Greenspan dirigió durante 19 años el Banco Central de EE UU y en 2002, decía que “gran parte de nuestra comunidad empresarial parece haber sido dominada por una codicia contagiosa (…). El problema es que los medios por los que se manifiesta esa codicia crecieron desmedidamente”. Pero a pesar de ello, esos medios no fueron controlados y así, si desde 1945 hasta el final de la década de 1970, no hubo grandes crisis bancarias, ahora es la rutina.
Por eso, en 2005, Raghuram Rajan, en la época economista importante del FMI, provocó un escándalo en una conferencia en honor de Greenspan al preguntarse si “el desarrollo financiero [habría] convertido el mundo en un un lugar más peligroso”. Su respuesta fue que “el desastre podría ser eminente” porque los gestores tienen “incentivos para aceptar riesgos que permanecen ocultos a los inversores”. La reacción de los colegas fue de indignación. Lawrence Summers, ex Secretario del Tesoro de EE UU, respondió que Rajan era lo que se podría traducir como un “profeta de las catástrofes”. De hecho, la carrera de Greenspan es el éxito de la desregulación, lo que él explicaba abiertamente: “A medida que entramos en el nuevo siglo, las fuerzas reguladoras privadas de estabilización del mercado, deberán sustituir gradualmente muchas delas estructuras gubernamentales incómodas y cada vez más ineficaces. Se trata de un futuro probable, pues los gobiernos, por su propia naturaleza, no consiguen adecuarse con la suficiente celeridad a los ambientes en cambio que tantas veces siguen rumbos imprevistos”. Al año siguiente a su reforma, llegó el crack de las subprime.
El primer riesgo de 2019 es este: la desregulación no solo continuó sino que, con intereses bajos, se estimularon más aventuras especulativas. Además de esto, el crecimiento de las bolsas está vinculado a las empresas tecnológicas, desde 2013 casi el 40% del aumento del índice S&P depende de seis grandes (Alfhabet, Amazon, Apple, FB, Microsoft, Netflix). En ellas puede haber un riesgo de sobrevaloración. El nerviosismo de las finazas es porque se reconocen en ese espejo.
Montañas de deudas
El segundo mayor riesgo de 2019 es la montaña de deudas. Las deudas transfronterizas alcanzan hoy los 30 billones de dólares, hace veinte años eran 9. La deuda pública china es el doble que la de 2009, la de las empresas chinas es de 450.000 millones de dólares, entonces era cero. El balance del BCE triplicó cerca de cinco billones de euros. Es cierto que esta absorción de deudas en BCE es estabilizadora, no es tan vulnerable al pánico de las empresas y China tiene reservas y un superávit que la protegen. Pero aquí entra el factor político, porque el tercer riesgo es la pandilla de gobernantes del mundo.
Los gobernantes son un problema por dos motivos inmediatos. Por un lado, esas deudas no se van mantener en el balance del BCE eternamente (podía y debía pero no va a ser así).
Y la elección del momento y la forma para vender puede ser desastrosa para las condiciones de la financiación de los Estados y las empresas. El viraje a la derecha de la Unión Europea y la elección del sucesor de Draghi agravan el riesgo. Y, por otro lado, si se produjera una perturbación financiera, y ya hemos tenido los últimos días una señal de eso, la consistencia de la respuesta de los bancos centrales y de los gobiernos puede ser decisiva. Aunque, si se necesitara la cooperación para responder a una crisis, en la Casa Blanca está Trump.
* Es un texto de Francisco Louçã originalmente publicado en portugués en Esquerda.net. Tomado de Viento Sur, que se encarga de su traducción. Compartido bajo Licencia Creative Commons.