¿Se le puede seguir la pista en Internet a la mitología canaria y, ya puestos a pedir, a la literatura desde Cairasco de Figueroa hasta la narrativa contemporánea? Una pregunta de muchísimo interés para la buena salud de una literatura que navega en las costuras y en los entresijos de una hermana mayor que acapara muchos más halagos y menos agravios en la memoria virtual. El peligro se diagnostica sin mucho esfuerzo, pero ¿quién tiene la competencia y la capacidad de otear el horizonte algorítmico y corregirlo?
Como civilización sabemos que somos mortales, nos decía Valéry en la Primera carta de su Política del espíritu. Como cultura, el desapego a la inmortalidad es tal que parece ser que no hubo dioses en Canarias antes de la Historia natural de Plinio, pero los hubo.
Como parte de una investigación predoctoral, mi cerebro analógico me persuade de seguir el rastro literario a Magec en la blogosfera y por aquello de los algoritmos doy con una noticia que publicaba en el 2017 la Agencia EFE: «La Real Academia Española (RAE) y la Universidad de La Laguna han anunciado hoy la creación de un marco de cooperación para impulsar el desarrollo de la cultura, el conocimiento de la lengua española y la obra de autores del siglo xviii, como José de Viera y Clavijo (1731-1813)». «Villanueva ha asegurado que la figura de Viera y Clavijo merece “la máxima consideración”, pues se trata de un ilustrado “arquetípico”, que mezcló su interés hacia la historia de Canarias con otras ciencias como la botánica o la química».
En apariencia, la figura de José de Viera y Clavijo merece la máxima, que aquí viene a decir la misma, consideración, porque se trata de un ilustrado arquetípico; pero, en el fondo, el enunciado ampara una situación de debilidad, de insidia.
Esta imposibilidad para entender lo ajeno no es sino un recado bautismal de la colonialidad para entenderse con el mundo arquetípico. Para el arquetipo, la diferencia esencial con la singularidad descansa en la voluntad que se ponga en no anularla: el arquetipo se encumbra en la reciedumbre de lo local y de ahí hay que partir para proponer lo más arriesgado de un algoritmo para la literatura canaria. Los algoritmos que se generan en la materialidad virtual de las plataformas son utilitarios y no tienen que estar marcados por el anatema de la trivialidad comercial. Con una orientación artesana, los algoritmos regeneran y cofundan realidades que nos permiten acceder a un acervo literario enorme en el que explorar catálogos editoriales. Viera y Clavijo ha estado ahí todo el tiempo. Algunos de los algoritmos pueden contribuir a reivindicarlo, a llevarnos no solo a Villanueva, sino de Galdós a Viera, de Viera a Cairasco. De Víctor Ramírez a Alexis Ravelo y de Josefina de la Torre a Nivaria Tejera o a Josefina Pla, porque nunca es tarde para que la cultura académica española mueva el centro de los estudios periféricos hacia Canarias por algo más que la fundación de una cátedra o alguna novedad de su literatura.
En el siglo xix, la episteme foucaultiana se instala en la distorsión asertiva, en recuperar la memoria subversiva de la historia que es, en última instancia, el reconocimiento de la otredad y de la diferencia de su objeto de estudio.
Comprender la «cuestión colonial canaria» en su paradigmática complejidad forma parte de una algoritmia restauradora y porverinista a la vez, que ha de interesar por igual a españoles, a africanos y a latinoamericanos. Con estos últimos existe, además de un trueque fecundo, un destino que comparte el ancho fluir de lo simbólico de las antiguas colonias y que nos permite desautorizar a la centuria de la Ilustración europea para humanizar el algoritmo literario y retomar el diálogo con un José Martí contemporáneo: «Salimos de Dajabón, [72] del triste Dajabón, último pueblo dominicano, que guarda por el Norte la frontera. Allí tengo a Montesinos, [73] el canario volcánico, guanche aún por la armazón y rebeldía, que desde que lo pusieron en presidio, cuando estaba yo, ni favor ni calor acepta de mano española [74]».1
Y en el aparente desorden algorítmico que cronifica las medias verdades, Viera y Clavijo es como José Julián Martí Pérez, el cronista de un temperamento esencialmente integrador. Hay en él un telón de fondo transnacional que comienza a reescribir la historia en términos locales. Entre el endemismo canario y lo universal europeo, entre la Eneida y los Vasconautas, encontramos a un intelectual destinado a dar guerra en un escenario fértil de investigación decolonial. Ya en el año 1866, en el prólogo a la edición del Diccionario de historia natural de las islas Canarias podía leerse: «Las páginas de esta obra, que hoy por primera vez salen a la luz pública, recuerdan nuevamente un varón ilustre, que, entre todos los hombres eminentes que han producido las islas Canarias, se distingue no solamente por su esclarecido y elevado ingenio, sino también por haber consagrado su erudición y su pluma a promover en su patria toda clase de conocimientos útiles».
En la página 30 del mismo prólogo, vemos establecer el contrapunto plausible del hombre con su patria, que cruza toda la obra de José Viera y Clavijo: «Tomóse la ruta para Roma por las ciudades de Reggio, Bolonia, Imola, Forlì, Cesena, Rimini, Pésaro, Fano, Sinigaglia, Ancona y Loreto. Aquí dijo misa Viera en el altar de la Casa Santa, y echó la firma de su nombre y patria en un libro que hay a este fin en la sacristía del magnífico templo».
No hay solo anuencia ilustrada en Viera y Clavijo, hay autentica sacudida de origen insular, si se quiere, muy llena del disenso de los ilustrados enciclopedistas canarios. En el estudio de la obra de Viera y Clavijo, hay que dedicar una amplia mirada a la presencia grancanaria, porque él es un grancanario lleno de luces, cristalizado hasta el límite del disentimiento antioscurantista, pero en ningún caso solo «arquetípico de la Ilustración europea». No hay debilidad en la diferenciación. Viera y Clavijo es un templo a la canariedad, en los momentos de mayor compromiso con lo universal; da cuenta de su tiempo desde las formas de la ilustración, pero no pertenece a ellas. Por eso dejó dicho: «Tales son las épocas de la primera grandeza de aquella capital; y aunque la verdad éstos no sean sino como unos puntos imperceptibles en la carta geográfica del mundo y unas noticias que se pierden entre los acontecimientos de la historia universal, no por eso deben parecer despreciables a los que, ansiosos de tener una historia de su país, encuentran arruinados los antiguos archivos o mudos los primeros pobladores». En esa frase, crece hasta el algoritmo propositivo canario. Hay una gravedad al enunciar el vacío identitario que lo desmarca ya de todo el arquetipo de la Ilustración. Así, en un intento de aproximación prudente a la Ilustración hispanoamericana, se puede tácitamente comprobar una inmensa similitud por el lado cronológico de los postulados de la Ilustración en las islas Canarias, llegándose a ver D. José de Viera y Clavijo, si se quiere, en la resistencia de las Guerras de Independencia Hispanoamericanas. Pero Viera y Clavijo ha topado con Villanueva en el siglo XXI, que no lo entiende ni durante siglos ha querido entenderlo y por la convención sobrevenida de un marco de cooperación, cita a su mala conciencia, o acaso a la imposibilidad de entender los algoritmos.
- Diario de campaña de Cabo Haitiano a Dos Ríos José Martí.
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