“Un detalle que marca el interés ciudadano en la arqueología, es que cada descubrimiento sobre nuestros antepasados sale en portadas de periódico. Yo atisbo un sentimiento de orfandad y de mucho interés por conocer de dónde venimos. Es una sensación similar a la de un niño adoptado, por muy feliz que viva, siempre querrá saber quiénes son sus padres”
Una persona pregunta dónde puede ver cuevas antiguas en Gran Canaria. “Cuevas como las que hay aquí, como las que vivía gente, como las de Burgos”. “Me pregunta qué puede ver para entender a los aborígenes y cómo vivían”, me aclaran la petición. Corrijo lo de aborígenes (yo al menos prefiero indígenas o antiguos) y añado que, al menos como yo lo veo, recomiendo tres sitios: la Cueva Pintada de Gáldar, por el contexto museístico y por ver la parte artística de los antiguos; el Museo Casas Cuevas de Artenara, que permite entender su uso moderno y conocer, in situ, las Montañas Sagradas de Gran Canaria (no sobra completar la visita con un acercamiento al Centro de Interpretación de Risco Caído); y Cuatro Puertas, en Telde, para que vea un espacio espectacular dedicado a la espiritualidad abandonado, y entender así que aquí todavía nos falta mucho para conservar y poner en valor nuestra Historia Antigua, a pesar de la propaganda.
Viajar es querer conocer, ir con los ojos bien abiertos, tener ganas de entender un espacio. La pregunta es pertinente, chirría un poco lo de “como las de Burgos” (refiriéndose, entiendo, a Atapuerca), pero demuestra interés. No lo he pasado por alto, el dislate histórico está ahí, Atapuerca es prehistórico, paleolítico, y la sociedad indígena en Canarias es histórica, dado que conocían la escritura, el arte, la abstracción y la agricultura, entre otros elementos de desarrollo. Atapuerca es de hace unos 800.000 años, mientras que la Historia Antigua en Canarias se sitúa en torno a los primeros siglos de la era. Pero pasa. No todo fuereño debe conocer al detalle la población que vivió en estas islas antes de la Conquista.
Lo que sucede es que quien hace esa pregunta nació, creció y vivió en Canarias hasta hace apenas diez años. Su pronunciación de las s, c y z demuestra que ya dejó de pensar en canario, si alguna vez lo hizo. Con permiso de Chaxiraxi de Casablanca III, casi siempre que se da ese rasgo en el fondo hay un proceso voluntario de conquista, por mucho que «se peguen» los acentos…. Esto me sirve como anécdota de arranque para reflexionar sobre nuestra Historia Antigua, el legado amazigh, la divulgación de nuestra historia y lo mucho o lo poco que hemos avanzado en los últimos años.
Una cosa es evidente: el avance es incuestionable. Gran Canaria ha ido a la vanguardia, con la Cueva Pintada, un moderno museo conmemorativo de la población antigua y con las Montañas Sagradas y la declaración de Patrimonio Inmaterial de la Humanidad de la UNESCO, pero ya el arraigo y la exposición pública de esta historia nuestra es, cada vez más riguroso y más visible en todo el país. El Museo de la Naturaleza y la Arqueología es un maravilloso espacio explicativo de la población guanche; Belmaco o el Museo Benahoarita en La Palma sigue mejorando; El Julan, en El Hierro, da fe de la mayor concentración de inscripciones líbico bereberes de Canarias y posiblemente del norte de África…
Un detalle que marca el interés ciudadano en la arqueología es que cada descubrimiento sobre nuestros antepasados sale en portadas de periódico. Yo atisbo un sentimiento de orfandad y de mucho interés por conocer de dónde venimos. Es una sensación similar a la de un niño adoptado, por muy feliz que viva, siempre querrá saber quiénes son sus padres biológicos. Son muchos años de “ocultamiento histórico”, que diría el Premio Canarias de Comunicación, Pepe Alemán, en su imprescindible Entender Canarias.
Si no fuera por la arqueología puntera, nuestras fuentes serían las crónicas, que en su mayoría recogen la visión de los vencedores. Pero todavía peor, en estos siglos se han dicho tantas barbaridades, políticamente intencionadas, que el cacao del niño adoptado, que es nuestro pueblo, es mayúsculo. El franquismo se encargó de echar tierra sobre nuestra historia y españolizar Canarias desde el folclorismo asimilado y el nacionalismo cañí. Es fácil de entender, en todo este contexto, el guanchismo de la Transición y los 80. Podemos decir lo que queramos de aquel proceso, pero aquel despertar propició en buena parte lo que hoy somos. No solo en el interés en el legado amazigh, sino también en la conciencia ecologista, en el pensamiento propio, en las reivindicaciones educativas o sanitarias, etc.
Volviendo al presente, estamos en un gran momento de la investigación en Canarias. Ejemplo de ello son estudios como el que está realizando el científico Jonathan Santana, de la ULPGC, sobre el primer poblamiento de las islas. Todo lo que salga de este concienzudo estudio será positivo y digno de difundir. Nos va la autoestima en ello. Es probable que derribe mitos, que plantee respuestas a las grandes preguntas del primer poblamiento, es posible que aclare si hubo más de una oleada de poblamiento, etc. La importancia de aclarar nuestro pasado con rigor es vital, todo lo demás es papel mojado.
Sin embargo, no me resisto a señalar algunos vicios que persisten y que no dejan de ser un peligro. En primer lugar, todavía pululan teorías que ensalzan el legado romano o fenicio. Creo que es interesante estudiarlo, pero sin politizar la historia, cuya evidencia demuestra que estamos ante pueblos bereberes, cultural, genética e históricamente. En segundo lugar, todavía hay algo de tufo a rancio en la academia. Se busca exterminar al que no sigue la corriente y no falta algún arribista que aprovecha la marea para lucrarse profesionalmente. Lo peor de esto es que algunos investigadores son señalados o ignorados, aunque su trabajo sobresalga. La Historia Antigua de Canarias no es el chiringuito de nadie…
En tercer lugar, a pesar de los estudios decoloniales o postcoloniales, no falta quien tiene una visión demasiado complaciente con la Conquista. Sí, la genética, la toponimia y la cultura demuestran una pervivencia, pero hablamos de un etnocidio de grandes magnitudes, donde se vendieron indígenas como esclavos y se realizaron todo tipo de barbaridades. Es una herida en el pueblo canario y como tal hay que tratarla, a pesar de la distancia del tiempo. Los crímenes de guerra no prescriben. En una Canarias orgullosa, deberíamos exigir a España que pidiera perdón por aquella imposición. La reparación colonial es un derecho de los pueblos. En cambio, muchos hablan de bandos de paces, de guerras interinas y de salvación del pueblo invasor. Todo, por cierto, con un tufo ultracolonial.
Y por último, el halo de lo legendario, los tópicos, los lugares comunes… Canarias tiene una brecha que sangra y, en muchos casos, ni siquiera hemos identificado la herida. Sirva como ejemplo la anécdota de Atapuerca del principio, pero está desgraciadamente muy extendida. En conversaciones sobre la población indígena canaria, es fácil estar más tiempo desmontando mitos, leyendas y creencias nunca contrastadas, que explicando la espiritualidad de los antiguos, sus formas de vida, sus creaciones o sus modos de conservar los cuerpos. Es una tragedia porque somos niños huérfanos, pero, por suerte, poco a poco vamos paliando la herida.
Foto: David Delfour / Cabildo de Gran Canaria.