
¿Qué tiene que decir la canariedad ante la Agenda 2030? Escasean, o directamente no existen, los análisis situados sobre esta estrategia global. Aquí intento, desde el pensamiento crítico, abordar estos debates del presente con perspectiva canaria
Igual la imagen que encabeza este artículo es una provocación. Lo será para los negacionistas, de un lado y de otro, de la Agenda 2030, acuerdo global para la consecución de los ODS (Objetivos de Desarrollo Sostenible) en el año 2030, una enmienda a la totalidad de cómo se ha concebido el desarrollo hasta ahora. Para otros la provocación será la bandera canaria de las siete estrellas verdes, creada un 22 de octubre de 1964 en Argel, pero hoy en día con un significado complementario al independentista que abarca desde lo festivo y reivindicativo a lo cultural e identitario.
Para mí la ilustración es simplemente el reconocimiento de Canarias como sujeto político y nacional, y su integración en el mundo. Una integración de mirada amplia y actual, incluida en los problemas del mundo moderno y los retos del futuro. Entre ellos está incluido el progreso social, económico y medioambiental, las tres dimensiones que están insertas en la Agenda 2030 y en las sucesivas agendas que persiguen los mismos objetivos. Podemos poner todos los peros que queramos, pero la Agenda 2030 persigue objetivos loables a medio plazo en sus diecisiete puntos.
Fin de la pobreza, hambre cero, salud y bienestar, educación de calidad, igualdad de género, agua limpia, energía asequible y no contaminante, trabajo decente y crecimiento económico sostenible, industria, innovación e infraestructura, reducción de las desigualdades, ciudades y comunidades sostenibles, producción y consumo responsables, acción por el clima, vida submarina, vida de ecosistemas terrestres, paz, justicia e instituciones sólidas, y alianzas para lograr los objetivos. Aunque parezca la carta a los Reyes Magos, una persona con sensibilidad social aportaría su granito de arena para avanzar.
Hablamos de apostar por el progreso de la sociedad canaria y de todas las que integran el globo. Si no queremos seguirla a pies juntillas, sí podemos al menos arrimar el hombro de cara a obtener los objetivos que ahí se definen. Todo lo demás es una suerte de «populismo» de nuevo cuño que niega la COVID, que cree que hay una tiranía de homosexuales y mujeres, y que considera que a sus retoños se les adoctrina en las aulas. Ustedes me entienden…
Ante ese panorama, ¿qué tiene que decir la canariedad ante la Agenda 2030? Escasean, cuando no existen, los análisis situados sobre esta estrategia global. Canarias cuenta con una estrategia para el seguimiento de los ODS desde Canarias, Canarias 2030. Está estructurada en tres dimensiones: personas, centrada en los objetivos de índole social, prosperidad, en referencia al desarrollo económico sostenible; planeta, relacionado con los objetivos medioambientales, gobernanza pública, acuerdo para la colaboración público-privada en una gobernanza compartida, y, por último, se incorpora la dimensión de la cultura, que no está en la agenda global como un objetivo per se, y que explicaré más detalladamente.
Si ustedes han prestado atención a la producción de Tamaimos, si leyeron Canarismo de José Miguel Martín o Canariedades, obra colectiva recientemente publicada, entenderán que la canariedad es, principalmente, un concepto identitario y cultural, que está alejado del término canarismo, con connotaciones más políticas. Por lo tanto, merece un análisis aparte la dimensión de la cultura planteada por el Gobierno de Canarias, desde la canariedad.
Encabeza el reto cultural la voluntad de que la cultura promocione el desarrollo sostenible. Me quedo con la prioridad 9.1 que alude a “garantizar los derechos culturales como elemento de construcción de una ciudadanía cultural para el desarrollo sostenible en sociedades inclusivas”, pero quizá falta una contextualización de la defensa de un elemento tan importante como la cultura en un espacio tan concreto y definido como el canario.
Es curioso cómo se reitera tanto lo de la singularidad para las peticiones de carácter económico, generalmente subvencionista, y cómo queda excluido de las reivindicaciones el hecho de que el canario es un pueblo único, con una identidad propia y un desarrollo concreto. Con raíces norteafricanas e influencias, de ida y vuelta, americanas y europeas. Eso es lo que echo en falta en esta dimensión, aunque acaso sí esté integrado, pero desde la más absoluta indefinición que apuntaba Padorno.
Aprecio que mezclar la industria cultural, el desarrollo del cine en las islas, la arqueología y las redes museísticas, es algo que desvirtúa el objetivo final. En una agenda canaria (esta diferente a la que se cacarea para llegar a acuerdos a izquierda y derecha) dedicada al fomento de la cultura es necesario, a mi juicio, fomentar el desarrollo cultural interno desde la base, las expresiones culturales de los ámbitos públicos y privados, y poner en valor todo aquello que está en riesgo de perderse por el camino, que en Canarias, por desgracia, es bastante. Una tarea titánica que debe estar respaldada desde una estrategia bien definida.
Otro documento estratégico que me gustaría analizar, emparentado con lo anterior, es la Misión, Visión y Objetivos de Canarias 2024-2027, en el tránsito hacia la Agenda 2030, y en futuro bastante próximo. Un rasgo ya habitual es la insistencia de que Canarias es una «sociedad europea en el Atlántico». Padorno de nuevo presente. Luego se plantea que sea «menos dependiente del exterior» y con «máxima capacidad de decisión sobre su territorio», algo que igual no casa tanto con esa primera declaración de intenciones, que quizá marque la hoja de ruta y limite la capacidad de relacionarse con otros territorios en libertad y diría que hasta soberanía. Este europeísmo atlanticista impide, una vez, que se hable de nuestra africanidad. Tender puentes con África parece una necesidad en el futuro próximo que no estamos contemplando. Y nunca como plataforma de agresión, territorio que explotar, ni paternalismos varios, como suele ser habitual.
También se plantea la diversificación económica, algo ya habitual en todas las estrategias. Es como las dietas, “el lunes que viene empiezo”, que diría el grande de Yeray Rodríguez. Emparentando con esta diversificación, igual la cultura y la creatividad podrían ser un importante campo de desarrollo en este tiempo. También la economía del conocimiento, donde Canarias despunta en muchos aspectos.
En el objetivo 6 se habla de este «crecimiento poblacional» y a la vez «desarrollo sostenible», conceptos totalmente contradictorios, si se pretenden conjugar. ¿Se tendrán en cuenta estas cuestiones en la próxima coyuntura canaria? Como explicaba en los dos anteriores artículos de esta nueva etapa, nos va nuestro bienestar en abordar este problema con cabeza fría y sin prejuicios. Es un tema sangrante, sin el cual no parece posible un desarrollo sostenible, la prosperidad ni el bienestar social de las canarias y canarios.
En conclusión, soy defensor de la Agenda 2030, porque es el reconocimiento de que las cosas se están haciendo mal y que hay que cambiar el modelo. Incluye, como ya he comentado en este texto, todas las aspiraciones de bienestar que siempre hemos defendido desde las perspectivas transformadoras, no sin deficiencias y posibilidades de mejoras. Aunque ya algunos agentes están advirtiendo que no se llegará a conseguir estos objetivos en 2030, ya habría que plantear otra nueva hoja de ruta y, esta vez sí, cumplirla en todos sus extremos. Canarias debe tomar las riendas de su futuro y poner sus necesidades de desarrollo real encima de la mesa, con valentía, voluntad y sin cortapisas.