Sigue uno las negociaciones para formar gobierno en España con desapego y distanciamiento. Con curiosidad, pero como si aquello no fuera con uno. Y eso que quien gobierne allá lejos en España nos afecta, y mucho. Vaya si nos afecta. Pero la realidad es la que es: ellos solos se lo guisan y se lo comen. Nosotros miramos y ya. Cuando las personas mayores hablan, los niños se están callados y sin molestar.
Qué triste papel el de nuestros diputados nacionalistas. Nueva Canarias con Pedro Quevedo pegaditos al PSOE porque es lo que está mandado; que Canarias no pinte nada para los socialistas es secundario. Gobierno progresista y del cambio, dicen. Ana Oramas y Coalición, con el guineo de la agenda canaria, que nadie termina de saber qué es. Ah sí, las perritas para carreteras y demás espejitos, para que los canarios estén tranquilos. Oramas dice cada día una cosa distinta y aparece como si fuera a ser ella el jorcón que sostenga la estabilidad del país. País. Qué ridículo decirse nacionalista canario y decir país para referirse a España. Qué patético decirse nacionalista canario y evitar referirse a Canarias como nación.
Eso en cuanto a nuestros fieros nacionalistas. Porque los demás diputados canarios están a lo que les digan las sedes madrileñas de sus partidos, y Madrid ya se sabe que está lejos de Canarias. Venía con ánimo rompedor la nueva política, que iba a dar voz al pueblo, y cuando iban a elegir representante en primarias, Pablo Iglesias mandó parar y nombró la candidata que le pareció, murciana para más señas. Todavía estamos esperando las protestas y críticas de los canarios de Podemos. Queda claro el lugar que ocupan las Islas en sus prioridades: después de lo que digan Íñigo y Pablo.
Reconcome ver cómo otros se hacen valer, ponen sus realidades y sus condiciones sobre la mesa, mientras Canarias no tiene quien la defienda. Nadie plantea una revisión de la relación de Canarias con el Estado, relación a todas luces extractiva, desequilibrada, nefasta y dañina. Los datos están ahí, incontestables. Lo que somos para muchos españoles va sin embargo más allá: Lofetel, empresa radicada en Salamanca, pide comerciales “de la península” para trabajar en Las Palmas; se ruega “abstenerse expresamente quien no cumpla este único requisito”. Lidl contrata para trabajar en Santa Cruz de Tenerife “jóvenes con potencial residentes fuera de España” (¿?). Fotoeventi Group selecciona en Madrid fotógrafos para trabajar en Lanzarote. También se busca “cocinero peninsular” (ver imagen) para trabajar en Tenerife.
No faltará quien diga que esto son puras anécdotas, aunque después salgan a la luz periódicamente, una y otra vez. Pero lo cierto es que, unidas a nuestras características coloniales, esas anécdotas van más allá del anecdotario, son reflejo de la condición subalterna que ocupamos los isleños en este proyecto de Estado que quiere ser moderno y no puede. ¿Se imaginan que una empresa pida “abstenerse catalanes”? ¿Requisito no ser andaluz? ¿Gallego? ¿Vasco? Claro que no. Pero en el orden de cosas español, a los canarios sí se nos puede discriminar. Lo grave es que nuestras instituciones, nuestros representantes políticos hagan mutis por el foro ante la discriminación racista anticanaria. Marginarnos sale gratis.
Termino ahíto del circo de la investidura. Sería hasta cómico, si no fuera por la constatación de que Canarias no tiene quien la defienda en España. Nuestros diputados andan sopesando cuentas y espejitos o compitiendo por ver quién es más leal a las directrices centrales del partido. Mientras, en Canarias seguimos buscando “cocinero peninsular”.