El entusiasta equipo de Cartonera Island, valiente iniciativa editorial canaria que «fabrica» libros con cartón reciclado, aunando arte y poesía, lanza un nuevo ejemplar: Cosas mías, del poeta y artista visual Ángel Sánchez, Premio Canarias de Literatura.
Lo que van a leer a continuación es un ejercicio poético de amistad que persigue mostrar, a partir del agitado al aire de este maravilloso cartón volandero de Ángel, siete gestos, siete expresiones que puedan llegar a los oídos de ustedes para mantenerlos conectados con el poeta. El cartón está compuesto por siete textos (el prólogo y otros seis poemas), que hacen inventario de una vida dedicada al pensamiento, el arte y la poesía. El despliegue que viene a continuación es necesariamente resultado de una lectura personal, pero intenta tocar las siete cuerdas de esa lira suspendida por Ángel Sánchez de los árboles que rodean su lugar de vida.
Ancestro
Los ancestros, «quienes ya no están entre nosotros», como son invocados en el primer poema titulado «In crescendo», están en permanente vigilia en la obra de Ángel Sánchez. Los padres y madres, las abuelas y los abuelos, los antepasados que forjaron a la persona, siempre están ahí, desde los orígenes inmediatos en el Gáldar natal, hasta los sanguíneos en Valleseco, toda una riada de ancestros que van pululando por la isla a través de un proceso de «mestura» que Ángel reivindica en todo momento. Y también los antepasados de más abajo, los antiguos canarios, que enterraban a sus difuntos un poco más arriba en la ladera del poblado, o entre el mar y las casas de piedra del llano. Para que estuvieran siempre cerca y florecieran en la naturaleza.
El canario en el ciruelero
No solo están los antepasados en los nichos de la memoria. También aparecen transfigurados en la epidermis de la tierra, por doquier. Ahí están el canario de monte y el ciruelero en el que habita libando su sabia, cazando sus insectos. El pájaro canario, como el herrerillo, la alpispa, el apupú o tabobo, el palmero… Sobre los frutales del jardín, el ciruelero, o en torno a los manzaneros y castañeros tan típicos de Valleseco. Todos ellos ya aparecían desfilando en el Cuaderno de Campo (2016). Pero no se trata solo de la «epidermis» (poema nº 2), que es as y envés del autor, sino la opción lingüística, el ciruelero natural, no el ciruelo; el almendrero de nuestra gente mayor, no el almendro; el castañero de Ossorio, que nos da el fruto para el día de los muertos, no el castaño. Sufijos heredados de nuestros antepasados portugueses, pura lengua de vida.
Cuerpo
En el tercer poema el cuerpo entra gracias a Domingo Rivero. Nadie puede hoy en día escribir un poema dedicado al cuerpo, al cuerpo maduro, sin haber leído el poema de Domingo Rivero «Yo a mi cuerpo». Ángel Sánchez agradece a Domingo Rivero ese poema y lo continúa 100 años más tarde para regalarnos otra obra maestra en la que la solemnidad del yo a mi cuerpo de Domingo Rivero se torna en pura, fina y amable ironía, otra de las palancas que Ángel Sánchez ha utilizado para construir su propia obra poética y artística. La mirada en este poema («A mi cuerpo») es liberadora, porque porta respeto en la misma medida que sonrisa, amor en la misma medida que resignación. No hay tristeza, ni dolor, ni medias tintas. «Por qué no te he de amar, cuerpo en que habito», es la cita riveriana que abre el poema.
Ola
El cuarto gesto en este orden cabalístico es el que corresponde a la palabra «ola». ¿Podemos acaso entender la poesía de Ángel Sánchez sin el mar? Seguro que no. Habría que decir que tampoco es fácil entender el transcurso de la poesía canaria sin ese elemento natural, ese poderoso, hipnótico e imprescindible caldo, del que todos nacemos.
La ola que aparece en este poema «Desde arriba» viene aquí porque tiene que ver con el ritmo, con la forma, el envoltorio con que Ángel construye sus poemas desde hace muchos años, apilando los versos de izquierda a derecha, en columnas fragmentadas, rítmicamente sincopadas, como si se estuvieran equilibrando (¿dialogando?) entre ellas. Se me ocurre esta imagen: son poemas que, como la vela latina, deben responder a un movimiento de contrarresto mientras se hace el viraje a merced de los vientos, para que el bote no trabuque en alta mar. Los poemas del autor, desde aquel lejano Flexiones/Travesía de 1987, muestran gráficamente los impulsos que provocan en el mar esas olas. En este texto es la forma de la ola (su voz, su sensación arropadora) la que por sí sola surge cuando el poeta duerme, ese arrullo que mece sus sueños, los fisiológicos y los del deseo.
Casas, casas, casas
La palabra «casa» corresponde al quinto gesto, el del poema más largo del cartón, y en plural: casas, casas, casas. Porque Ángel adora sus casas, sus casas de vida, las casas en que habitó desde la niñez hasta las que ha ocupado en la edad madura, desde esa casa familiar de Gáldar, en la calle Aljirofe, hasta la de la calle San Justo, junto al Guiniguada, o la casa frente del mar, sureño, o las itinerantes en Tenerife, Salamanca, París, Grenoble, Göttingen… Y por fin la casa-síntesis a las espaldas del pico de Ossorio, detrás de lo que conocemos como la Laguna de Valleseco.
El poema se titula «Inventario doméstico» y es largo porque larga es la vida del escritor y muchas son las cosas, los objetos que lo acompañan en las casas sucesivas y que ahora están todos vivitos y coleando en su definitivo hogar. Libros antiguos y modernos, recortes, fotos, cuadros, vinilos, cintas de 8 mm., máscaras, tapones de corcho, figuritas, maquetas, trastos que van cambiando de uso con el tiempo y que, de tener una función originaria, han pasado a convertirse en obra de arte doméstica, bajo un reloj que marca eternamente las 10 y 10. Esas son las casas de Ángel Sánchez, variopintas, prolijas, llenas de seres, vivas. Y la casa del inventario es la casa esqueleto, armazón, taller, barco.
Tiresias
El poema número 6, el último, nos habla de Tiresias, aquel sabio y adivino de la mitología griega. La relación de Ángel con la mitología es larga y fructífera. No se trata solo de la grecolatina, pues transita también por la egipcia, la hindú, la cartaginesa, la amerindia, la canaria antigua. Pero es la grecolatina la que más tira de Ángel por varias razones. Una de ellas, se me ocurre, es aquella que tiene que ver con la fundación mítica, que no fundación real, de este archipiélago canario. Porque cuando las Islas Canarias entran de lleno en la historiografía del llamado «mundo occidental», son los escritores griegos, luego los romanos, luego los del medievo, influidos por la mitología grecolatina, los que fundan Las Islas Canarias. Platón y su Atlántida, Plinio y su descripción de la Mauritania, las crónicas europeo-medievales de las islas como Le Canarien, las leyendas de San Borondón, la primera descripción medieval de Canarias transcrita por el gran poeta Boccaccio a partir de los viajes de Niccola da Recco…
Hay nombres en este libro clave para entender la obra de Ángel: Calibán, Ariel, Caronte, este Tiresias. Todos ellos son un alter ego de Ángel, del ángel que se ríe de ellos (de sí mismo) con profundo respeto, un respeto de poeta, que es un respeto mayor que el de los propios historiadores.
Prólogo
Confieso que al llegar al postizo número 7, el que iba a salvar el 6 apocalíptico, el del día de la bestia, no era más que una artimaña mía para eludir ese número fatídico, para conjurar con una pieza movible llamada «Prólogo», ese sexteto confesional de Ángel. Espero que no haya sido en vano, porque para ello he situado ese prólogo inicial al final, en mi 7 de artificio. Porque este poema prólogo es una declaración en la que el poeta se libera de culpas ajenas que no le tocan, se inmola antes de que lo haga el Apocalipsis de la Historia. La única forma de tumbar el fatídico 6, es la risa irónica, el desparpajo, el guiño del ojo, la comisura entreabierta.
Esa es la lección que tenemos que recibir los que venimos detrás de este gran poeta que es Ángel Sánchez. No es sarcasmo que implica maldad, no es la carcajada de la máscara griega, ni es la mirada burletera con visos de superioridad, supremacismo, que se diría hoy. Es la ironía amable, la sonrisa cariñosa, el picado de ojo amistoso y familiar que nos ayuda a los demás, con su sabiduría, a seguir adelante.
Una versión de este texto fue leída en la presentación del lanzamiento del nuevo libro de Ángel Sánchez, Cosas mías, el pasado 10 de noviembre en la Casa de Colón de la capital grancanaria. Agradecemos al autor su gentileza al permitirnos su publicación.