Los últimos meses han venido registrando una actividad social creciente en torno a la discusión sobre el modelo económico en Canarias y sus efectos más perversos sobre la vida de las personas. Se ha ido asentando una percepción en la opinión pública de que el turismo no tiene un cheque en blanco a pesar de ser, como se suele decir de manera poco rigurosa, la principal industria del país. Desde luego, es innegable que el turismo se practica en nuestro país pero cuesta más afirmar que sea una “industria del país” como pudo haber sido en otro tiempo la flota de bajura o la agricultura de exportación.
A generar este estado de ánimo colectivo han contribuido una serie de factores de diversa índole y ante los que los partidos políticos solo han sabido reaccionar entre el rechazo infantil y el intento de apropiación. Ambas posturas no han hecho sino generar más repulsa entre la ciudadanía, además de agrandar la brecha ya existente entre un nosotros y un ellos que avanzan con firmeza hacia el conflicto político y perdonen la redundancia.
A mi juicio, el próximo 20 de abril se evidenciará el comienzo de una ruptura de algunos consensos fuertemente asentados en las pasadas décadas en Canarias. En primer lugar, la idea de que el turismo es lo que nos hace vivir mejor. Frente a este aserto, el establishment se defiende usando técnicas de psicología inversa: “¡pues imaginen cómo estaríamos sin turismo!» o «¡Son unos turismofóbicos que nos quieren devolver al atraso!». Sin embargo, sucede que el pueblo canario no es ya un niño temeroso de tres años a quien se le pueda engodar para que se tome el jarabe. El “¡Virgencita que me quede como estoy!” como programa político no ilusiona a nadie ni calma ningún malestar.
Las desigualdades sociales que el turismo no consigue atemperar, el creciente efecto que tiene en el factor de la vivienda, la impunidad con la que observamos que algunos turistas e influencers se conducen en nuestros espacios naturales, el hartazgo de toda una generación formada académicamente sin otras perspectivas que no sean la de emigrar o la precariedad, las horas de vida que se deja la gente en la carretera intentando llegar a tiempo a su trabajo, la percepción de que los poderes públicos y la clase empresarial están conchabados para servir a cualquier interés menos al interés general del pueblo canario… Todos estos consensos se han ido resquebrajando y la gente comienza a cuestionarlos abiertamente: ¿de qué nos vale batir récords de turistas si nuestras vidas son una carrera agotadora sin apenas satisfacciones? Esta pregunta tan sencilla es la que está aflorando en forma de descontento y próximamente de protesta cívica en la Canarias que enfila hacia el segundo cuarto de siglo XXI.
En mi opinión, hay un asunto no menor que observar. En Tenerife, cuando escribo estas líneas, hay una sensación bastante compartida de que se viene algo grande. No es ningún disparate haber evocado el “Espíritu de Vilaflor” como ejemplo de protesta de gran transversalidad, que reunió a amplísimos sectores de la isla y que cogió con el paso cambiado a la Coalición Canaria del momento, que hubo de rectificar. Los pronunciamientos de colectivos y personalidades de diferentes sensibilidades ideológicas demuestran que la protesta está en otro nivel. Si las vanguardias de turno o iniciativas de un dramatismo a todas luces exagerado no lo impiden, el 20 de abril representará un hito en la historia de la respuesta social en Tenerife.
Mi impresión es que será difícil que en Gran Canaria se alcance ese nivel de convocatoria por muy diversas razones, de las que sólo citaré una: se está bastante por detrás, concretamente, en la fase de reunión de voluntariosos colectivos que canalizan los aspectos organizativos de la manifestación pero cuyo poder de convocatoria es limitado. Aun con todo, espero equivocarme. Veremos qué sucede en La Palma, Fuerteventura y Lanzarote. Opino que el reto debe consistir en alcanzar un desborde popular que supere las estructuras para convertirse en una protesta eminentemente ciudadana y transversal donde podamos ser mayoría. ¿Estamos todxs de acuerdo en esto?
Tiempo habrá después del 20 de abril, en futuros artículos, de analizar estas dinámicas con datos de participación y otros elementos de juicio en la mano. Lo que desde mi punto de vista es innegable es que, ya veremos con qué éxito final, en Canarias ha dado comienzo un nuevo ciclo de protesta que puede, en el mejor de los casos, afectar seriamente el mapa político en 2027, al menos tanto como lo hizo en 2023. Definitivamente, el cheque del turismo como solución para todo ya no tiene fondos.