El pasado mes de julio, las capitales isleñas fueron escenario de una intensa polémica por culpa de una manifestación contra la inmigración ilegal organizada por un colectivo no identificado. La alarma se disparó cuando se publica en las redes social el cartel para su convocatoria, ya que contenía silbatos para perros, un tipo de mensaje político cifrado, de la ultraderecha. Ante esta situación, más de 40 abogados canarios solicitaron a las instituciones públicas su cancelación, argumentando que promovía el discurso de odio. La Fiscalía, por su parte, alegó su imposibilidad de actuar de manera preventiva, permitiendo así que la manifestación se llevara a cabo. Paralelamente, el debate social se encendió en las redes sociales sobre cómo definir esta convocatoria. En este contexto, desde el Observatorio Social Canario de la Fundación Tamaimos, decidimos asistir a la concentración para analizar su discurso y entrevistar a los participantes.
La primera pregunta a responder, por lo tanto, es: ¿Fue realmente una manifestación ultraderechista? Como mencionamos anteriormente, el cartel ya mostraba indicios de un mensaje, si no radicalizador, al menos radicalizado. Frases como “primero los canarios” o “de solidarios a engañados” encendieron las alarmas. Estas se intensificaron al escuchar en el mitin proclamas como “no es inmigración, es una invasión”. En nuestra muestra encontramos que el 70,3%, había votado a partidos ultraderechistas (Vox o Se Acabó la Fiesta) en las últimas elecciones realizadas, las europeas de 2024. La manifestación era claramente un llamamiento a la ultraderecha canaria. Sabiendo esto, podemos pasar a la siguiente pregunta ¿Quiénes conforman, entonces, la ultraderecha Canaria?
Lo primero que llama la atención al acercarse a la manifestación es lo heterogénea y poco destacable que es. Si bien los hombres suponen una ligera mayoría, siendo el 59,3% de la muestra, no se percibe como algo masculino. Tampoco se observa preponderancia de ningún grupo de edad. La edad media es de 50 años, pero nuestra muestra va desde los 22 a los 74. Si se observa, sin embargo, que los hombres son significativamente mas jóvenes que las mujeres. Esto no es único a Canarias, a lo largo de todo el mundo vemos como los hombres jóvenes están siendo cada vez mas radicalizados. Tampoco se ve ningún símbolo abiertamente ultraderechista, las rojigualdas carecen de águilas y las esvásticas, si había alguna, estaban bien ocultadas. Si no hubiera banderas ni eslóganes siendo declamados nadie adivinaría que ese gentío era un grupo de ultras.
La sorpresa, sin embargo, no termina ahí. Al preguntar a los manifestantes sobre los problemas de Canarias algo llama la atención. Se observa una gran similitud entre sus quejas y las del 20A. Ambos grupos sufren el mismo gran problema: Proyectos vitales frustrados. Quieren poder vivir en su tierra de forma digna, sin tener que malvivir del trabajo precario ni verse forzado a emigrar. Quieren desarrollarse plenamente, tener familia, viajar, conseguir retos. Quieren, en definitiva, vivir. A la hora de señalar los obstáculos que les impiden desarrollar sus proyectos vitales las similitudes continúan, los grandes señalados son la falta de acceso a la vivienda y la escasez de trabajo estable y de calidad. ¿Cómo es posible, entonces, que grupos que comparten aspiraciones y problemas sean tan distintos?
Analizando nuestra muestra parece existir una gran diferencia en la meta-narrativa bajo la cual se analiza esta realidad compartida. Dicho de otra forma, a quien se culpa de la situación actual. Por un lado, los que nos manifestábamos el 20 de Abril, creemos que el principal responsable es el actual modelo económico que consideramos depredador, extractivo y destructor. Por otro lado, los manifestantes del 6 de julio culpan a la inmigración ilegal de todos los males que asolan a la sociedad Canaria. La idea compartida, que vertebraba las distintas sensibilidades aglutinadas en la demostración, es que los inmigrantes mienten sobre su condición de refugiado para llegar a Canarias. Lo hacen para engañar a los pobres españoles de bien que los acogen con caridad cristiana – de ahí el slogan “de solidarios a engañados”-. Una vez aquí, se niegan a trabajar porque el gobierno progresista les asigna prioridad en todas las ayudas sociales. Esto hace que no quede dinero para ayudar a los canarios que lo necesitan y se lo han ganado con su duro trabajo. A este último punto hace mención el cártel con la proclama de “primero los canarios”.
Llegados a este punto la gran pregunta que surge es ¿Por qué hay esas diferencias tan grandes a la hora de explicar los problemas de Canarias?. Al evaluar la visión que tenían los manifestantes sobre los inmigrantes observamos que su percepción está muy alejada de los datos reales. Para ellos el grueso de la inmigración viene de África (79%) y en menor medida de Latino América (16%). La realidad, sin embargo, es que la mayoría viene de Europa. Asimismo, el 83% cree que los inmigrantes ilegales no quieren trabajar porque el gobierno le da, de media, 1333€ en ayudas sociales al mes. Con prioridad sobre los canarios recordamos. Obviamente, los inmigrantes ilegales no pueden recibir ayudas de las instituciones públicas ¿Con qué se corresponde, entonces, esta visión? Basta con visitar las páginas webs o chats de telegram de supuestos medios de comunicación que se dedican a esparcir bulos y crear miedo como estrategia empresarial para obtener la respuesta. El grueso de su bibliografía está dedicado precisamente a crear esa narrativa. La raíz de todo, pues, es aquel poderoso caballero que mencionaba Quevedo: Don Dinero.
Esta diferencia en la creación de la meta-narrativa contiene una obviedad que solemos pasar por alto. Cuando hablamos de la ultraderecha, solemos referirnos a ella como un monstruo a derrotar, que por supuesto lo es. Sin embargo, no es solo eso. Es también un grupo de personas, victimas de un proceso de radicalización que requieren nuestra ayuda. Los allí asistentes no acudieron por un odio innato o una maldad ontológica inherente a su carácter. Están ahí por que son víctimas de un grupo de estafadores que se dedican a vender miedo para lucrarse.
No todo son malas noticias. La penetración que han tenido en la sociedad Canaria es todavía marginal, basta comparar los números entre las manifestaciones del 20A y la del 6J. Esto es algo de lo que deberíamos enorgullecernos. La bondad y solidaridad de la sociedad canaria es ejemplar. Por otro lado, como vimos, compartimos muchas lecturas similares sobre la realidad social. Tampoco todos los asistentes están igual de radicalizados. Muchos aún conservan la empatía por los inmigrantes y siguen afirmando que es necesario ayudar a los refugiados. Si bien es difícil predecir cual será la evolución de la situación en el futuro, es fácil adivinar que gran parte del resultado dependerá de las acciones que tomemos. ¿Aprenderemos a combatir los bulos a tiempo?