«Nunca más tener razón y volver a lo real»
Brigitte Vasallo, Lenguaje inclusivo y exclusión de clase (2021)
Los diagnósticos desde la lejanía pueden ser mucho más sencillos de realizar, pero de esa simplificación surgen sesgos, errores y generalizaciones que impiden que el diagnóstico sea, en definitiva, todo lo certero que se le podría exigir. Por ello, aterrizar en una parte específica del país hace que se muevan los lindes mentales y se perciba de primera mano la realidad en su complejidad y su multiplicidad. Estos parámetros de análisis concebidos desde el exterior no recogen octavillas buscando propiedades a la venta en un barrio periférico de la ciudad.
Tras mi llegada a Canarias, vengo percibiendo cómo el país se encuentra en una situación más crítica de lo que pensaba con dinámicas de destrucción natural, territorial, demográfica y cultural. Teniendo este último campo como el más llamativo, el momento no puede ser más alarmante: la presencia de la cultura canaria en el espacio público se percibe como una curiosidad, como poco; los espacios culturales conscientes son precarios y escasos, sin relevo generacional muchas veces; las formas habituales del habla hace unos años son sustituidas por variantes dialectales ajenas, cuando no directamente por lenguas europeas con mayor prestigio y mayor rentabilidad económica de sus hablantes…
¿Cuánto queda para convertirnos en un souvenir de nosotras mismas? ¿Ya nos convertimos en él? Nos encontramos ante lo que puede ser el punto de inflexión para la supervivencia de la cultura canaria como elemento diferenciador y sólo el conocimiento fundamentado en la experiencia de vivir este estado nos puede alumbrar los caminos de esperanza y las resistencias que están por venir. En este momento de urgencia, en el que el sistema parece no dar más de si, se hace urgente actuar con pensamiento estratégico y alianzas tácticas para sacar adelante este nuestro país. No seré quien haga los cánticos habituales de la unidad de la izquierda o del nacionalismo, pues no procede unirse con la única voluntad de unirse. Ahora bien, es necesario definir desde la sociedad civil canaria y, sobre todo, canarista, un diagnóstico común de la situación, una reflexión profunda y una acción radical en aras de cimentar los fundamentos de una Canarias que se nos presenta diferente al país de hace unos pocos años.
En este diagnóstico entran y deben entrar las presiones demográficas ocasionadas por la población europea en el archipiélago, la dependencia en extremo del turismo, la ausencia de soberanía alimentaria, la pérdida del vínculo con la manera de vivir tradicional en el país, los aprovechamientos y preservaciones de los recursos naturales, las cuestiones relativas al Mar Canario, la posición geopolítica del archipiélago como plataforma entre la Unión Europea y el continente africano, las transformaciones que la cultura canaria sufre y el peligro de polarización dentro de la sociedad, entre tantos otros debates que deben ser dados, compilados y destilados en conjunto, aunque después las recetas para las soluciones difieran entre colectivos.
Por ello, aprovecho esta tribuna para hacer un llamamiento rotundo a la organización del pueblo canario. El 20 de abril nos veremos en las calles la gente que podamos estar, gritaremos consignas, buscaremos espacios y pondremos los cuerpos para reclamar que Canarias tiene un límite y que no podemos seguir sobrepasándolo. Y el día después nos tocará seguir vertebrando alianzas, conexiones, acuerdos y desacuerdos con nuestra gente, dentro y fuera del archipiélago, para poder transformar la situación actual de peligro en una estabilidad para el saber vivir de nuestro pueblo en nuestro territorio.