
La resistencia como actitud vital desde la ética y el compromiso. Un nuevo artículo de Yaiza Afonso en el que desgrana esta vez sus reflexiones acerca del genocidio que Israel perpetra en Palestina ante la pasividad de gobiernos de todo color político e instituciones internacionales permisivas o directamente cómplices. Y todo ello con el documental No Other Land del realizador Basel Adra como telón de fondo.
Admito que a pesar de conocer la existencia del documental No Other Land me había resistido a verlo, incluso, cuando ganó el Óscar y escuché a Basel Adra, uno de sus directores, decir que había sido padre y no quería que su hija tuviera la misma vida dura que él ha sufrido en Palestina. Una vida de violencia, de demoliciones, de desalojos, de bombas, de ocupaciones…
Sí, lo admito, me emocioné escuchándolo, pero me sentí incapaz de enfrentar esa realidad, aunque fuera desde la cobardía del sofá de mi casa, desde la paz de mi hogar que tanto ansía el pueblo palestino. Pero hace días me desperté como siempre, con la radio, y pude escuchar la noticia de la paliza por parte de los colonos a otro de los directores de la película Hamdan Ballal, tras la paliza fue detenido por el ejército israelí, un ejército que, tras la paliza, lo torturó. Ese día decidí que iba a ver No Other Land.
Le dije a Juampe al llegar del trabajo que lo viéramos juntos. Desde el comienzo observamos a seres humanos comportándose como robots. En este mundo de temores por la inteligencia artificial, existe gente que funciona como auténticas IAS, personas que parecen drones apuntando a dianas humanas. Personas aisladas de sentimientos, de empatía, personas desprovistas de humanidad. Lo peor de ellas es que están en el lado potentado del mundo; tienen armas, tienen leyes, tienen poder y actúan como psicópatas. Con palas derriban casas, escuelas, disparan y matan. Frente al poder que ejercen, en la película veo a un pueblo que se permite la sonrisa en las noches en las que hay paz, un pueblo que se acerca a los violentos y habla apelando a la vida, un pueblo que se manifiesta para tener la posibilidad de vivir en el lugar de sus abuelos y abuelas. Son sus derechos los que se exigen desdeuna dignidad a la que yo no le haré nunca sombra.
Pienso que el mundo está lleno de comportamientos supremacistas. Los nazis se consideraban superiores y encerraban, torturaban y asesinaban a judíos, pero también a comunistas, socialistas, social demócratas, personas de etnia gitana, testigos de Jehová, homosexuales, clérigos cristianos, además de a personas acusadas de comportamiento asocial o anormal. Ahora es Israel el que apela al supremacismo. Una potencia económica y militar que se permite eliminar la humanidad que no le interesa, la identidad de los pueblos que considera inferior.
Nuestra historia también fue cruenta. Si nos trasladamos a la conquista de Canarias saltamos a la supremacía de los conquistadores. Trato de imaginar cómo fue su llegada a las islas y cómo se comportaron con la población indígena de nuestro archipiélago. Sabemos de la violencia, del desprecio, del robo, de la esclavitud, pero también sabemos de la resistencia. Los colonos se consideraban superiores y por ello, debían de someter y adueñarse de todo. La raza superior tiene derecho, tiene autoridad y dominio y puede incluso acabar con aquello que seconsidera inhumano. Las conquistas se repitieron en América, en África, en Asia, las conquistas siguen teniendo sus consecuencias.
Trato de pensar en la naturaleza para aislarme de las crueldades. En los cenotes del Yucatán hay un fenómeno natural de esos que emocionan. Se trata del modo que tiene de convivir el agua salada y el agua dulce. En las cuevas que adoraban los mayas se asientan las dos aguas quedando la salada en el fondo y la dulce en la parte alta. Esta convivencia, denominada haloclina, incrementa la belleza de la selva. El secreto de las aguas no es solo que existan, sino que coexistan en paz. Quizás podríamos copiarnos de la naturaleza y dejarnos de supremacías, ser aguas dulces y saladas que se entremezclan, que se separan, que se unen, que conviven permitiendo habitaciones propias. La misma habitación a la que aludía Virginia Wolf. Las mujeres sabemos lo que es reivindicar espacios y posicionarnos frente a supremacías machistas. Pero existen mujeres las que se oponen a las libertades, a las construcciones personales elegidas, las que dan la mano a los maltratadores, las que están en contra de que seamos las mujeres que queremos ser. Nos chocamos de nuevo con el supremacismo.
Leo un artículo en BBC News de María Elena Navas en el que describe a Lokteff, una supremacista rubia norteamericana que cree que la elección de las mujeres no es importante, que lo importante es ser el futuro de la sociedad blanca. ¿De qué forma? A través de las únicas tres cosas que deseamos supuestamente las mujeres “Ser bellas, atraer a un hombre exitoso que nos proteja y tener una familia». Ellas piensan como Trump, lo mejor para Cisjordania es convertirlo en un resort para blancos adinerados. Vuelvo al cenote y me imagino flotando en la cueva. Hoy llueve en la isla y el agua conecta con la tierra. El bosque de laurisilva la agradece como muchas mujeres agradecemos que existan otras valientes que han luchado contra el supremacismo. Mientras cae agua en el piche del barrio, pienso en Angela Davis, en lo necesario de su existencia para que existamos todas las mujeres sin excepción. Mujeres con pieles de colores, con gustos opuestos, con preferencias inverosímiles, con cuerpos imperfectos, con arrugas, con tintes, con canas, con rizos, con libros en sus mesitas de noche, mujeres todas.
Mientras deambulo por otras mujeres inspiradoras vuelvo a Palestina. Escucho que Hamdan Balla volvió a su hogar lleno de heridas, que tras su noche en la cárcel fue denunciado por los colonos que le pegaron. Escucho que todo sigue igual.
A pesar de ello, siguen resistiendo.