Publicado originalmente el 12 de octubre de 2018
Hace unos años en una terraza de Bruselas a una pareja de turistas españoles se les viró una cerveza. Al llegar la camarera a limpiar el estropicio, el turista, quitándole hierro al asunto, le dijo: –¡Nada, más se perdió en Cuba!
–No, en Cuba perdieron ustedes, le respondió ligera la camarera, que era cubana.
Me vine a acordar esta semana de la anécdota del turista español y la camarera cubana a cuenta de la boutade del PP en el Ayuntamiento de Las Palmas de Gran Canaria, que vino a pedir nada menos que la ciudad celebrara «sin complejos y sin rubor» el Día de la Hispanidad. El portavoz del PP, Ángel Sabroso, habló de «fiesta de la hermandad, la unidad y la fraternidad entre los pueblos«, de «encuentro entre los mundos en 1492«, y dos piedras.
Sin complejos y sin rubor. ¿Es que, según el PP, eso que llaman fiesta «nacional» (¿no eran los toros?) se ha venido celebrado en Las Palmas medio de tapadillo y de manera acomplejada? Digamos más bien que el PP, como buen partido sucursalista, larga las consignas que le mandan desde la capital del reino, vengan a cuento en las distantes colonias o no, y la consigna del momento ya sabemos que es la de la exaltación de lo español, siéntase usted más español, así no, más español, ante la enésima crisis de esa quimera que es la unidad de cartón piedra de España. No están solos en esto: el partido canario nacionalista español por excelencia, CC, les hace de fiel escudero. La última ocurrencia es la de dar las campanadas desde Madrid, una reivindicación histórica del pueblo canario, que no tiene el pobre iglesias ni campanarios para marcarle el ritmo al que añurgarse cada fin de año. Esto sí que es acercarnos a España, y no el 75% de bonificación. Nota mental: en estas diatribas tan carpetovetónicas de dividir al personal entre buenos y malos españoles, a los canarios nos siguen colocando con los malos, por mucho que cacareen lo contrario.
Pero la madre de la baifa está en la «fraternidad de los pueblos» y el «encuentro entre los mundos«, o sea, en repetir falsedades históricas que por muy asentadas que estén no dejan de ser falsas. Le tocó al portavoz pepero un papelón bien sabroso, puesto que es sabido que ese encuentro fraternal le costó la vida a millones de personas, asesinadas o esclavizadas por los conquistadores venidos de las gloriosas Españas. En el siglo XVI la conquista de América suscitó una disquisición en España en torno a si los mal llamados indios tenían alma o no, elemento clave para justificar el uso de la violencia. En la práctica se impuso la tesis de que a los americanos se les estaba civilizando, que los conquistadores prácticamente se estaban sacrificando por civilizarlos en una misión cuasipedagógica, y que era inevitable algún derramamiento de sangre, ya que los americanos, desagradecidos, se resistían. Esta misión civilizadora, tan racista y eurocéntrica, ha perdurado en el relato histórico adaptándose convenientemente a las exigencias de cada época hasta llegar a nuestros días agazapada en expresiones pretendidamente inocuas como «fraternidad de los pueblos» o «encuentro entre los mundos». Sí: la celebración de la hispanidad que propugna el PP entre otros es profundamente racista, colonialista y eurocéntrica.
Tiene gandinga que el PP haga su petición indigna nada menos que en la ciudad de Las Palmas. En 1492, todavía sin concluir la conquista de La Palma y aún por emprenderse la conquista de Tenerife, los canarios de Gran Canaria eran un pueblo recién sometido, bien por la fuerza de las armas, bien por los acuerdos firmados entre la nobleza indígena y los castellanos. Expoliados y esclavizados, la suerte de nuestros ancestros no fue tan distinta de la de tantos americanos. ¿Qué pretenden estos ahora que celebremos? ¿Sus delirios de grandeza explotadora venida a menos? La más tímida recuperación de nuestra propia historia despeja todas las dudas: Canarias figura en el relato de los pueblos conquistados, explotados y sometidos, se inserta en el discurso emancipador del sur que cuestiona la herencia colonial eurocéntrica, no en la patraña racistoide del encuentro de culturas. Nada pintamos nosotros en el Día de la Hispanidad. Jamás habrá encuentro de culturas posible si no es desde la asunción de las respectivas herencias históricas y la deconstrucción de narrativas aún hoy coloniales.
–No, en Cuba perdieron ustedes, respondió ligera la camarera, haciendo saltar por los aires con una sola frase el relato histórico que damos por sentado.