Un grupo de vecinos de La Isleta plantea renombrar la calle Juan Rejón para que vuelva a llamarse La Carretera. La noticia ya tiene semanas, está en boca de muchos y ha generado artículos y debates en medios, prensa y redes sociales. Tanto se ha hablado de si el cambio tiene o no sentido, que casi todos hemos pasado por alto un elemento crucial: se decidirá por votación popular.
No recuerdo muchas ocasiones en las que la gente haya podido decidir en referéndum asuntos del lugar en el que vive, además por iniciativa popular con el pleno respaldo del ayuntamiento. Es motivo de alegría que el consistorio de Las Palmas a través del concejal competente Sergio Millares dé pasos como este para promover la participación ciudadana. Es motivo de todavía mayor alegría y orgullo que sea esta una iniciativa de los vecinos, que recoge una antigua reivindicación. No parece casual que la propuesta de organizar un referéndum haya surgido precisamente de La Isleta, un barrio históricamente efervescente y reivindicativo.
Contra el cambio de nombre se han presentado muchas voces, pero pocos argumentos. Más bien ninguno, que se sepa. Unos dicen que si hay que ocuparse de problemas “más importantes”, como si organizar un referéndum para cambiar el nombre de una calle fuera ahora impedimento para solventar otras cuestiones. Otros que si habrá que cambiar el DNI o el carnet de conducir, como si eso hubiera sido obstáculo a otros cambios en el callejero, que los ha habido y no pocos. Después están los que se escandalizan porque la ciudad va a quedarse sin una calle a nombre de su “fundador”, calle que le fue concedida sólo en 1943. Sin entrar en el más que endeble título de “fundador” de la ciudad, lo cierto es que si Las Palmas sobrevivió cerca de quinientos años sin calle Juan Rejón, no veo por qué habría de sucumbir a partir de ahora. Y qué decir de los molestos porque se “olvide” la historia; la historia tiene cabida en los libros, estudios, museos, exposiciones… Las calles no están para rememorar la historia, sino para conmemorar personas y hechos ejemplares.
Rejón no fue un personaje ejemplar, sino un simple mercenario a sueldo de los Reyes Católicos. Los supuestos argumentos contra el cambio de nombre, más bien las excusas, esconden un posicionamiento ideológico bien conocido que sospecha de todo lo que cuestione la versión histórica acuñada por el franquismo, un posicionamiento que rechaza la ciencia moderna que demuestra cómo la campaña de conquista fue violenta en extremo para quebrar la resistencia cuanto antes. Es el miedo a reconocer que el trauma de la conquista fue un genocidio cultural. Miedo todavía hoy por la politización y polarización de nuestra historia.
Dejemos atrás de una vez los miedos, asumamos ya nuestra historia tal y como fue y participemos en la votación mañana, en 2015, masivamente. Es la manera de modelar de forma directa qué ciudad queremos para vivir. Que esta sea la primera de muchas otras votaciones.