Indiferencia se define como un estado de ánimo en que una persona se mantiene neutral en sentimiento hacia otra persona, objeto o un asunto determinado. Al mostrarse indiferente la persona se vuelve apática ante el asunto en cuestión. La palabra indiferencia viene del término indifferentia que describe el estado anímico de una persona que no siente atracción ni rechazo ante las situaciones con que se le enfrente. En psicología se ha estudiado extensamente la temática de la indiferencia. Para algunos filósofos, la indiferencia es la negación del ser pues supone la negación de motivaciones y creencias. Quien es indiferente se mantiene al margen, no actúa ni siente. Se supone que las personas tengan empatía y puedan demostrar solidaridad cuando algún amigo o hasta un desconocido requiera su ayuda.
Es interesante conocer que los dos autores más reconocidos en la literatura inglesa y española, William Shakespeare y Miguel Cervantes Saavedra, le temieran a los que gobernaron durante sus vidas. Ambos escritores basaban sus escritos en sucesos ocurridos en otros países o utilizando personajes con problemas de salud mental. Don Quijote tenía problemas mentales y Hamlet fingía padecer de la mente. Ambos personajes trataban los temas de justicia y libertad y realizaban cosas descabelladas, pero se amparaban en la locura.
En el Infierno de Dante Alighieri, justo antes de entrar a los nueve círculos, hay un vestíbulo– un espacio reservado a los inútiles, los indecisos, aquellos que pasaron por la vida sin haber dejado huella, los que no se habían comprometido con nada en sus vidas, carecían de voluntad para tomar decisiones. En este espacio habita Poncio Pilatos, quien declinó tomar una decisión con respecto a las acusaciones que se le hacían a Jesús y se lavó las manos para enfatizar su falta de interés. Allí está también el Papa Celestino V, quien renunció a su cargo. Esos seres que no se comprometieron con causa alguna nunca saldrán de ese espacio. Los únicos que han regresado de la muerte y del Infierno de Dante han sido Jesús, Lázaro y Virgilio.
Para reafirmar ese comportamiento de indiferencia y falta de compromiso, el ilustre cirujano norteamericano, Claude E. Organ, acuñó su famosa frase–“There is a special place in hell for those individuals who in periods of crisis adhere to strict neutrality”. En Puerto Rico, el reconocido doctor en leyes, Santos P. Amadeo, resumió este pensamiento en una sola oración– “La neutralidad frente al mal es la verdad de los cobardes”. Un cobarde muere mil veces antes que su muerte”, es la expresión del personaje Julio César de Shakespeare.
Nuestro mundo está lleno de indiferencia, la mayoría de las personas vive su propio espacio y no se interesa por ayudar o socorrer al prójimo y el que lo hace es para realzar su imagen y mejorar su protagonismo en la sociedad.
En el Quijote de la Mancha hay un relato sobre la liberación de los condenados. En él se plantea el concepto de la justicia. Se trata de doce hombres que vienen encadenados y ensartados, como cuentas y que van custodiados por cuatro guardias. Los delitos son variables, pero se asemejan a la descripción de los niveles por la gravedad del delito que relata Dante en su Infierno. Los delitos van desde robo, incesto, cuatrero y hasta por no tener dinero para pagar un soborno al escribano y al procurador. Vemos que esos delitos se reproducen al presente. Lo cierto es que el castigo es excesivo según lo interpreta el Caballero Andante, por lo que el Quijote se sorprende y luego de interrogar a los condenados, les ordena a los guardias que liberen a los encadenados– estos rehúsan. El Quijote ataca a uno de los guardias y lo lanza al suelo y los condenados aprovechan para fugarse. “Cambiar el mundo, amigo Sancho, que no es locura ni utopía, sino justicia”. Expresa el Quijote– “Es de gente bien nacida agradecer los beneficios que reciben, y uno de los pecados que más a Dios ofende es la ingratitud”.
El Papa Francisco es un fiel defensor de la justicia y de ayudar a los más vulnerables de la sociedad. Los obispos, representantes de todas las religiones del mundo, son los líderes más importantes quienes representan la justicia divina en nuestro país; por tanto, son los llamados a subsanar todo vestigio de injusticia que ocurra en la Isla. De lo contrario, si rehúsan tomar acción para corregir las injusticias planteadas, estarían incurriendo en tal grado de indiferencia sólo comparable a la indecisión de Poncio Pilatos. Estaríamos repitiendo la historia y negando la eliminación de las injusticias terrenales y se desmerecería el valor de las religiones. No se amparen en el hecho de que tienen un familiar que es abogado o juez. Tampoco se amparen diciendo, que no hay justicia terrenal sino divina. Eso sería meramente una excusa, habría que morir primero antes de poder obtener justicia; esa excusa no puede ser aceptable.
Al presente, los jueces en Puerto Rico y Estados Unidos tienen unos poderes sobrehumanos dados por nosotros los que llevamos a los políticos al poder. Los jueces reclaman y sus subalternos los abogados reafirman que los jueces tienen inmunidad, impunidad e infalibilidad. Ningún ser humano es infalible, sólo las deidades son infalibles. Al presente, el dictum de Abraham Lincoln de “un gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo” no tiene vigencia pues los jueces no responden al pueblo. Sólo el poder ejecutivo y el legislativo son seleccionados por el pueblo y le responden al mismo. Nosotros, el Pueblo, hemos creado una casta, unos superhumanos, unos nuevos Dioses del Olimpo cuyos poderes omnímodos sólo promueven el abuso de poder y sentencias que son aberraciones basadas en errores judiciales crasos, que no pueden ser confirmadas bajo ningunas otras circunstancias. Un ejemplo es la sentencia del Tribunal Supremo de Puerto Rico, que afirmó en 2015, que el calcio bajo que tuvo como consecuencia una operación del tiroides y paratiroides en una paciente le causó la pérdida de memoria. Eso es insólito, pues las causas de las demencias son desconocidas. Y lo que es peor, ningún abogado demanda a otro abogado y menos aún acepta llevar un caso en contra de un juez. Las sentencias insólitas y los castigos inusitados desembocan en clemencia ejecutiva años posteriores. Este sistema judicial debe ser enmendado para corregir tales inequidades. Como cuestión histórica, nuestro sistema judicial es obsoleto, arcaico y retrógrado; amerita amplias enmiendas para atemperarlo a nuestros tiempos.
Sólo los insatisfechos, no los indiferentes, logran cambiar el sistema.
* El autor es Enrique Vázquez Quintana y fue publicado originalmente en 80 grados. Compartido bajo Licencia Creative Commons.