
Leo en prensa con mucha alegría que el mes de noviembre pasado se presentó en sociedad un nuevo proyecto editorial canario: Hamalgama-Cyberpress. Según sus responsables, el proyecto, aun siendo “pequeño”, cuenta ya con una línea editorial “orientada” que pretende avanzar por lo que podríamos entender como cuatro vertientes principales: una colección dedicada a la poesía —con ocho títulos ya editados—; una colección de arte que recoja la trayectoria de artistas de las Islas; un concurso de novela corta, y una colección consagrada a la filosofía, “columna vertebral de la editorial”. Y todo ello caracterizado por “una clara intención de asiento en el panorama actual del libro en Canarias”.
Que una nueva aventura editorial radicada en Canarias declare asumir como espina dorsal nada menos que la filosofía, y que además lo haga con el propósito de asentarse y “tener presencia en el panorama editor insular” es una de las mejores noticias que podíamos esperar en estos tiempos tan poco dados a la reflexión. Resulta muy ilusionante que vengan a sumarse nuevos actores al intercambio de ideas y al continuo desarrollo de un pensamiento crítico canario necesariamente poliédrico y situado en las coordenadas del Archipiélago. Sólo así seremos capaces de abordar con lucidez —y con la urgencia requerida— los retos que enfrenta Canarias en este siglo XXI, como por ejemplo definir qué es el ser canario o cuál es el lugar que ocupa Canarias en el mundo de hoy y cuál debe ocupar en el que viene. En un momento histórico de profundo cambio político, geopolítico, socioeconómico; ante un desarrollo tecnológico que podría traer consigo transformaciones comparables a las de la primera revolución industrial, por no hablar de consecuencias aún insospechadas, no pocas sociedades están replanteándose su ser y su estar en el globo para reorientarse ante los cambios que vienen. Canarias no puede quedar al margen de esa reflexión, ni puede conformarse con ser mera espectadora, porque ese vacío de pensamiento propio pronto lo ocuparían otros haciendo pasar sus narrativas por las de las Islas, tanto en clave interna —la oligarquía presenta sus intereses como si fueran los del común— como externa —España y la UE presentan sus intereses dando por sentado que son los de Canarias—.
Por todo ello, por lo perentorio de dar continuidad a ese pensamiento crítico canario con cuantas más voces, mejor, se podrán imaginar el chasco que me llevé cuando avanzando en la noticia leo que en la mesa del acto se planteó nada menos que el “dilema” de la “inexistencia de una escuela de pensamiento en Canarias y las grandes dudas que el momento actual plantea a la filosofía”. ¡A peor la mejoría! ¿Cómo puede nadie sostener, en pleno 2025 ya, y menos insertándose en una ambición filosófica y con la pretensión de asentarse en el panorama editorial canario, que en Canarias no hay escuela de pensamiento? Cierto es que una de las boberías más en boga del relato oficial sobre el Archipiélago la tenemos en el guineo de la singularidad —cuando Canarias sólo es singular si adoptamos una perspectiva continental, o sea dislocada, ajena—, pero carecer de escuela de pensamiento tras siglos de actividad y producción intelectual en estas Islas excedería con mucho la mera singularidad, estaríamos entrando ya en el terreno de lo insólito, una anomalía en la historia de la humanidad, un caso único.
Sería de lo más tedioso ponerme aquí ahora a enumerar a todas las personas que siglos atrás han ido tejiendo lo que decididamente podemos llamar escuela canaria de pensamiento; incluso limitándome a las figuras más conocidas de las últimas décadas, la lista de nombres y obras se haría prolija. Cualquier persona con el mínimo interés y algo de tiempo puede rastrear una bibliografía de pensadoras y pensadores canarias y canarios cuyas obras componen esa tradición de pensamiento que podemos llamar nuestra. ¿Cómo interpretar entonces tan estrambótica afirmación? ¿Ignorancia? Parece poco probable en quien lanza un proyecto editorial. ¿Desconsideración hacia la producción intelectual isleña?
Sea como fuere, este presunto “dilema” me deja un regusto desagradable, me sugiere un leve aroma a rancio que me retrotrae años atrás, a otros sesudos debates en los que algunos personajes encopetados del mundillo cultureta ya plantearon otros supuestos “dilemas” que no eran sino un insulto a la inteligencia del respetable. Uno era el famoso “literatura canaria o literatura en Canarias”, hoy por fin felizmente superado ya, si bien de vez en cuando se oye todavía algún rechinar de dientes de algún recalcitrante, emperrado aún en negarnos toda capacidad de creación y agencia. Otro lo tenemos en el manido “lo local frente a lo universal”, tan del gusto de mediocres y paniaguados. Nadie con las lecturas mínimas —“nada humano me es ajeno”, “ninguna persona es una isla”— duda de que lo universal es necesariamente local y por tanto no hay dilema ninguno. Lo que sí hay es voluntad de humillar a unos arrinconándolos para siempre en lo “local” y de reservar(se) lo pretendidamente “universal” para otros, siempre los mismos.
No quisiera pensar que estamos ante la reedición de aquellos supuestos “dilemas” sonrojantes bajo una nueva apariencia, aunque pretender ningunear con tanto descaro el pensamiento generado en Canarias no augura nada bueno. En un texto anterior ya alerté de lo pernicioso que resulta dejar en manos de otros el relato de quiénes somos. Si no creas tu propia historia, otros te la crearán en función de sus valores e intereses, y vivirás pisando en el vacío, sin identidad estable y a merced de a donde otros te lleven. Es la diferencia entre ser objeto y ser sujeto. Sin embargo, casi resulta aún más doloroso que, más allá de hacer dejación, seamos nosotros mismos quienes neguemos la tradición literaria y de pensamiento canario que hemos ido tejiendo con el concurso de infinidad de personas a lo largo del tiempo. Ahí tenemos la memoria de quiénes somos y cómo hemos llegado hasta aquí. Nuestra obligación es conocerla y criticarla para darle continuidad, porque sin memoria difícilmente podremos decidir hacia dónde encaminarnos. De modo que siempre es buena noticia sumar voces a la reflexión crítica situada en Canarias, una reflexión en la que (re)conocernos; desde la contraposición y también la divergencia. Pero nunca autonegándonos desde falsos “dilemas”.