El dinero degrada a todos los dioses del hombre y los convierte en mercancías – Karl Marx
Si el trabajo, por un motivo o por otro, no nos permite tener vínculos afectivos enriquecedores, pero esto no impide tener ciertas necesidades humanas de contacto social y sexual, al final los cuerpos propios y ajenos son percibidos como meros objetos de consumo.
Este año 2023, la campaña del Gobierno de Canarias por el 25 de noviembre (Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer) llevaba como lema “La violencia económica es inVISIBLE”. Más allá de que sea, cuanto menos, irónico que un Gobierno formado por partidos que sin problemas se codean con la ultraderecha hagan una campaña contra la violencia de género, ésta tiene cierto sentido: Canarias sigue estando a la cabeza del Estado español en cuestión de población en riesgo de exclusión, saliendo peor paradas las mujeres con menores a cargo. Mientras que la pobreza entre la población de género masculino se ha visto reducida, la de las mujeres y la población infantil ha aumentado un 3% en el archipiélago canario (según el informe AROPE de 2022).
Sin embargo, no es necesario remitirse a datos cuantitativos para darse cuenta de la vulnerabilidad económica de las mujeres: cada día llegan a nuestros oídos historias de mujeres separadas con hijos cuyas exparejas se niegan a pasar la pensión o a pagar los recursos necesarios para la escolarización de su descendencia (uniformes, matrículas, materiales, etc., que conllevan un importante gasto aún en la escuela pública, pero ese es otro tema que da para hablar largo y tendido); o chicas que dependen económicamente de sus parejas, que se aprovechan de esta situación para violentarlas de un modo u otro; y, aunque antes no se hicieran tantos análisis de este calibre, no era extraño escuchar comentarios de las mayores a las niñas del tipo: “estudia mucho para que no tengas que depender de ningún hombre”. Y así, mil ejemplos más.
En fin, además de visibilizar este tipo de violencia (y cumpliendo así con el lema del Gobierno de Canarias), mi intención con este artículo es hacer un pequeño y superficial análisis sobre la relación entre los vínculos sexoafectivos, la violencia y el dinero en la sociedad capitalista en la que existimos, que de algún modo acaba desembocando en la violencia económica: charlando el otro día con mi mejor amigue sobre nuestros más recientes vínculos, nos dimos cuenta de que un factor por el que últimamente hay tantas situaciones potencialmente amorosas no llegan a buen término es el sistema de productividad voraz en el que estamos todes envueltes. Para tener cualquier relación fructífera, sea de amistad, familiar, sexual o “amorosa” (me quedó un poco cursi el término, ¿no?), hace falta tiempo. Unas personas no son exitosas en ese ámbito porque su trabajo no se lo permite. Sí, como lo leen: unos por adicción al trabajo y a ganar dinero, y la mayoría, por la precariedad laboral que les hace tener uno o varios trabajos que ocupan la mayor parte de su tiempo, dejándoles así sin oportunidad de forjar relaciones sociales. Y esto les sorprenderá: ambas causas son prácticamente igual de válidas, a pesar de sus diferencias.
Las personas que viven cómodamente (en materia económica) y que aun así hacen el esfuerzo por ganar más y más dinero se encuentran afectadas por el capitalismo en cuanto a que piensan que su valor como persona depende de sus bienes materiales y monetarios. ¿Qué significa esto? ¡Pues que estas personas tienen, en realidad, una autoestima bajísima! ¿Y quiénes se benefician de este problema? Obviamente, los grandes empresarios, para los cuales el capitalismo y la productividad del obrero están hechos a su perfecta medida. ¿Eres realmente rico si tienes que pasarte el día entero trabajando para considerarte como tal? Hazte un par de preguntitas, si este es tu caso.
Por otro lado, tenemos a la gran mayoría de la población: estudiantes que, para poder pagarse la carrera, tienen que trabajar; gente que desea tener una mínima autonomía económica de sus padres y que, para obtenerla, tienen trabajos mal pagados que drenan su tiempo y energía; personas que no tienen tiempo de disfrutar de sus hijes, perdiéndose así su infancia… En fin, que al final, en lo que coincide con el anterior caso mencionado es que de todo esto, quien únicamente saca provecho es el gran empresario. Sin embargo, es obvio que este grupo de población se halla en una posición más compleja: mientras que unos podrían renunciar a parte de su riqueza con tal de obtener tiempo de calidad con sus personas allegadas, los otros no pueden renunciar a su (poca) riqueza por motivos de supervivencia.
Ahora bien, el quid de la cuestión es este: si el trabajo, por un motivo o por otro, no nos permite tener vínculos afectivos enriquecedores, pero esto no impide tener ciertas necesidades humanas de contacto social y sexual, al final los cuerpos propios y ajenos son percibidos como meros objetos de consumo. Y una vez más, esto tampoco nos hace conseguir suplir por completo las carencias afectivas que todes, en mayor o menor medida, tenemos. De esto habla Mara Mariño en su artículo Desencanto sexual: ¿por qué nos desilusiona el sexo esporádico? Y es que, si percibimos los cuerpos y las existencias humanas como objetos de consumo, los trataremos como tal: recurriremos a bienes y servicios (de pago, obviamente) para mejorarlos, para sentirnos mejor con nosotres mismes y de cara al resto de la sociedad, tanto en el plano físico como emocional. No te sorprenderá, lectore, quién vuelve a obtener el mayor beneficio.
En conclusión: viendo la importancia que tiene el dinero para la convivencia con une misme y con el resto, y para la supervivencia propia y de nuestres allegades, es fácil recurrir a la violencia económica en el ámbito conyugal y familiar. El dinero, más que un medio de supervivencia y debido a la maldad que, inherentemente tiene (en mayor o menor medida) el ser humano, acaba convirtiéndose en un arma de doble filo, en un medio de chantaje: el dinero acaba siendo un medio, más que de vida, de muerte. Aún a día de hoy, en 2023, la brecha salarial sigue siendo de un 9,85%, provocando que las mujeres canarias ganen 2.235,88€ al año menos que los hombres, con lo que se demuestra que el problema es estructural:
La violencia (la económica también) sí tiene género.
Nota de le autore: huelga mencionar que esto no es así en todos los casos, ya que hay gente que no profundiza en los vínculos afectivos porque, simplemente, no quiere o no está en el momento idóneo para ello por motivos que no tienen que ver con el trabajo. Simplemente hablo de la relación que puede darse (y se da) entre la productividad, el cariño y el dinero.