Me acuerdo de aquella noche en un bar, estábamos varios amigos sentados en la barra, echándonos algo, y uno de ellos me preguntó, ¿hasta donde creen ustedes que van a llegar con esto de la octava isla? Le contesté que no sabía, que se estaban dando pasos y que los acontecimientos nos llevarían en una dirección, o en otra, hasta alcanzar nuestro objetivo. Y es que en realidad fue así, no había una hoja de ruta prevista, se lanzó la propuesta a las redes y poco a poco fue apareciendo el camino.
La ilusión de las personas, la curiosidad, hizo que nos fuéramos reafirmando en que estábamos buscando algo necesario para La Graciosa y, por supuesto, para las Islas Canarias. Es verdad que había miedo, inquietud, no sabíamos cómo reaccionaría la gente, las instituciones o los medios, pero como el que no quiere la cosa fuimos transmitiendo nuestra postura, escuchando lo que se decía y a la vez, informándonos para no equivocarnos de dirección. Tocando en una puerta y en otra, hablando, disfrutando de la compañía de quienes se fueron sumando para trabajar por la causa.
A día de hoy, dos años después, a mi amigo le diría que por lo pronto este asunto está en el Parlamento de Canarias, recientemente se ha votado la modificación del Estatuto de Autonomía y de la Ley de Municipios, La Graciosa aparece ya separada de las islas no habitadas y podrá poner en marcha una entidad desconcentrada de Teguise.
No es poco, al principio el camino era algo incierto, ahora ya no podemos parar de caminar.