Hay muchas enseñanzas de las Elecciones de Madrid. La primera, que el populismo vacío cala entre la gente de toda clase social. La segunda, que hasta Madrid intenta dotarse de una identidad propia, aunque regional, castiza y muy folclórica. Aviso para los ciudadanos del mundo. La tercera, que los políticos canarios se apuntan a un bombardeo con tal de hacer seguidismo partidista y ponerse la bufanda. La forma en la que entraron en campaña es un ejercicio de descentramiento reseñable.
Al modo trumpista, Isabel Díaz Ayuso fue construyendo su personaje. Apenada presidenta, compungida en medio de la pandemia, defensora de los bares, enemiga del gobierno y, como el propio Trump, priorizando los sectores económicos a la sanidad. Se convirtió en la heroína de taxistas, camareros, banqueros y pijos varios. Su apoyo fue transversal, desde Vallecas hasta el barrio de Salamanca, y, aunque pueda parecer contradictorio, eso demuestra dos cosas: primero, que Madrid es bastante más de derechas que otros territorios, a la historia y al latir ciudadano que se siente en la capital de España me remito. Segundo, que buena parte de la clase obrera ha abandonado a la izquierda. La izquierda, en vez de dar lecciones, en vez de decir que la gente vota mal, debería reflexionar.
Porque, a pesar de lo repugnante del discurso de Ayuso, a pesar de su oda estúpida e infantil de la presunta libertad, ella sí supo llegar mientras la izquierda defendía carretas y carretones, no daba soluciones a la gente, gestionaba la pandemia de forma cuestionable y abandonaba a su suerte a los más vulnerables, al fiasco del Ingreso Mínimo Vital me refiero concretamente. Por si fuera poco, Pablo Iglesias entró en escena como si de un salvador se tratara. Sus 10 representantes hablan de un fracaso clamoroso de su apuesta por «conquistar» Madrid con su soberbia y su superioridad moral. Le costó la dimisión, dejando a su partido como una versión lila de Izquierda Unida a principios de los 2000.
El discurso de Ayuso ha sido una mezcla de pijería insoportable y campechanismo new age. La identidad madrileña que defiende Ayuso se asemeja al Madrid castizo y cañí de los bares que observan corridas de toros mientras escupen en el suelo. La presidenta de Madrid me recuerda a una compañera de clase, madrileña ella, taurina, del Real Madrid y que defendía, desde la pedantería más absoluta, los valores del espíritu nacional y madrileño. Si hasta los madrileños se dotan de una identidad, aunque sea tan discutible, la pregunta es por qué nos planteamos nosotros tanto la nuestra mientras nos fustigamos.
En esos días de campañas, adPI (antes de la dimisión de Pablo Iglesias), estar en redes sociales era un ejercicio de confusión. Derechas, izquierdas y centro empujaban por el candidato que llevaba su mantón de Manila. Se pusieron la parpusa y se vistieron de chulapas para meterse en campaña. Como leí a un buen amigo, y mejor analista político, alguno todavía está buscando su colegio electoral. Es una muestra perfecta de lo que es descentramiento aplicado a la política.
En cualquier caso, no es de extrañar que el resultado cambiará la ola y, por ende, las perspectivas de cara al próximo período electoral, que quien sabe si se adelantará. El PSOE y Pedro Sánchez se quemaron mucho en la gestión de la pandemia y en su participación activa en Madrid con pírrico resultado. Las expectativas en Canarias de cara a 2023 no son malas, pero a nivel estatal la situación es compleja. Sánchez tendrá que sacar a pasear nuevamente un manual de resistencia. El PP viene empujando y ya encontró la receta de la victoria. La corrupción ya es un sueño lejano del que nadie se acuerda. No le pasó factura en su momento, al menos no demasiado, y ya nadie lo recuerda. La memoria está más fresca en las contradicciones de la gestión de la pandemia o en la recuperación económica.
La alternativa al bipartidismo centralista casi no existe. El más fuerte es Vox, a la derecha de la derecha, pero Podemos es un barco a la deriva. Es difícil de prever un Podemos sin Iglesias, pero las expectativas no son las mejores. Toda esta corriente llegará a Canarias, donde aparece la variante nacionalista. El equilibrio de poderes se está desnivelando otra vez hacia el otro lado, y nada hace predecir que el ejemplo de que un discurso vacío, frentista y pedante como el de Ayuso, no se extienda en el contexto del marketing político para Canarias. El choteo se escucha en las islas. Seguramente nos vuelva a coger prestos a abrazar las nuevas corrientes, como una moza presta para el baile en la Verbena de la Paloma.