.
El Papa de la austeridad regaló al millonario su encíclica sobre la ecología, Laudato Si. “Sobre la cura de nuestra casa común, el medioambiente”, le comentó Francisco acerca de esa obra en el mismo día en que llegaba al Congreso estadounidense la propuesta presupuestaria del nuevo Presidente que incluye la venta de casi la mitad de la Reserva Estratégica de Petróleo y abrir el Refugio Nacional del Ártico, en Alaska, a la exploración petrolera.
Tras recibir los consejos del Papa, el Presidente se ha dirigido a Bruselas para reunirse con la OTAN, que no es precisamente una organización pacifista. Aunque Trump ha prometido a inicios de este mes que “trabajaremos con Ucrania, Rusia y todas las partes involucradas en ayudar a restaurar la paz a lo largo de la frontera” está por ver si los aprietos que sufre en casa por las acusaciones de haberse beneficiado electoralmente de informaciones ofrecidas por el Kremlin no le llevan a tomar alguna iniciativa armada que ponga en peligro la paz mundial -como ya hizo con el bombardeo a Siria semanas atrás- pero le restituya la imagen de adversario de Moscú ante sectores duros del Partido Republicano y la prensa de su país.
Aunque durante su campaña electoral, Trump insistió en calificar a la OTAN de “obsoleta” y su Secretario de Estado, Rex Tillerson, anunció que “el núcleo de su mensaje” a la alianza atlántica es exigirles que los estados miembros “cumplan completamente con sus obligaciones” destinando al menos el 2 % de su producto interno bruto a la Defensa, el Presidente pedirá a la OTAN unirse a la coalición internacional contra el Estado Islámico que Washington fomenta. Tillerson ha dicho:
“Nosotros estamos haciendo mucho. El pueblo estadounidense está haciendo mucho por vuestra seguridad y nuestra seguridad conjunta. Necesitamos asegurarnos de que estáis haciendo vuestra parte para vuestra propia seguridad también”.
En plena gira, al conocer la designación del fiscal especial para la investigación por las presiones de Trump sobre James Comey, el director del FBI al que Trump destituyó para que dejase de indagar sobre las conexiones de su exconsejero de Seguridad Nacional, acusado de involucrarse en conexiones con el Kremlin, el Presidente recordó a sus antecesores desde su cuenta en Twitter:
“Con todos los actos ilegales que tuvieron lugar en la campaña de Clinton y la Administración Obama, jamás se nombró un fiscal especial”.
Una de las cosas que quizás sería necesario investigar es el papel de Estados Unidos en el surgimiento del Estado Islámico, el que la propia Hillary Clinton ha referido como una consecuencia del apoyo norteamericano a la oposición siria.
Ya con bajas en su gabinete, fruto de la guerra política que se libra en Washington, donde los “valores democráticos” pesan mucho menos que el dinero, en desacuerdo con una de las figuras más influyentes de la contemporaneidad como el Papa Francisco y con una prensa que él considera lo trata peor que a ningún otro político en las historia, los próximos días de Donald Trump serán sin dudas intensos pero en ellos seguirá escaseando la coherencia.
Sin embargo, nada de qué asombrase, en un sistema cuyos líderes llevan décadas diciendo una cosa y haciendo otra, Trump resulta más incoherente porque, a diferencia de sus antecesores, a veces – y casi siempre Twitter mediante- ha dicho lo que realmente piensa, aunque lo mejor para el planeta sería que no trate de traducirlo en hechos.