
El español es un idioma riquísimo y que sirve para definir casi cada situación. Sin embargo, siempre hay que tener en cuenta la precisión en el uso del lenguaje. La segunda acepción del verbo revirar en la RAE dice ser «replicar, sublevar, volver rápidamente contra algo o alguien». Otras acepciones lo colocan como sinónimo de torcer, doblar la apuesta del contrario, volver a virar o sinónimo de disgustarse.
Si miramos con precisión la trayectoria de Ángel Víctor Torres y la comparamos con la reacción ante la política migratoria del Estado (recordemos que es una competencia estatal), el verbo revirar no conjuga con su actitud. Empero en estos últimos días ha afirmado que «nos vamos a revirar» si el Estado planea que los inmigrantes se queden encerrados en Canarias. Torres criticó la actuación del gobierno de su partido en la crisis migratoria en sede parlamentaria y planteó la posibilidad de abrir un conflicto con España a cuenta de la inmigración. ¿Hasta qué extremos?
Para llegar a este punto han tenido que pasar muchas cosas. Desfilaron ministros sin soluciones y echando balones fuera, vimos estampas tan deplorables como la del Muelle de Arguineguín, asistimos a una oleada racista ante la llegada de inmigrantes en números masivos u observamos cómo se les colocaba en lugares poco confortables como el campamento de Las Raíces. Mientras, sin posibilidad de asegurar los derechos de estas personas, negándole viajes y encarcelándolos, la situación sigue enquistada.
Pocos levantan la voz ante la situación sin que le salga una vena racista. Cargos del PSOE, estómagos agradecidos, se permiten insinuar que tiene tintes xenófobos una postura tan razonable como la que mantiene el presidente del Cabildo de Gran Canaria, Antonio Morales. Europa se niega a las derivaciones y España cancela con todas sus fuerzas esa posibilidad, en una espiral de indefensión canaria. Las deportaciones rozan la ilegalidad, acusación que está investigando la propia agencia europea. Entretanto, personas malviven, no completan su viaje a París, Cádiz, Colonia o Milán donde les espera, en muchos casos, apoyo familiar.
Canarias como cárcel de migrantes, como tapón estratégico, islas y a una distancia más que suficiente del continente. El plan es perfecto. Disuade a unas personas migrantes que, en muchos casos, están volviendo a sus países de origen porque estar en hoteles, en la calle o en los servicios de beneficencia no era lo que buscaban en su travesía. Fíjense si es duro cruzar el mar en una cáscara de nuez para después volver a tu lugar de origen con el rabo entre las piernas, aunque cuatro impresentables los acusen de querer cobrar ayudas.
Con este panorama, ya ni siquiera Ángel Víctor Torres puede meter la basura debajo de la alfombra. Considero humildemente que no ha estado a la altura de las circunstancias a la hora de defender los intereses de Canarias ante el Estado. Como en tantos otros temas, la filiación partidista es superior a los intereses de la institución. Con este conato de rabieta, tengo la esperanza de que, por fin, defienda a las instituciones canarias ante esta dejación y atropello. Sin embargo, a tenor de la experiencia, dudo que se revire como anuncia…