Publicada originalmente el 25 de febrero de 2015
A los proyectos políticos, aparte de que «nos gusten», conviene exigirles cierta utilidad. Los partidos deben ser, sobre todo, herramientas para las sociedades que los acogen. Herramientas para construir pueblos mejores.
‘Podemos’ es una marca que está resultando útil para mucha gente en España. Podría haberse llamado «cabreo«, «indignación» o «rabia». Un «se acabó», un «que se vayan», «ya está bien». Y seguramente quiere llamarse «ilusión«, «entusiasmo», «pasar página»… todo muy sano, absolutamente necesario.
Tras ocho años de estafa, en la que las élites económicas, a través de sus tentáculos políticos, han permitido que los de arriba se hinchen a costa del sufrimiento de la mayoría, la indignación acumulada por millones de ciudadanos del Estado ha sido canalizada a través de un discurso contundente, coherente, pero sencillo. Ese es el gran mérito de Pablo Iglesias, y hay que reconocérselo.
Pero aunque reconozcamos a Iglesias su capacidad para vehicularlo, el cabreo estaba, y ahí sigue. Es de muchos, no admite derechos de autor y seguramente se hubiese materializado, con o sin el líder, de alguna manera. Porque todo pueblo que sufre tiene derecho a zafarse del dolor. Lo otro sería creer en el mesianismo: muy útil para crear sectas pero trágico para construir sociedades democráticas.
Eso para el caso del Estado, que vivirá en el mes de noviembre su proceso de elecciones generales, en donde Podemos canalizará buena parte de ese desencanto, intentando llegar a la Moncloa. Ganar. Ahora bien, vayamos a lo nuestro: ¿es útil ‘Podemos’ para Canarias?
Para que un proyecto político sirva a una sociedad lo primero que hace falta es que se centre en esa sociedad (y no en otra). Aunque muchos canarios nos neguemos a aceptarlo, la canaria es, con casi total seguridad, la más particular de las sociedades que actualmente integran el Estado español. Sería largo detallar nuestro diferencial, pero desde la geografía a la historia, y desde el modelo económico a las relaciones de poder, debemos convenir que somos un pueblo singular. En política también: si alguien es capaz de entender la política de Lanzarote, por ejemplo, tras pocos años de estudio, es digno de ser reconocido superdotado.
Por lo tanto, la primera condición para que Podemos sea útil a Canarias es autocentrarse en esta realidad concreta (y no en otra), para darle respuestas a sus problemas. Y lo cierto es que, por ahora, Podemos en Canarias me resulta una de las formaciones más sucursalistas, si no la más, de las implantadas en las islas.
Como muestra un botón, pequeño pero muy simbólico: ni la derecha más rancia centraliza, a día de hoy, una manifestación «por el cambio» a 2.000 kilómetros del ayuntamiento o el cabildo en el que dicho cambio se quiere realizar (como hizo Podemos en Madrid a finales de enero). Desde las manifestaciones por la excarcelación de De Juana al «orgullo gay«, pasando por las «mareas» o el Primero de Mayo, todas las expresiones populares (de izquierda, derecha o centro), han dejado, y desde hace décadas, el modelo centralista de «Madrid y provincias».
Más muestras de sucursalimo. Podemos habla continuamente de un bipartidismo que en Canarias no existe. Tampoco «tripartidismo». Aquí hay élites oligárquicas y caciquiles que controlan proyectos políticos esencialmente insulares y que luego pelean por cuotas de poder en el ámbito nacional canario (o autonómico). Lo que sirve para explicar el sistema español de partidos no sirve para nosotros. Podemos habla de la necesaria reindustrialización de España, cosa difícil en un país que nunca tuvo industria, y que saltó en menos de dos décadas del sector primario a la casi exclusividad del turismo-servicios, como Canarias. A Podemos le sirve el discurso, repetido por Iglesias, de que «no queremos ser una colonia a donde los ricos del norte vengan a tomarse unas cervecitas». Cuando lo dijo en Las Palmas, en cambio, a algunos se nos heló la sangre, porque aquí llevamos siglos siendo una colonia (política y también económica) y décadas entregando la suerte de nuestra gente al «sí señor, no señor, servida está la mesa» que escribiera Pedro Lezcano en el poema «La Maleta«, en los 80.
Así las cosas, para que Podemos nos sea útil tendría que vivir un proceso profundo de «canarización«, de enraizamiento, un proceso que es lógico esperar en una formación que se ha construido de arriba a abajo (primero fue el líder y después los círculos), pero para el que no alcanzan los dos meses que median hasta las elecciones. Ahora bien, pocas cosas hay realmente nuevas sobre estos teniques. Gente luchadora, personas que se rebelan, proyectos que hierven en democracia no son, afortunadamente, un invento de este último año. Los movimientos sociales de Canarias han ido pariendo, en las últimas décadas, experiencias políticas, muchas de ellas limitadas a ámbitos insulares o municipales, que tratan de dar voz a la gente, reivindicar un modelo de islas más equitativo, socialmente justo y ambientalmente sostenible.
Si Podemos quiere ser útil a Canarias debería bajar el nivel de su prepotencia y arrimar el hombro para articular movimientos populares amplios, hechos desde Canarias, desde cada isla, sin exclusiones, que sirvan para lo que debería servir este momento histórico: para hacer «majo y limpio» sobre una política caduca que defiende los intereses de unos pocos. Sumando, integrando, aglutinando -que no deglutiendo– tendrían más fácil el necesario anclaje en este país, ganarían experiencias y serían claves para plataformas realmente trasversales, capaces de ganar de verdad las instituciones. Para ello no hay que hacer pasar al resto por ningún aro (ni ningún círculo), sino construir desde abajo propuestas donde quepan todos y todas.
Sin embargo, confieso que, lamentablemente, no veo a buena parte de Podemos por esa labor. Como muestra, la aparente negativa de integrarse en Lanzarote, la isla donde más parece haber avanzado la idea de una «unidad popular«, en algún proyecto amplio, junto al resto de organizaciones transformadoras de la isla, como sí están haciendo sus colegas de Madrid o Barcelona, última ciudad esta donde «Barcelona Comú» (que no es Podemos, sino una plataforma amplia que agrupa Guanyem Barcelona, ICV, EUiA, Podem, Procés Constituent y Equo) puede ser la fuerza más votada de la segunda ciudad del Estado. Lo de «la unidad popular soy yo» de Meri Pita tampoco suena a aspirar a algo realmente grande. Bendita Ada Colau.
Si Podemos vino a presionar, con la fuerza de su marca, al cambio que Canarias necesita, bienvenidos. Si llegó a buscar su particular parcelita de poder, no solo no son útiles, sino que ponen palos en las ruedas del cambio que Canarias necesita. Y lo hacen, para colmo, en el instante en el que luchas autocentradas, como la del petróleo, han colocado a este pueblo en su mejor momento de autoconciencia y capacidad de organización. Cuanto más dialogante, menos exclusivista y, con ello, más arraigado, sea y esté el proyecto de Podemos en cada isla, mayor proyección le pronostico al mismo. Cuanto más cerrado en sí mismo, más altivo y más sucursalista, menos recorrido le auguro, y peores resultados electorales también.
Agarren el consejo, amigos de Podemos, que los hay muchos y muy buenos, aunque en realidad no sea por ustedes. Es que, con los 31 años que acumulo, me cuesta creer que podré volver a ver un momento tan propicio para el cambio que Lanzarote (en mi caso) y Canarias necesita, como el que hoy estamos en disposición de empezar a forjar.