
El 11 de febrero, desde 2015, se celebra el Día Internacional de la Mujer y la Niña en la
Ciencia. Los objetivos primordiales de reseñar este día son fomentar y divulgar el
acceso y la participación de las mujeres en la ciencia. Quizás en el 2015 al escuchar
referencias a este día nos vendrían a la cabeza nombres bastante resonantes como Marie
Curie. Sin embargo, ya en los últimos años, gracias en gran parte a la celebración de
este día son conocidos más nombres de mujeres que participan en diversos ámbitos de
la ciencia como Alyssa Carson, astronauta y candidata para pisar Marte en 2030, o
Carol Shaw, la primera mujer diseñadora de videojuegos. Si bien estos ejemplos de
mujeres nos llegan a un nivel internacional, en Canarias también tenemos, entre otras
personas, a Miriam Cabrera ingeniera informática que desarrolla videojuegos y
aplicaciones en realidad virtual, también Ruth Jaén Doctora en Biología Molecular, o
Ruth Lamas ingeniera de producción.
Aunque es reconocible el trabajo de divulgación en cuestiones de igualdad en los
diferentes ámbitos de la Ciencia, hay que tener en cuenta que aún queda camino por
recorrer en muchos sentidos, pero, sobre todo, en visibilizar a las mujeres canarias que
se dedican a la ciencia en todas sus vertientes porque es esencial darles el
reconocimiento que se merecen. Además, en ese trabajo de visibilización hay que tener
en cuenta tanto el presente como el pasado, con el fin de poder mantener y, en muchos
casos, recuperar a todas esas referentes para las futuras mujeres científicas canarias.
En este año 2024, el Día Internacional de la Mujer y la Niña en la Ciencia debería
cobrar un significado especial en Canarias, se conmemora el bicentenario del
fallecimiento de la mujer que se podría considerar la pionera de la ciencia en Canarias,
María del Carmen de Betancourt y Molina. Nació en la isla de Tenerife en Los Realejos
en 1758 y falleció en el municipio tinerfeño de Puerto de la Cruz (en aquel momento se
conocía como Puerto de la Cruz de La Orotava) en el año 1824, el mismo año que su
hermano Agustín de Betancourt y Molina. La vida de María transcurrió en la segunda
mitad del siglo XVIII y principios del siglo XIX. Como podemos intuir no fue un
momento de auge de la igualdad entre hombres y mujeres por tanto la educación de
María se limitó al ámbito doméstico, si bien es cierto que adquirió una formación
intelectual considerable dada la posición social de su familia.
Del trabajo realizado por María de Betancourt se destaca la experimentación que llevó a
cabo sobre tintes, sobre métodos para tejer y su trabajo de investigación con los gusanos
de seda, dándole así un impulso a la industria de la seda en Canarias. No es de extrañar
que en la etapa de la historia que le tocó vivir parte de su formación como mujer joven
fuera tejer y bordar, se podría afirmar que por este motivo su experimentación y legado
está relacionado con estas actividades.
Partiendo de las actividades de tejer y bordar, María de Betancourt tuvo la mente en
mejorar la calidad del producto, buscó nuevas herramientas para tejer con el hilo de
seda y en colaboración con su hermano Agustín de Betancourt hizo realidad la máquina
epicilíndrica. Esta máquina contaba con una rueda que se movía mediante el uso de un
pedal y permitía utilizar dos hilos de dos marañas que se ubicaban en ambos lados de
este mecanismo, un adelanto que supuso una mejora considerable en la productividad,
trabajando más rápido y con menos recursos. Esta obra en diversos estudios se plantea
como la primera obra de Agustín, actualmente se ha extendido, gracias a investigaciones
sobre la figura de María, que la parte teórica fue tarea de ella. Por otra parte, el trabajo
de María sobre la seda se centró en la mejora de la calidad del producto, aspecto que
logró experimentando con la alimentación de los gusanos de seda. Logrando con estos
avances reactivar en cierto modo una industria que en esos momentos en Canarias se
encontraba en declive. En cuanto a los tintes, estudió fórmulas para teñir la seda y
experimentó con ellas, especialmente destaca entre sus trabajos de experimentación la
seda teñida con pigmentos de durazno logrando un color violeta y el tinte en tonos
carmesí, de este último trabajo se conservan las recetas escritas por María de
Betancourt.
El trabajo y la trayectoria de María de Betancourt dejan constancia de su interés y
aportaciones a la mejora de la economía en la isla a través de su experimentación con la
seda desde su obtención, los tintes y el método empleado para tejerla. A pesar de que su
trabajo y su figura es considerablemente menos reconocida que los hombres de su
misma generación, nos dejó un legado impresionante dada la participación femenina en
la sociedad de aquella época. La trayectoria internacional de su hermano Agustín de
Betancourt es impresionante, fue uno de los ingenieros más prestigiosos de Europa y en
Rusia es considerado un “héroe nacional”. Siguiendo esta senda y conociendo la figura
de María de Betancourt, se plantea la siguiente incógnita ¿dónde hubiera llegado ella
con las mismas oportunidades formativas que su hermano?
Sin ninguna duda fue una mujer que rompió los esquemas predispuestos en el siglo
XVIII. La importancia de difundir figuras como la suya es esencial, ya que aquello que
no se conoce, evidentemente, no se cuida y el legado que nos han dejado tantas mujeres
canarias es más que digno de nuestros cuidados. Es en este punto, donde las
instituciones públicas canarias deberían jugar un papel importante y realizar las
acciones oportunas para que las María de Betancourt del presente y el futuro puedan
emplear todo su potencial indiferentemente de su género y llegar hasta donde ellas
quieran llegar, no hasta donde se les permita. Así, como dijo la bióloga Marla
Sokolowski: ¡Es importante no desperdiciar la capacidad intelectual de la mitad de la
población! Piensen en cuantos misterios más se resolverían si todas las mentes capaces
que trabajan en un problema, se duplicaran e incluyeran tanto a hombres como a mujeres.