Pasear a pie por la ciudad de Las Palmas (así, sin apellidos sobrevenidos), aunque sólo sea por la Avenida Marítima, nos ayuda a comprender cómo la ciudad y el país que la alberga se comporta y se presenta ante el mundo que la visita. Los análisis interseccionales pueden darse ya desde el principio de la ruta, allá en la Hoya de la Plata, donde las casas que antiguamente flanqueaban la playa de La Laja dejaron paso (¿o fueron obligadas a dejar paso?) a un paseo de acceso al arenal. Sólo se salvó la Torre del Viento.
Sobre cómo la ciudad se amontonó sobre lo que hoy llamamos Cono Sur hablaría sin mayor conocimiento que la vida propia, en unas calles a medio camino entre lo medieval y lo post-industrial que no tuvieron en cuenta durante su planificación a la gente que le tocaría vivir en ellas. Sin embargo el paseo hoy nos lleva al muelle Santa Catalina, tras cruzar un taponado Guiniguada, pasar frente a unos Arenales de los que ya sólo queda el nombre y pasar la vista ya acostumbrada por la Casa del Coño, o formalmente aún “Edificio José Antonio”.
Un barco atracado, como hace 20 años
Sin embargo, quiero cuestionarles sobre algo: no sé si hace 20 años recuerdan un barco que movilizó a una isla entera. Dicen las cifras que recogen los medios de comunicación que 300.000 personas se interesaron por ver el navío. Quizás les sonará un nombre: Queen Mary 2. Una alteración, una disrupción en la vida isleña que se transmitió incluso a la memoria colectiva, pues yo, que por edad no puedo recordar el acontecimiento, escuché hablar del famoso crucero. Pues el pasado 23 de abril el mismo crucero que levantaba pasiones hace 20 años atracaba sin pena ni gloria en el puerto palmense, dejándose ver junto al Carnival Glory en la terminal de cruceros de Santa Catalina.
Ciertamente, de 2004 a esta parte, las cosas cambiaron mucho y las mudanzas tecnológicas, económicas, sociales y políticas no son pocas, pero no deja de ser llamativo que asumamos como habitual una realidad asombrosa, gracias a un discurso mediático completamente absorbente sobre el turismo y sus beneficios. No insistiré en cifras ya conocidas, como los 14 millones de visitantes que llegan a nuestro archipiélago, pero sí que quiero llamar la atención sobre como nos construyeron una nueva normalidad en la que la admiración expresada por el Queen Mary 2 pasa a convertirse en la mayor de las apatías, pues es uno de tantos cruceros en uno de tantos viajes.
El quiebre de las nuevas normalidades
Nueva normalidad. Entiéndase que después de la pandemia de Covid-19 esta locución tenga un sabor amargo y una especial sensación táctil y respiratoria. La construcción de la nueva normalidad tras la pandemia supuso básicamente la adaptación a un nuevo paradigma en el que la enfermedad pasaba de ser un enemigo a aislar y abatir a ser un conviviente necesario para que la sociedad no dejase de producir. No es que el virus desapareciera, es que nos llevaron a dejar de mirarlo.
Quizás a le lectore le abrume tanta referencia suelta, pues entre el Queen Mary 2 y la Covid-19 hay la misma relación que entre el tocino y la velocidad. Sin embargo, ambos tienen un punto en común: la construcción de una normalidad en la que lo extraordinario se vuelve ordinario, común y hasta descartable, gracias a los intereses de quienes promueven dicha normalización.
Con todo, ambas narrativas normalizadoras presentan fracturas, quiebres, que permiten el afloramiento de otros discursos tan asentados en la realidad como esas narrativas interesadas en apaciguar los ánimos del pueblo. Por un lado, los quiebres de la nueva normalidad de la Covid-19 se hacen presentes cada invierno, cuando los contagios aumentan y los hospitales, ya saturados, se las ven y desean para poder atender a toda la gente que se presenta en Urgencias. Por otro, el mayor quiebre de la narrativa normalizadora de los atraques del Queen Mary 2 fueron las movilizaciones populares del País Canario del 20 de Abril, que me aventuro a tildar de carácter puramente nacional canario, por el análisis previo, la movilización transversal y las escasas repercusiones a nivel estatal, que cuando se hacen eco de las protestas obvian que el lema es “Canarias tiene un límite” y no “(El Reino de) España tiene un límite”, buscando trasladar el debate fuera del marco que le dio origen para desvirtuarlo.
Después del 20-A: creemos nuestra propia normalidad
El 20 de abril de 2024 debe quedar en el recuerdo y en la práctica diaria de los movimientos sociales del archipiélago como una de las mayores movilizaciones del pueblo canario, desbordando completamente la actuación de los partidos políticos intra y extraparlamentarios y exigiendo con rotundidad un cambio integral de modelo, en el que poner en el centro la vida del pueblo canario, de las personas no binarias, mujeres y hombres que dan entidad a esta tierra y que esperan mucho más que un IGIC turístico para afrontar la realidad.
Si algo podemos aprender de los feminismos y los movimientos LGBT+ es que las realidades son cambiantes y que podemos actuar en conjunto para abrir nuevos horizontes en esa Ventana de Overton, que hasta el 20-A parecía tapiada por quienes normalizaron la Covid-19 y los desembarques de marabuntas en nuestro territorio.
Me permito invitarles a crear nuestra propia normalidad, en la que el pueblo canario esté movilizado, se levante contra La Tejita, contra Cuna del Alma, contra las minas de tierras raras en Fuerteventura, contra la Pavona, contra el Macromuelle de Agaete o contra Chira-Soria. Levantes todos ellos necesarios por una Canarias que conservar para las generaciones futuras e, incluso, para aquellos mismos que destruyen nuestro país en busca de un beneficio económico desmedido que sale por los mismos aeropuertos y puertos por los que entra.
Además de estas movilizaciones, quiero llamar a un pueblo canario que también se movilice en positivo, por una cultura fuerte y resistente, por un mar limpio y con vida, por un paisaje respetuoso con la naturaleza, por unos servicios públicos de calidad y, en definitiva por la defensa de cómo y por qué hicimos y hacemos las cosas en estas nuestras islas. Por honrar a quien detrás de nosotres vino, por cultivar las simientes del futuro que vendrá. Llevemos a las calles al pueblo que se ilusiona por construir su país.