Publicado originalmente el 28 de septiembre de 2019
Cuando hablamos de campesinado o de mundo rural desde los espacios urbanos, se suele tener una idea romántica del campo, lugares rodeados de naturaleza, donde se vive a otro ritmo, pensamos en paisajes idílicos que nos llevan a nuestra identidad, a otros tiempos….pensamientos que en la mayoría de los casos no tienen que ver con la realidad del mundo rural en Canarias.
Nos basamos en una imagen simplificada y llena de contradicciones, por un lado, esa idea de espacios bucólicos vinculados más al paisaje, a la historia, más cercanos a una postal en la que se interpreta lo rural como una especie de parque temático en donde se conserva parte de nuestro pasado, de nuestra cultura e identidad y por otro lado, una visión menos favorable en la que se relaciona lo rural como atrasado, pobre, donde se carece de educación y respeto por el entorno natural. Dos visiones sobre un mismo medio, inconmensurables, que se alejan de un realidad del mundo rural, compleja, donde existen multitud de relaciones, de dependencias y de formas de vivir. Y lo paradójico es que es desde cualquiera de estas visiones y pensamientos simplificados desde donde se escribe, se planifica y diseña el desarrollo del mundo rural de las Islas.
Aunque el concepto “campesinado” se puede entender desde diferentes perspectivas teóricas, si hablamos de Canarias, nos acercamos a la agricultura y ganadería tradicional, que se caracteriza por tratarse de pequeñas y medianas explotaciones familiares con importantes niveles de autosuficiencia. Donde el manejo de los factores de producción local se lleva a cabo de una manera eficiente, garantizando la renovación de los agroecosistemas y manteniendo altos niveles de autonomía respecto al mercado.
Teniendo en cuenta la diversidad del medio rural, este artículo se centra en este concepto de agricultura tradicional, en el que no se incluye la agricultura de exportación o “industrial”. Si nos ajustamos a la descripción anterior, podríamos hablar en Canarias de la casi desaparición y/o adaptación de la agricultura y ganadería más tradicionales a los cambios producidos en el medio rural en las últimas décadas ya que la mayoría de lo rural está siendo desplazado por lo urbano, debido sobre todo a su enorme expansión, que entre otras cosas, ha traspasado los límites tradicionales de los núcleos, adentrándose en áreas tradicionalmente de uso agrario y ganadero.
Del mismo modo que el espacio urbano, ligado a la expansión del capitalismo, se adentra en lo rural, urbanizaciones, carreteras, servicios, infraestructuras, también se introduce este pensamiento en las personas que allí habitan; formas de actuar, menosprecio por su propio origen, abandono de la actividad, desaparición de los usos comunales, convertir los alimentos en mercancía, etc.
Y es también desde este pensamiento, desde dónde se planifica y se diseñan los espacios rurales; tanto sobre su expansión urbanística como la manera de proteger o conservar el patrimonio natural en donde se encuentran, implantando espacios protegidos restrictivos con el objetivo de proteger este importante patrimonio, en parte, del desmedido crecimiento urbanístico. Todo esto ha llevado a la desestructuración y transformación de los usos tradicionales del territorio y de los recursos.
Además, la agricultura y la ganadería tradicional se han considerado como estados preindustriales en la producción de alimentos, que tienden a desaparecer como resultado de la competencia de las explotaciones intensivas y por un mercado dominado por la producción de alimentos a gran escala.
Un ejemplo de actividad tradicional que aún no ha desaparecido y continúa existiendo en Canarias, son los sistemas de producción caprina en pastoreo que siguen manteniendo las estructuras tradicionales de manejo, con una serie de transformaciones que son el resultado de la adaptación a un entorno socio económico dominado por la producción quesera industrial y por una elevada conflictividad relacionada con la competencia de otros usos del territorio; agrícola, espacios protegidos y urbanizaciones. De ahí lo interesante de exponerlo como modelo.
El pastoreo en Canarias se ha caracterizado por no requerir de grandes recorridos para hacer trashumancia, pues en pocos kilómetros es posible cambiar de ecosistemas, gracias a la altitud de las Islas, su desnivel y sus condiciones climáticas. En el caso de las Islas de mayor relieve se pueden encontrar pastos en los diferentes pisos altitudinales de vegetación durante todo el año. Además esta actividad ha aprovechado aquellos espacios donde no hay potencial agrícola; lugares abruptos, zonas áridas, espacios forestales, etc.
Uno de los ejemplos más claros e interesantes sobre la adaptación a los cambios de uso y a la planificación sobre el territorio en el Archipiélago es el sistema tradicional de pastoreo del Valle de La Orotava en Tenerife, ya que en situaciones de gran expansión urbanística y la configuración de espacios protegidos llevadas a cabo en esta zona del norte de la Isla, el pastoreo hubiese desaparecido tal como ha ocurrido en otros lugares y en este caso, esta actividad se ha ido adaptando y continúa, con un número considerable de cabreros y con un importante relevo generacional.
Actualmente la actividad ganadera dedicada a pastoreo del Valle de La Orotava se caracteriza, en términos generales por estar estructurada en aproximadamente 28 pequeñas explotaciones familiares, con una edad media de 37 años y con un número medio de 100-150 animales. El tipo de pastor predominante es el de propietario de ganado sin tierras, manejando una media de 98-100 hectáreas cada uno y ordenando 20-30 zonas de pastoreo diferentes. Más de una cuarta parte de los cabreros manejan conjuntamente sus rebaños con el objetivo de optimizar el tiempo de trabajo y el uso del territorio.
Pero si hacemos un breve recorrido histórico de esta actividad, en prácticamente medio siglo ha sufrido bruscos cambios de uso y manejo, debido a las diferentes políticas y planificaciones que sobre el territorio se han llevado a cabo, y en las que en ningún momento se la ha incluido, tratándola como una actividad marginal, atrasada y sin futuro.
Hasta mediados del siglo XX, en el Valle de La Orotava, existían movimientos pastoriles de costa a cumbre, tal como se hacían en épocas precoloniales. Los rebaños se trasladaban a cotas más bajas, a la costa en invierno, aprovechando las bondades del clima y de los pastos y en verano cuando éstos escaseaban subían a la cumbre, desde primavera a verano. Las Cañadas del Teide y los montes (fayal-brezal, laurisilva y el pinar) del Valle de La Orotava, eran las zonas de pastoreo tradicional, muy valoradas por la riqueza de pastos que allí se encontraban. A partir de los años 40, al calor de las políticas de explotación intensiva de las zonas forestales, se puso en marcha el Plan de General de Repoblación Forestal, con el objetivo principal de provisión de madera en la época de la autarquía. Esto supuso un punto de inflexión en la actividad pastoril del Valle de La Orotava.
Con la declaración de Parque Nacional del Teide, en el año 1954, se hace efectiva la expulsión de la actividad pastoril de sus principales pastizales tradicionales y es a partir de este momento que los cabreros ven reducido su espacio para pastorear y comienzan a adaptarse a los espacios que quedan en las zonas que no están protegidas y donde no compiten con la actividad agrícola. Siendo el último cuarto de Siglo cuando se agudiza la situación de esta actividad con el boom de la construcción, provocando que se establezcan como únicas zonas, los barrancos, los terrenos en abandono y los márgenes de las carreteras.
De igual forma, toda la red caminos tradicionales que se había utilizado para el movimiento del ganado de costa a cumbre ha ido desapareciendo, muchos de ellos convirtiéndose en carreteras o siendo ocupados por urbanizaciones y diferentes infraestructuras.
Hasta la llegada de la nueva Ley del Suelo y de los Espacios Protegidos de Canarias, existía una planificación insular de la ganadería en Tenerife, realizada a través del Plan Territorial Especial de Ordenación de la Actividad Ganadera, que establecía para la ganadería extensiva, o en pastoreo la densidad máxima de unidades pecuarias por hectárea, para garantizar que el uso se adapta a la capacidad de carga de los terrenos según época del año, la pluviometría anual y la clasificación climática de cada zona, debiéndose asimismo determinar los requisitos de las instalaciones necesarias y sus condiciones de ubicación.
En el Plan insular de Ordenación del Territorio de Tenerife, el pastoreo sólo se ha contemplado en aquellos Espacios Naturales Protegidos en los que las prácticas ganaderas tradicionales son usos y aprovechamientos permitidos y autorizables. Por otro lado establece ciertos espacios potenciales para el pastoreo en el Valle de La Orotava y censa diversas explotaciones agropecuarias en la zona alta del mismo.
Cada municipio del Valle de La Orotava tiene su propio Plan General de Ordenación, un planeamiento general que regula los usos del suelo y que ha sido elaborado desde una visión urbanista liderado por equipos de arquitectura. En la mayoría de los municipios del Valle a la hora de hacer estos planes no ha tenido en cuenta la actividad ganadera y menos a los espacios para pastoreo, siendo casi inexistentes. Por poner un ejemplo en el municipio de La Orotava, el más extenso en superficie y en el que realizan en la actualidad la actividad pastoril un número considerable de rebaños, limita las opciones de pastoreo a pequeñas zonas que, en absoluto, responde a las necesidades de los cabreros, ni se ajustan a su realidad.
Obviamente ha habido un enorme desconocimiento por parte de los planificadores y responsables municipales de la realidad del pastoreo en el Valle y de cuáles son las alternativas para mantener de forma sustentable esta actividad, al tiempo que se ha excluido a este sector en la toma de decisiones y en el proceso de debate y aprobación de la planificación territorial y la determinación de los usos del suelo.
Aun así, las personas que se dedican al pastoreo en el Valle de La Orotava se han ido adaptando a esta nueva situación, modificando las estructuras tradicionales de aprovechamiento de los recursos, por un lado intensificando sus explotaciones, dependiendo de mayores insumos externos y por otro, accediendo a más territorio, para restablecer el sistema estacional de aprovechamiento de pastos. Los procesos de apropiación territorial al que están sometidos, implican la marginalización de las explotaciones y sobre todo la erosión cultural, con la usurpación del conocimiento a través del vaciado de utilidad y contenido. El conocimiento de los recursos y el territorio pierde importancia respecto a la capacidad de adaptarse y huir del conflicto.
Detrás de esa postal del cabrero guiando su rebaño hay multitud de factores que configuran su permanencia en la actividad; su relación con el territorio, con la administración, con la ciudad, etc.
La pregunta sería, qué camino debe seguir la agricultura y la ganadería tradicional en Canarias y no solamente desde una visión etnográfica y de museo que afortunadamente hay mucho recorrido, sino teniendo en cuenta las relaciones que existen actualmente con el entorno, todo ese conocimiento sobre los recursos, las estructuras sobre las que se sustentan, tener en cuenta que se trata de una realidad compleja en donde viven y se relacionan una parte importante de la población de las Islas. Habrá que establecer un diálogo creativo, como vía de toma de decisiones entre el mundo rural y el urbano, contando con todos los actores y actrices que forman parte de esa complejidad, compartiendo formas de conocimiento y sobre todo creando alianzas que garanticen el equilibrio y la convivencia entre dos mundos complementarios, el rural y el urbano.
* El texto es de Fátima Cubas, ingeniera técnica agrícola y Máster en Agroecología, y Luis Alberto Bermejo Asensio, profesor del Área de Economía, Sociología y Política Agraria de la Universidad de La Laguna. El artículo procede del número 0 de la Revista El Bucio, de venta en librerías.