“Es obvio que los hoteleros y las patronales turísticas tienen que patalear por el hecho de que la gente pida límites y salga a la calle por ello. Es su business. Canarias es una potencia turística y su gente es pobre. Para que esto suceda, unos pocos tienen que ser jediondamente ricos”
Ya sabemos que las vacas son animales sagrados en la India. De allí también es la leche dorada, un remedio que se usa para curar catarros o gripes. La leche dorada se prepara con leche normal, agua, cúrcuma, jengibre, canela, pimienta negra, cardamomo y, si se quiere, un toque de aceite de coco. En Canarias las vacas también son sagradas. Sí, como lo oyen. Sobre todo las vacas de las que se extrae leche hasta que se quedan sin respiración, y pase lo que pase en el establo. La vaca es privativa, pero el ordeñador te dirá que de esa vaca toma leche todo el mundo y que, además, dependemos de ella. La leche también te la pintará dorada, tan dorada como el pelaje de la vaca canaria, para que no haya dudas de que es, de verdad, de oro. La patronal no te deja lugar a dudas de que esa leche dorada, sagrada, es la que te está dando de comer, aunque tú estés famélico y veas que la vaca canaria tiende a cobriza…
La vaca no es joven, ya tiene unos años. Llevan más de cinco décadas sacándole leche como si durara toda la vida, desde que el turbocapitalismo turístico arribó en Canarias. Sin límites, sin ningún miramiento. A decir verdad, la vaca no está en crisis, al revés, cada vez es más profusa en su producción de leche. Millones y millones de turistas, récord tras récord. El mercado turístico no ha expulsado a Canarias, pero ahora los que pedimos SOS con nuestra economía somos las canarias y los canarios. Una apertura de ojos que lleva años sancochándose y que es, más que turismofobia, pura supervivencia.
Aunque la retórica sea o el turismo o el caos, no lo olvidemos, no somos idiotas, de hecho somos la generación más formada de nuestra historia. Vamos a ponernos en el caso de que sí, que somos tontos, tiramos piedras sobre nuestro propio tejado, practicamos la turismofobia y somos radicales. Que no escuchen a la gente que ya se está organizando, pero que escuchen a nuestros investigadores que ya hablan de un modelo fracasado en las universidades canarias. Vale, que también ignoren a la gente de nuestras universidades, pero atiendan a los que, desde fuera, lo ven claro y sentencian que “si el turismo no contribuye a la calidad de vida, no es bueno”. Que no se queden solo en los pomposos foros de turismo…
Échennos en cara que somos los que hemos disfrutado de mayores cuotas de bienestar en Canarias gracias al turismo. Nuestras madres, nuestros padres, ganaron el dinero para darnos esta vida y esta formación que ellos ni podían soñar, construyendo hoteles de ajuste, limpiando la porquería que dejaba el guiri en las habitaciones de hotel o sirviendo copas a un europeo colorado por la ausencia de crema solar durante su estancia en la playa. ¿Les tenemos que estar agradecidos a los dueños de la vaca? No lo tengo tan claro, a tenor de los datos de desarrollo de las islas a nivel social, como ya me he cansado de repetir en otros artículos. Lo delicado de la situación lo atestiguan los datos de los informes AROPE y FOESSA.
Quién sabe si en aquel arranque turístico, con una sociedad más consciente, y no aquella analfabeta y pobre, se hubiera exigido un mayor reparto de la riqueza. Es solo una hipótesis. Lo que no tiene un pase es que, más de cinco décadas después, esta generación, que vio cómo sus padres pagaron sus libros con miles de sudores, siga aceptando coger la bandeja como única opción de vida, como un fatum inevitable. Otra hipótesis: que esto sea un despertar sin vuelta atrás.
Da igual la pandemia, a esta vaca se le meten antibióticos, un par de stands en ferias turísticas, inversiones en periódicos con dinero público, y a seguir. El modelo no puede cambiarse porque unos pocos siguen ganando mucho. ¿Qué gana el pueblo en esta orgía turística? Me imagino a un terrateniente de grandes explanadas de viñedo en la isla de Tenerife del siglo XXVII negándose a dejar su modo de vida y a la burguesía pidiendo explicaciones a Gran Bretaña, mientras el que apaña la vid cambia de profesión y a otra cosa. Puedo vislumbrar a mediados del siglo XX a esos grandes propietarios de tomateros del este y sureste de Gran Canaria pidiendo subvenciones para seguir manteniendo a aquellos aparceros, cuasi en la esclavitud. Ellos también tuvieron una especie rumiante que daba leche, pero la mataron o la dejaron morir. En ocasiones, son los mismos que ahora presumen de vaca que da leche dorada, y traen a colegas europeos a compartir el festín, todo mientras le permitan seguir con el negocio.
Que no nos confundan, porque eso también es manipulación, y la máquina está trabajando a toda velocidad. Al menos como yo entiendo la movilización del próximo 20 de abril en cinco islas canarias, no se protesta únicamente contra el modelo turístico. Hablamos de una opa hostil a todo el modelo de desarrollo; al desaforado crecimiento demográfico, que hace de algunas islas territorios superpoblados a todas luces, con niveles cercanos a Japón; al aumento imparable del precio de la vivienda, provocado por el alquiler vacacional, pero también por la desaforada compra de viviendas por parte de europeos con mayor poder adquisitivo; a la destrucción del territorio, con macroproyectos, grandes infraestructuras y la apuesta por lo de siempre; y, en definitiva, a la lógica desarrollista extractiva que nos han impuesto mientras vemos solo unas migajas.
Todo ello pivota sobre un monocultivo turístico depredador y claramente insostenible en el tiempo. Un sistema que aplica recetas continentales a territorios insulares frágiles, y donde términos como limitación turística, capacidad de carga, limitación en la compra de viviendas a fuereños o ecotasa turística, suenan a insulto a la vaca sagrada.
Es obvio que los hoteleros y las patronales turísticas tienen que patalear por el hecho de que la gente pida límites y salga a la calle por ello. Es su business. Canarias es una potencia turística y su gente es pobre. Para que esto suceda, unos pocos tienen que ser jediondamente ricos. Y estos patrones no tienen el síndrome de Davos, en cuya última cumbre los ricos pidieron más impuestos para sí mismos. Estos se ven como súper hombres que están evitando que tú y yo nos comamos la mierda de las calles. Y les tenemos que estar eternamente agradecidos. Aunque no es solo un problema pecuniario, aquí no están dispuestos a darte ni un trozo de tarta.
De aquí al 20 de abril vendrán todo tipo de torpedeos. Los mamporreros de turno ya tomaron micrófono y columna donde despacharse a gusto con la iniciativa. Se escandalizan en la clase política y en la opinión publicada porque la prensa amarillista británica se está haciendo eco de las protestas. La patronal habla de llamadas preguntando si es seguro viajar a Canarias. Humo y miedo. Ya lo hemos visto. En las Torres de Vilaflor, en la macrocárcel de Gran Canaria, en el Puerto de Granadilla, incluso en las prospecciones petrolíferas, y eso que allí el consenso fue bastante amplio. Ahora aquellos artículos, aquellas portadas, parecen un chiste de mal gusto, pero veremos cómo se retratarán algunos en este debate.
Lo grave no es que esta gente mire por su clase social, lo preocupante es que la clase política dirigente no quiera ver que esto nos lleva a una hipoteca costosísima que no tenemos por qué pagar. Es imperativo que esta connivencia político-empresarial se acabe por obscena, en beneficio de una política para las mayorías. Claras están las presiones, pero es absolutamente de chiste que, después de recibir millones de turistas durante cinco décadas, cuando es común la afirmación de que Canarias es un país tolerante, ahora hablen de turismofobia para describir las actitudes de los varios miles de personas que se darán cita el próximo 20 de abril. Un apunte jocoso: si son capaces de boicotear la ceremonia de entrega de un premio turístico a una entidad que no es de los dueños de la vaca, imagínense qué pasa entre bambalinas y qué presiones pueden haber cuando se apagan las cámaras y los micrófonos.
Por cierto, ¿qué piensan las bases de estos partidos, parte de nuestra sociedad y sufridores de los mismos problemas? ¿O es que acaso nadie levanta la voz por si hay un puesto de asesoría en algún momento? ¿No ven la manipulación a la que estamos siendo sometidos? ¿No les da vergüenza escuchar a sus líderes, que luego comparten mesa y mantel con aquellos más beligerantes con una parte respetable de nuestra sociedad que ya está cansada? Es el momento de que estén a la altura y den la cara. Los hechos no son casuales, y ya la sociedad está yendo a la vanguardia por otro modelo. O están en la sociedad o están en una realidad paralela por encima del bien y del mal.
Y, en ese modelo, no hay que eliminar al turismo, por más que se empeñen los propietarios del bovino en tachar todo de turismofobia. Hay otros modelos turísticos más amables, más sostenibles, que respetan el medio ambiente, que dejan menos huella de carbono porque se realiza en pequeños grupos, que atrae a un turista de más calidad, que deja más ingresos y que, además, no está colonizado por turoperación, por lo que reparte mejor la riqueza. Entre esto y la diversificación económica apoyada, entre otros sectores, en una I+D+I con gran proyección en Canarias, con proyectos realmente cualificados y novedosos, son el camino a explorar.
No hay recetas mágicas para el futuro pero dos cosas están claras. La primera, que este modelo no da más de sí, que la leche dorada que da la vaca ya no permite un horizonte de calidad de vida para nuestra gente, que tiene que seguir emigrando para progresar, que no nos permite contar con un derecho básico, un techo, y que cada día es más evidente que destroza nuestro territorio con total impunidad. La segunda, que no existen recetas mágicas para un nuevo ciclo económico, pero se ha demostrado que no podemos seguir apostando todo a un solo monocultivo y debemos, de verdad, diversificar nuestra economía y nuestros esfuerzos. Nos va la vida en ello: debemos matar a la vaca de la leche dorada y comenzar la nueva era desde sus cenizas.