Llevan décadas mintiendo a la sociedad con respecto a las vacunas. Los portavoces de la industria farmacéutica (divulgadores, prensa científica, asociaciones médicas, etc.) han afirmado categóricamente que las vacunas son 100 % seguras y que “las vacunas”, en general, producen inmunidad de grupo. Ambas son falsedades.
Después ha llegado la pandemia más tecnificada de la historia, nos han prometido que será la técnica, y únicamente la técnica, la que nos librará y podremos volver tranquilamente al suicidio colectivo de masas en el que estábamos embarcados antes del confinamiento internacional. No han querido tener en cuenta el papel de las desigualdades en la incidencia y mortalidad. Han ocultado desvergonzadamente el papel de la salud pública porque no es técnico y no genera mercancías jugosas.
Nos han mentido diciendo que jamás se aprobaría una vacuna que no tuviera todas las garantías de seguridad, o sea, que fuese 100 % segura. Y es mentira porque la vacuna, como cualquier otro medicamento induce una respuesta en el sistema inmunitario. Esta respuesta, por muy equilibrada que sea, a la fuerza producirá reacciones exageradas en algunos individuos. Y por muy baja que sea la incidencia de efectos secundarios, cuando se vacuna a millones de personas en unos días, se producirán “muchos” casos, incluso muertes. Los gobiernos han tratado a la sociedad como infantes, los “comunicadores” la han tratado como potenciales enemigos de la ciencia y la razón, magufos y antivacunas en potencia irracionales.
El fetichismo tecnológico dominante ha hecho apostar por estrategias novedosas (RNA y adenovirus de chimpancé) cuyos efectos a medio largo plazo y en “el mundo real” se desconocen, en vez de virus atenuados u otras estrategias clásicas. La agencia europea, en su proceso privatizador, niega la financiación a vacunas más “razonables” como la finesa, pública, y aunque de DNA recombinante, era administrada con spray nasal. Una estrategia más acertada al probablemente inducir mejor memoria celular y menos efectos secundarios. Pero lo de que sea una universidad la que produzca la vacuna es de comunistas. Mejor privaticemos la de Oxford-Astrazeneca, que misteriosamente los medios dejaron de llamar así.
Ahora algunos países, por razones que desconozco, deciden desoír a su agencia, la europea del medicamento, y sin información pública, sin evidencias deciden suspender temporalmente la vacunación, solo la de Astrazeneca.
Las consecuencias son dramáticas, y no sólo por el retraso en la vacunación que llevará a muchas muertes. Caos informativo. Después de un año de dimes y diretes, de mascarilla “de entrada no”, de desinfecciones de ruedas y edificios inteligentes sin ventanas, de meter los aerosoles debajo de la alfombra, de espacios de trabajo y transportes públicos esterilizantes y parques infantiles supercontagiadores, después de todo esto decimos a esas cajeras de los supermercados que todas son necesarias, pero algunas más que otras así que no les toca vacunarse, y que a las profesoras que vacunaron el domingo estén tranquilas, pero a las trabajadoras de visita a domicilio que esperen que se merecen precaución, pero que para la policía sí era segura.
Ahora le voy a explicar a las compañeras del sindicato que no se preocupen, que se fíen del Gobierno que sigue la mejor evidencia disponible. Es difícil pelear contra las teorías de la conspiración de la gente honrada cuando las vacunas de RNA de Pfizer y Moderna han producido algo más casos de trombos que la de Astrazeneca. ¿No será una guerra entre farmacéuticas?
De 17 millones de vacunados en la UE, se han notificado 40 casos de trombos. Menos que los causados por las pastillas anticonceptivas, pero claro, no es solo cosa de mujeres; menos que los que se producirían en esos 17 millones sin la vacuna.
Los gobiernos se están comportando como terroristas de la salud, generando pánico, desconfianza, y alimentando el neofascismo trumpiano del individualismo negacionista y las fake news. Porque son una fake new.
* El autor es Alfredo Caro Maldonado y está publicado originalmente en Rebelión. Compartido bajo Licencia Creative Commons.