Pasan los años, pero, al observar el paisaje rural de muchos lugares de las islas, aún se puede apreciar la huella que dejó el trabajo realizado por las generaciones pasadas en los terrenos dedicados a la agricultura.
Son muchos los rincones en los que no es difícil ver el paisaje marcado por el esfuerzo de los agricultores y las agricultoras, hasta el punto de llegar a sorprendernos. La búsqueda de mejores zonas de cultivo y la “necesidad” hicieron que el campesinado ocupara gran cantidad de terrenos, incluso los menos productivos, desde el mar hasta la cumbre. Muestra de ello es la cantidad de muros de piedra seca y paredes de piedra que delimitan el paisaje agrícola, incluso las zonas más escarpadas, aprovechando hasta el último metro. También es fácil ver gran cantidad de construcciones relacionadas con la agricultura (eras, hornos, molinos, percheles, etc.), que nos muestran la importancia que esta tuvo en la vida de muchas de las personas que aquí han vivido.
El paso del tiempo oculta poco a poco esta huella de la que hablamos, quedando relegada a la memoria de aquellas personas que sobrevivieron a la miseria mediante el trabajo duro de la tierra y que, aplicando las técnicas heredadas de sus madres y padres, pudieron salir adelante.
Un ejemplo de esa dureza son zonas como Fuencaliente, donde la evolución en cuanto a la agricultura ha sido muy rápida en los últimos 50 años, tan rápida que todos los conocimientos adquiridos con gran sacrificio corren el serio riesgo de perderse.
Un municipio en el que la agricultura de secano fue, hasta principio de los años 70, la principal actividad económica de la mayoría de sus habitantes. La ausencia de riego, sumada a las escasas precipitaciones y la juventud del terreno volcánico, hacen que las condiciones para el desarrollo de la agricultura fueran muy adversas, agravándose la situación cuando de esas cosechas depende en gran parte el alimento diario. Por tanto, hubo que adaptarse y superar las limitaciones de sus áridas laderas, generando conocimientos sobre zonas y labores de cultivo; épocas de plantación y cosecha; rotaciones y asociaciones; y también, muy importantes, conocimientos climatológicos que optimizaban el desarrollo de la agricultura en este lugar.
Un municipio donde se tiene constancia de haberse utilizado, durante la primera mitad del siglo XX, hasta 7 tipos de higuera, 11 de boniatos, 7 de papas… lo que nos muestra la riqueza de varietal, cada una con sus particularidades y necesidades. El hecho de manejar distintas variedades les permitía tener una producción estable, dentro de la variabilidad del clima y de las propias plantas.
En el caso de las higueras, se trataba de un cultivo fundamental, que se consumía una pequeña parte en fresco y el resto se pasaba, lo cual permitía conservar el higo durante largos periodos de tiempo, con la importancia que esto tiene en una agricultura, en muchos casos, de subsistencia.
El camino seguido por la agricultura tradicional en los últimos años, debido fundamentalmente a la transformación socio-económica que ha vivido Canarias, es cuanto menos preocupante. Con la terciarización de la economía y el aumento del nivel de vida, la cantidad de personas dedicadas a la agricultura ha ido descendiendo, junto con el número de especies utilizadas, dedicándose la mayoría al cultivo del plátano.
Esta reducción en el número de especies predice una irremediable pérdida de las variedades tradicionalmente cultivadas, que tienen unas características innatas, como la adaptación al clima y la regularidad en las producciones, que no encontramos en otras especies creadas recientemente. Estas variedades se fueron haciendo mediante la selección minuciosa de semillas y plantas cuyas características satisfacían las necesidades de la población.
Estos conocimientos han sido y son fruto de la experiencia. Una experiencia generada a base de errores y aciertos, a través de la observación durante siglos del cultivo y de las condiciones del medio en el que se encuentra, y transmitida a cada generación. Hay que destacar el valor que tenían estos conocimientos en la época, ya que un error podía significar la escasez y el hambre y un acierto, el alivio de tener asegurado el alimento.
En definitiva, es fácil ver cómo la agricultura tradicional nos deja un gran legado que no debemos olvidar. De hecho, en un territorio tan frágil y particular como el de Canarias, no podemos permitirnos el lujo de ignorar estos conocimientos. La idea es estudiar la agricultura tradicional como una herramienta que pueda complementar la agricultura a la que se tiende en los últimos años.
Con el estudio de estos agrosistemas, se trata de aplicar conocimientos adquiridos con la experiencia de los agricultores y las agricultoras y la base de las nuevas tecnologías para obtener una agricultura sustentable. Para ello es necesario promover la investigación y enseñanza agrícolas con el fin de lograr un desarrollo, una conservación y un uso sostenible de los recursos naturales.
Está demostrado que la mejor herramienta para este tipo de investigaciones son las fuentes orales. La recogida de estos testimonios aporta información sobre el pasado inmediato, es decir, sobre la experiencia adquirida a lo largo de una vida y en algunos casos anteriores a esta, ya que su conocimiento parte del que a su vez fue transmitido por sus antepasados. La memoria de personas adultas, fundamentalmente informantes de nuestro entorno más inmediato, proporciona información valiosísima sobre los últimos años de una localidad, así como sobre oficios, objetos, trabajos, fiestas, costumbres, acontecimientos sociales, militares, políticos, etc.
Esta herramienta no solo es conveniente, sino muchas veces inevitable para abordar y analizar aquellos aspectos de la sociedad que no aparecen reflejados en la bibliografía. Para conocer el pasado reciente necesitamos recabar y recopilar la documentación de las personas antes de que fallezcan o desaparezcan. La muerte de un testigo equivale a la destrucción de un archivo o de un yacimiento de una parte de la memoria colectiva. Por lo tanto, parece necesaria la utilización de este recurso como principal herramienta para poder continuar disponiendo de la información históricamente transmitida de forma oral, transmisión que está siendo interrumpida.
Por estos motivos, se cree necesario recuperar el testimonio de quienes vivieron de esa agricultura tradicional. Recuperar unos conocimientos, que en casos como el de Fuencaliente, fueron transmitidos y aprendidos a base de sudor, de cansancio y de hambre.
Aythami González Díaz (Creando Canarias)