Por fin se aclaró. Ahora ya no hay confusión posible. Después de meses de calculada ambigüedad, de eludir el tema, de salirse por la tangente con expresiones hueras y pretendidamente equidistantes, por fin Podemos se posiciona y confirma que “no vamos a enarbolar las identidades de un sitio o de otro para enfrentar a los ciudadanos entre sí […]”. “[…] tenemos que hablar con el mismo tono y llevar las mismas propuestas en todos los territorios”.
Hasta aquí la ilusión de la nueva política abierta y receptora de todas las sensibilidades de progreso; hasta aquí el espejismo de la visión plural del Estado. Para la cúpula de Podemos la identidad propia, diferenciada, conduce al enfrentamiento; las soluciones son las mismas para todos sitios por igual y se exportan desde Madrid, la madre de todos los centros. Que no se nos desmande el rebaño. Es el rancio y apolillado aroma añejo de la nueva política.
Tampoco cogen a nadie por sorpresa. Los indicios llevaban tiempo ahí para quien los quisiera ver: los comentarios de Monedero sobre el proceso soberanista catalán, los tics centralistas en las elecciones andaluzas o la retórica empleada en momentos clave, con referencias a la “patria” y los “patriotas”. No se entienda esto como crítica a Podemos. Podemos, o al menos su cúpula, sea esta más o menos representativa del conjunto, está en su papel de fuerza política surgida de las circunstancias españolas. Pretender que una formación así contemple sin complejos una composición plurinacional del Estado es uno de esos ejercicios que dicen están condenados a la melancolía. Esperar que tenga conciencia de la realidad de Canarias es ya vivir en la inopia.
Dicen desde Podemos que la prioridad pasa por recuperar los derechos colectivos, “algo que entiende poco de regiones” (sic). Como sofisma puede llegar a funcionar quizá en la Península Ibérica, pero la realidad de Canarias no cabe en los planteamientos ibéricos. Para Podemos los canarios seguimos siendo meros espectadores del partido que juega España. Porque ¿a qué colectividad se refieren cuando hablan de derechos? ¿A la que tiene el derecho de vender los aeropuertos aunque sean vitales para las Islas? ¿A la que tiene el derecho de conceder a los canarios el 3,3% del atún rojo que se pesca en aguas canarias y a los españoles el 96,7%?
Separar la lucha por los derechos de la lucha por la identidad es un sofisma porque sin identidad propia, sin conciencia de quién se es, no hay derechos posibles. No hay derechos sin soberanía, igual que no hay derechos si permanece la estructura socioeconómica de la dependencia. En el caso de Canarias esa dependencia es, en buena medida pero no sólo, de España. Los intereses canarios y españoles son a menudo encontrados, de ahí que Canarias requiera un marco especial de relaciones no comparable al de las Comunidades Autónomas, si se pretende realmente que encuentre un encaje más o menos cómodo en el proyecto español, si es que eso resulta posible. Queda claro que no cabe esperar tal marco especial de relaciones ni de Podemos ni de ninguna formación política española, luego difícilmente conseguiremos recuperar nuestros derechos a través de ellos. De ahí la importancia de componer un discurso propio, netamente canario. Todo depende de ello.
Pienso ahora en tantas personas con sensibilidad canarista que se sumaron a las filas de Podemos, en todos aquellos que se autodenominan nacionalistas canarios y que han pasado a engrosar las filas de Podemos. Me pregunto qué pensarán. Si se estarán replanteando su adscripción, ahora que ya no cabe escudarse en interpretaciones, ahora que las cartas están boca arriba. O si de verdad se creen que van a poder trabajar por recuperar los derechos colectivos de los canarios sin atacar de frente la estructura de la dependencia, sin exigir con firmeza más soberanía. A la mar fui por naranjas.