
Los filósofos de la Escuela de Frankfurt disertaron sobre las industrias culturales. Según Theodor Adorno hablamos de la transformación de obras de arte en objetos al servicio de la comodidad. Adorno, como Walter Benjamín, opinan que el auge de la sociedad de masas es un síntoma de una era degradada en la que el arte sólo es una fuente de gratificación para ser consumida. Argumentan, de igual forma, que las obras de arte como tal se ven de forma difusa en una sociedad de masas.
No son nuevos los grandes rodajes en Canarias, aunque el proceso se ha intensificado. En los años 50, la película Tirma fue un fenómeno en la isla. Con la participación de Silvia Pampanini y el galán Marcelo Mastroiani, relataba la historia antigua de Canarias de una forma peculiar. Multitud de extras participaron en el film. A pesar de lo dantesco de la película, al menos hizo un intento por reflejar la historia de Canarias y aquel escenario que mostraba era propiamente Canarias.
Desde hace unos años Canarias sirve como plató para grandes producciones. Santa Cruz de Tenerife fue Grecia, la Finca de Osorio encarnó Guinea Ecuatorial o Las Palmas de Gran Canaria se mostró como Casablanca. Pocas veces, más bien ninguna, Canarias fue Canarias. Pese a esta circunstancia, vayamos a cuestiones prácticas. Las islas se vendieron por sus paisajes reconocibles en el mundo entero en grandes producciones y algunas productoras prestaron servicio a estas grandes producciones.
En los últimos tiempos ha trascendido que ya Canarias no era un lugar atractivo para las grandes películas. Anteriormente, en Canarias te podían devolver hasta 5,4 millones y en España hasta 4,5. Pero el límite del estado español subió hasta los 10 millones y ahí se acabó el chollo. ¿Cómo van a venir por nuestros paisajes? ¿Cómo es posible que elijan Canarias si no les sale a cuenta con lo que pueden desgravar? Nada, el sector está en crisis y salieron a la palestra las productoras que prestan servicios.
Ante la cuestión, que no es más que otro ‘olvido’ del Estado con Canarias, pero ni mucho menos el más grave, ya se ha obtenido el compromiso de los grupos políticos para aumentar la cantidad desgravable en las islas. No tengo datos claros del dinero que generan las grandes producciones en Canarias. Casi todos a los que accedo hablan de un valor potencial por motivos turísticos, pero no veo más que el dato de unos 2.000 empleos directos que dio Ana Oramas en el Congreso. Sin embargo, no puedo sino solidarizarme con las productoras y los profesionales afectados que se han visto con un giro de volante que no esperaban.
Ahora bien, déjenme, sin que me tachen de aguafiestas, que subraye algunas cuestiones. En primer lugar, la reproducción del modelo turístico que ha imperado en Canarias. Vendemos paisajes e incentivos fiscales, poco más, y creamos las Film Commissions para que lleguen más turistas. Empero, la cuestión turística y de imagen se come a esos profesionales que viven de este sector, aunque me temo que ellos lo han aceptado. Canarias es un plató, nunca una historia, nunca un exportador de talento.
De igual forma, previsiblemente han aceptado ser meros prestadores de servicios, no señor, sí señor lo que usted mande, servida está la mesa. Pequeños apoyos a grandes productoras sin que se creen servicios cinematográficos especializados, si es así que me corrijan sin temor los profesionales del sector, se lo voy a agradecer, me encantaría escucharlos. Lo gordo viene de fuera, lo nuestro es mera labor de apoyo. ¿Es eso lo que queremos ser? ¿De nuevo los extras que fuimos en Tirma? Y en tantas otras cosas…
Tercero y seguramente más importante. Lo importante de que lleguen estas producciones es que con ellas venga asociado un auge del sector audiovisual que pueda consolidar un cine canario fuerte, con el que el pueblo se identifique, que cuente nuestras historias y que pueda ser exportable. Que no se queden en anécdotas fantásticas como La Piel del Volcán, sino que genere una cultura de la cual nos sintamos orgullosos e identificados. Que la producción de Ravelo, a galaxias de las cifras económicas que se manejan como posibilidad para desgravar, sea una más de un cine canario rotundamente talentoso y atractivo.
Esbozaba un plan similar el viceconsejero de Cultura, Juan Márquez, pena que no sea tangible, que no lo estemos viendo. Lo que vemos, en cambio, es el mensaje de siempre, si no hay incentivos fiscales, Canarias no interesa. A mí también me gusta ver el Teide, Las Canteras, el Roque de los Muchachos o las Dunas de Corralejo en grandes películas, pero si me dan a elegir, casi que prefiero que esto venga acompañado de un sector audiovisual fuerte, potente, que sea exportable, que cuente nuestra historia y que sirva para lo que de verdad se hace cultura, para generar identidad. Hay muchas cosas simbólicamente macabras en este nuevo conflicto por cuestiones de fiscalidad. Las industrias culturales son meras reproducciones, la originalidad se crea aportando desde abajo.