El país latinoamericano celebra el año que viene las elecciones presidenciales que podrían consagrar a una mujer como presidenta del gobierno por primera vez en la historia.
Mientras, de manera inédita la extrema derecha intenta obtener representación.
A poco más de ocho mil kilómetros de las Islas Canarias, y justo al otro lado del Atlántico, México abre estos meses los ojos ante un futuro incierto: las elecciones presidenciales de 2024 posicionan a la nación en un momento clave para establecer su evolución democrática.
En este otro lado del mundo encontramos ahora mismo dos hechos insólitos y diametralmente opuestos: por un lado, el país podría tener por primera vez en la historia a una mujer presidiendo el gobierno. Por el otro, la sombra de la extrema derecha se postula para tratar de obtener representación política en una república todavía inmersa en diversos desafíos económicos y sociales importantes: la pobreza, la desigualdad y la inseguridad relacionada con la guerra declarada hace años al narcotráfico potencian más que nunca la polarización política actual.
Para llegar al punto en el que nos encontramos, México ha sufrido grandes cambios durante los últimos años. La transición democrática que el país vivió en la década de 1990 hizo caer la predominancia del Partido Revolucionario Institucional (PRI), que mantuvo un control casi absoluto del poder durante alrededor de setenta años. Fue en el 2000, cuando Vicente Fox tomó la presidencia del país por el Partido de Acción Nacional ( PAN, de doctrina política conservadora), y se produjeron supuestos cambios en el sistema político nacional. El PRI volvería doce años más tarde con Enrique Peña Nieto, que firmó un mandato convulso, con una crisis de credibilidad por la desaparición forzada de 43 estudiantes universitarios en Ayotzinapa y múltiples acusaciones de conflicto de intereses y corrupción.
Tras ese último sexenio del PRI, un nuevo partido político ganaría las presidenciales por primera vez en la historia moderna del país. Andrés Manuel López Obrador, de Movimiento Regeneración Nacional (Morena), se haría con las elecciones en 2018 con una plataforma centrada en la lucha contra la corrupción y la promoción de políticas sociales. Sin embargo, su presidencia ha estado marcada por la polarización política, el no cumplimiento de las promesas electorales y megaconstrucciones polémicas como el Tren Maya o el nuevo aeropuerto de la Ciudad de México.
Una mujer podría gobernar México por primera vez
La preferencia por las candidaturas de dos mujeres a la presidencia de México representa un hito histórico que ha generado un nuevo debate y una atención significativa en la sociedad mexicana.Por un lado, Claudia Sheinbaum, exgobernadora de la Ciudad de Mexico, se postula como sucesora de López Obrador en Morena y parte como preferida en las encuestas. Y por el otro encontramos a Xóchitl Gálvez, actual senadora por el PAN, que encabeza la coalición opositora del Frente Amplio, formada por el PRI, el PAN y el PRD con la intención de acabar con el liderazgo actual del partido de izquierdas.
La presencia de dos mujeres candidatas en los principales partidos que optan al gobierno desafía los estereotipos de género arraigados en la cultura mexicana y pone de relieve la importancia de reconocerlos y superarlos. Sin embargo, los especialistas advierten de que la presencia de una mujer en la presidencia no tiene por qué materializarse necesariamente en políticas y reformas que promuevan la igualdad de género. De hecho, ambas candidatas han dejado claro en diversas ocasiones que no mantendrían una línea feminista en caso de convertirse en líderes del país.
Amenaza de la extrema derecha
Los movimientos ultraconservadores relacionados con la extrema derecha no han gozado en México la misma popularidad que en otros muchos países del cono sur de América Latina como Chile, donde José Antonio Kast, líder del Partido Republicano, consiguió un apoyo sin precedentes en las elecciones para el Consejo Constituyente el pasado mayo. O Argentina, donde el ultra Javier Milei se convirtió en el político más votado en las primarias. Sin embargo, estas elecciones presidenciales podrían abrir la puerta de manera inédita a corrientes de esta índole. El movimiento «Viva México», liderado por Eduardo Verástegui, y en el que podrían tratar de aglutinarse formaciones como México Republicano y Acción Política Conservadora, busca tener cabida en las cortes mexicanas por primera vez en la historia. A pesar de ello, la mayoría de los politólogos no les auguran grandes resultados, y lo cierto es que en la actualidad no representan el 3% del voto. Pero sí puede marcar un antes y un después, pudiendo ser la plataforma de despegue de la extrema derecha en México de cara a los próximos sexenios.
Un futuro político incierto
México enfrenta ahora una creciente polarización ideológica, con divisiones profundas entre Morena, que representa a la izquierda del país, y la oposición, que aunque formada por una gran variedad de partidos, es la cara visible de la derecha del país. Esta polarización ha llevado a una creciente desconfianza en las instituciones gubernamentales y también en el sistema político que se ve reflejada en la desafección por la política de muchos mexicanos y mexicanas. Actualmente un gran porcentaje de la población cree que las instituciones no representan sus intereses o que están corrompidas, según el Instituto Nacional de Estadística, lo que puede reflejarse en un alto porcentaje de abstención: en las anteriores elecciones sólo votó el 62% del censo electoral.
Además de todo esto, los líderes políticos, ya en plena precampaña electoral, se encuentran empleando una retórica política cada vez más divisiva para movilizar a sus bases y ganar apoyo. Esto ha sido reflejado incluso dentro de los propios partidos políticos: las primarias de Morena que hicieron a Sheinbaum la candidata del partido estuvieron marcadas por las acusaciones de irregularidades en la encuesta por parte de otros candidatos como Marcelo Ebrard. Y en el Frente, candidatos de otros partidos políticos, como Beatriz Paredes del PRI, acusan de falta democrática en la elección de la candidata Xóchitl Gálvez.
La nación, y por lo tanto el gobierno del próximo sexenio, deberá seguir enfrentando algunas problemáticas transversales y coyunturales. La desigualdad económica, que se refleja en el acceso desigual a la educación, la atención médica y otros servicios básicos; la violencia relacionada con el narcotráfico y la inseguridad ciudadana; la dependencia económica de los Estados Unidos y la necesidad de la renegociación del Tratado entre México, Estados Unidos y Canadá (T-MEC); la informalidad laboral, que hace que un gran porcentaje de la población trabaje sin seguridad social y protección alguna; el fenómeno de la migración, que hace que miles de personas mueran en las fronteras mexicanas; la degradación ambiental y el cambio climático; y la corrupción general de las instituciones que socava la confianza pública en el sistema político.