Como siempre he expuesto, hay tres fechas en el calendario que los isleteros debemos recordar, sin duda son días que especialmente conforman nuestra identidad como barrio: 26 de febrero, primera piedra de la construcción del Puerto y hoy declarado “Día de La Isleta”; el 15 de noviembre, por el vil asesinato de seis obreros del barrio en las puertas de un colegio electoral en 1911; y el 20 de julio, en recuerdo de que un día como ese nos dinamitaron nuestra casa, La Casa del Pueblo.
El 20 de julio de 1936, 2 días después del golpe de estado fascista en España, se produce un enfrentamiento en la calle Faro entre tres militares y un grupo de civiles armados, falleciendo los soldados Francisco Andrade Gómez y Juan Jiménez Mariano y resultando herido el tercero, el cabo Manuel Cabrera. No es difícil imaginar la utilización propagandística que realizaron los golpistas de esta situación, dirigidos por el General Luis Orgaz, aquel que en los días posteriores pronunció en la radio: “y para cuya venganza toda crueldad no sería bastante”.
Como venganza por este acontecimiento, en la tarde de ese mismo día se realiza una incursión militar en el barrio. En ese momento la Casa del Pueblo está ocupada por niños de corta edad, algunos pintando y otros aprendiendo a leer y escribir; son rápidamente desalojados. A las 17,00 de la tarde la casa es dinamitada. La prensa de la época justifica la decisión exponiendo que la Casa del Pueblo de La Isleta era un centro bastante peligroso, ya que pese a los distintos avisos por parte de las autoridades militares, la casa seguía siendo utilizada para realizar “reuniones”, haciéndose eco y casi vanagloriándose de que “el edificio quedó completamente destruido”.
Desde el día siguiente al incidente se comienzan a producir detenciones relacionadas con este caso. A principios de septiembre tiene lugar en el cuartel de San Francisco el Consejo de Guerra a los detenidos. Durante el mismo los abogados defensores, Natividad Calzada Castañeda, Román León Villaverde y Narciso Jiménez Baxas, manifestaron la falta de testigos y las continuas contradicciones producidas durante el Consejo por las acusaciones, solicitando que al no haber testigos que corroboren la presencia de los acusados en el momento de producirse los hechos, se condene exclusivamente a los que se les requisaron armas en el momento de la detención por el delito de tenencia ilícita de armas. La sentencia fue dictada el jueves 3 de septiembre y fueron condenados José Ramírez Alcantara, Nicolás Cordero Batista, Luis Cabrera Hernández, Manuel Ramos González y Antonio Betancor Lutzardo a pena de muerte, y Juan Medina Naranjo, José Ventura Armas y Enrique Camilo Ruíz Ortega a cadena perpetua. En la tarde del domingo 6 de septiembre se recibe en la Comandancia Militar de Las Palmas la confirmación de la sentencia desde la Comandancia Militar de Burgos. Esa misma tarde son llevados al cuartel de Artillería de La Isleta, donde esa noche reciben a sus familiares y según la prensa de la época “habiendo recibido sus auxilios espirituales menos Antonio Betancor que se negó a ello”. A las 6,00 de la mañana del lunes fueron fusilados.
En enero de 1937 y a bordo del buque Río Francoli fue enviado a cumplir condena a la Prisión del Puerto de Santa María, en Cádiz, un centenar de personas entre las que se encontraba Juan Medina Naranjo. Las personas enviadas habían sido sometidas a Consejos de Guerra con sentencia de prisión superior a 6 años o cadena perpetua. Curiosamente en ese mismo buque se encontraba Manuel Cabrera, el cabo que había sido herido en el enfrentamiento del 20 de julio, al ser condenado por un Consejo de Guerra.
Caso curioso es lo referido a Pedro Perdomo, al que se le consideró uno de los “autores materiales”. El 14 de agosto se publica en la prensa la información sobre la gratificación de 2.000 pesetas a quien de indicios de su paradero, ya que se había dictado una orden de busca y captura contra él. Como decía, lo curioso del caso es que en abril de 1969 entra un señor en la comisaria de La Plaza de la Feria y dice: “me llamo Pedro Perdomo Pérez y vengo a presentarme. Hace ahora 33 años que estaba oculto en una habitación y quiero acogerme a la generosidad del Gobierno español, gracias al decreto de prescripción de delitos anteriores al fin de la Guerra Civil Española.” Pedro Perdomo llevaba 33 años escondido, 17 años en una casa de la calle Bentagache y 16 en una casa de la calle Alcorac, ambas de La Isleta.
Y para el final quisiera mostrarles un dato que al menos yo desconocía y supongo que también muchos de los que lean estas líneas, y es la vinculación personal entre 2 protagonistas, uno del hecho ocurrido el 15 de noviembre de 1911 y el otro del ocurrido el 20 de julio de 1936. Según apuntan algunos datos bastante fiables, Enrique Ruíz, uno de los condenados a cadena perpetua en 1936, era hijo de Cosme Ruíz, uno de los obreros de La Isleta asesinados en noviembre de 1911. Sin duda esta información merece un estudio en profundidad.
Es muy importante que mantengamos vigente la historia de cómo el fascismo intenta una y otra vez acabar con cualquier avance social y cultural en barrios como el nuestro, no olvidemos que enseñar a niños humildes a leer y escribir era considerado como “bastante peligroso”. Sin embargo, 80 años después debemos estar orgullosos del momento que vive nuestra Plaza del Pueblo, especialmente por la labor desarrollada por asociaciones como “Isleta Unida”, que en la actualidad mantienen vivo el espíritu del pueblo de La Isleta con una actividad casi frenética, y sobretodo por el enorme esfuerzo y grandes éxitos vinculados a su espectacular trabajo diario.