Como en el delicioso «Elogio del camello con arado» que escribiera el genial Agustín Espinosa, así llegaron los caldos conejeros a Nueva York, para triunfar. Tras su aparente humildad, esconden estos vinos una personalidad -sí, los vinos pueden tener personalidad- y una calidad que no han pasado desapercibidas a los críticos especializados del New York Times. Ahora sólo falta que los propios canarios empiecen a creérselo.