Llegados ya los últimos días del mes de noviembre, y con la maduración de los vinos de las bodegas del norte de Tenerife, surgen también tradiciones extrañas y divertidas. Posiblemente una de las más conocidas sea la de las Tablas de Icod de Los Vinos, en la comarca noroeste de la isla. Pero hoy les voy a hablar de otro lugar y del “correr del cacharro”, en el Valle de La Orotava, así como de sus posibles orígenes.
Cuentan que posiblemente lo de correr del cacharro nació porque una plaga de langostas africanas asolaba las cosechas del valle y los campesinos del lugar hacían ruidos con lo que tuvieran a mano para espantar a las temidas langostas. La doctrina eclesiástica dice que su origen es que San Andrés estaba dormido en su víspera y los lugareños hacían ruido para que el santo se despertara; otra de sus teorías se basa en que el santo era cojo y, arrastrando su pie, hacía ruido con todo lo que tropezaba. Luego, la versión que más adeptos es aquella que dice que los bodegueros, en vísperas de estrenar el vino nuevo, bajaban desde sus bodegas a la costa de Puerto de La Cruz los toneles y barricas para lavarlos en agua salada, para luego introducir el vino nuevo. Cuando las bestias tiraban de los toneles y las barricas por las calles adoquinadas de La Orotava, Realejos y Puerto de la Cruz hacían un sonido, que poco a poco, los niños de la zona empezaron a imitar con latas de sardinas, aceite o diferentes objetos que hicieran ruidos similares al de los toneles. Esta divertida tradición tuvo su gran esplendor en la década de los 80 y principios de los 90, entrando lamentablemente en decadencia con la entrada del nuevo siglo. La buena noticia es que hoy está de vuelta y muchas asociaciones culturales, de vecinos y algún ayuntamiento están volviendo a rescatarla y poco a poco en el valle vuelve a sonar el arrastre de los cacharros por las calles, para así seguir conservando algo tan exclusivo, divertido y extraño, tan de este único lugar.
Tenemos que conservar tradiciones como estas, porque en un mundo tan globalizado son lo único que nos hace diferentes, pues si en el mundo todo es igual, a gente como yo todo esto le suena a leche cacharro.
Guillermo Camacho