El acontecimiento del 20 de abril pasado marca un hito significativo en la historia del activismo social en Canarias, especialmente en su historia más reciente. Sin embargo, hasta ahora, ha sido solo eso, un hito, lejos todavía de lograr una victoria concreta y más lejos incluso de convertirse en una Victoria con mayúscula. Peor aún, es un hito difícil de replicar, movilizar regularmente a 55 mil personas no es viable ni está bajo nuestro control real.
La movilización del 20A fue coordinada por la organización, pero fue más una respuesta al malestar social preexistente que producto de nuestra capacidad real de movilizar a la comunidad. A pesar de este limitado margen de acción, después de las demostraciones masivas de descontento por parte nuestra sociedad, los colectivos sociales tenemos la responsabilidad histórica de llevar este movimiento hacia un desenlace positivo. Pero para resolver tan hercúlea tarea hay una serie de retos que, como Heracles antes que nosotros, debemos superar primero.
El reto de aglutinar
La reivindicación principal del movimiento, o demanda general para los que como yo adopten los marcos de Laclau, es sin lugar a duda el “cambio de modelo”. Si bien este lema corre el riesgo de convertirse en un significante vacío – una frase que pierde su utilidad al significar cosas diferentes para cada receptor y no tener un significado claro – destaca que el cambio que se exige es de naturaleza sistémica y societal. Por lo tanto, debe abordarse desde el consenso de todas las partes que conforman nuestra sociedad. Como seguro que se imaginará el lector, la sopa de letras de los colectivos que impulsaron la manifestación del 20A es una amalgama de objetivos e intereses muchas veces contrapuestos. Domar a esta quimera, pues, se antoja esencial para evitar su autofagocitación. Para ello, será tan imprescindible el ejercicio didáctico como que los responsables de los colectivos tengan la visión y altura moral que nuestra sociedad así les demanda.
Por otro lado, es importante recordar que los colectivos sociales no son todos los actores con papeles importantes a interpretar en Canarias. Es necesario abandonar las lecturas maniqueístas que hacen algunos. Las instituciones, sindicatos, partidos políticos, e incluso, la patronal tienen que ser parte del debate y no un enemigo a derrotar. Para esto, creo, hay que entender que estas instituciones son igual de quiméricas que la nuestra, reconocernos en el otro. Debemos poner el foco en sus propias contradicciones y tensiones internas para así identificar posibles aliados, posicionándonos nosotros como la síntesis de su dialéctica.
Por último, hay que entender a esa gran mayoría que conforma la gente de a pie, aquellos que no militan en colectivos sociales, ni poderes institucionales. En una sociedad cada vez mas alienada y polarizada, con identidades líquidas y posmodernas, va a ser esencial comprender las distintas narrativas y vislumbrar sus ejes vertebradores para así crear los rizomas, entendidos en términos deleuzianos, que permitan contener a esta gran mayoría.
El reto de comunicar
Como identificaba Gramsci, la verdadera batalla a ganar para cualquier movimiento popular es la de la narrativa. Vimos cómo cuando el movimiento empezaba a tener momentum los poderes de facto activaron la maquinaria mediática, el aparato ideológico del Estado, que diría Althusser, para influir en cómo era percibido el movimiento. En el contexto actual de hiperrealidad baudrillardiana, donde gracias a las redes sociales se pierde la distinción entre lo real y lo simbólico, la comunicación se vuelve crucial ya que la representación del movimiento en los medios será mas representativa del mismo que cualquier acción que realicemos.
Por esto es imprescindible tener una comunicación efectiva, directa y simple. Hay que poner el foco en los temas transversales a todos los discursos individuales y saber que luchas abandonar o recontextualizar. Es necesario centralizar el discurso, dotarlo de hilo narrativo y coherencia para evitar anacolutismos o reinterpretaciones que jueguen en nuestra contra. Pero cuidado, porque centralizar el discurso no debe significar nunca homogenizar la comunicación. Al contrario, es necesario identificar los medios y formatos que consumen los distintos actores sociales así como el lenguaje que utilizan. Debemos ser camaleónicos en nuestras formas para poder llegar a todos los estratos de Canarias.
El reto de proponer alternativas
Mencionaba antes cómo la gran demanda unificadora del 20A, el cambio de modelo, corre el riesgo de convertirse en un significante vacío. Si bien esta calculada abstracción en el mensaje era necesaria en una primera fase para aglutinar diferentes sensibilidades, ahora ha llegado el momento de solidificar lo vaporoso y etéreo, de aterrizar las ideas y proponer algo concreto. De no hacerlo, corremos un doble riesgo. El primero es decapitar al movimiento. Los objetivos concretos nos energizan y focalizan. Necesitamos no solo un horizonte hacia el cual caminar sino también un camino común para llegar hasta él. Dicho de otra manera, no vale con proponer el fin de la Historia, hay que proponer los pasos necesarios para llegar hasta ahí desde nuestro contexto actual. El segundo es el de obtener una victoria pírrica. Cualquier propuesta, como puede ser la ecotasa o la moratoria turística, deberá su efecto a su tipificación. De no concretar los términos de su implementación, lo que puede acabar sucediendo es que estas medidas sean aplicadas de forma tal, que, no solo no impulsen el cambio de modelo, sino que legitimen el modelo actual y desarticulen el movimiento.
El reto de estrategizar
En este juego por la forma de entender a Canarias va a ganar aquel que sepa estrategizar mejor sus movimientos. Por esto, quizá, la estrategia tiene que ir mas allá de cómo promover un cambio económico para el archipiélago. Es necesario entender qué significa ser canario en el siglo XXI y cómo se puede resignificar la canariedad para empoderarnos y promover el cambio social necesario para ganar la partida. No es posible cambiar el modelo económico sin cambiarnos a nosotras en el proceso. Habrá que preguntarse, también, cual es la mejor forma de articular este movimiento ¿debería conformar un partido político o quedarse como un movimiento social? Sinceramente, no sé cual es la mejor respuesta a esta pregunta, pero sin duda creo que es un debate necesario. Lo que si parece claro, mas allá de la respuesta que se acabe alcanzando, es que habrá que competir en relativa inferioridad. Sabemos que contamos con menos medios económicos, que la falta de dedicación absoluta ralentiza nuestro tiempo de reacción y que ellos controlan las reglas actuales del juego. Va a ser indispensable tener la suficiente creatividad metodológica para estrategizar alrededor de estas desventajas.
A modo de conclusión
En resumen, el movimiento del 20A se encuentra en un punto crítico y nuestra inteligencia estratégica marcará el devenir de nuestras islas. Con una visión clara y un compromiso firme tenemos el potencial para transformar el modelo actual en uno más equitativo y respetuoso al medio ambiente, la cultura local y sus habitantes. Tenemos una oportunidad histórica para cambiar el destino de nuestro archipiélago ¿Tendremos la astucia suficiente para conseguirlo?.