En el momento que me siento frente a la pantalla a escribir este artículo tengo unas náuseas terribles. Estoy asqueado, indignado, mareado y triste. Observo cómo la posverdad nos está deshumanizando poco a poco. Aparte de dar cabida a la mentira, a la manipulación y a los relatos interesados, ya asistimos impertérritos a la muerte de personas que llegan a nuestras costas y a las malas condiciones a las que se someten en nuestro territorio.
Es difícil no conmoverse al conocer la historia de la niña de 12 años que contó cómo habían arrojado a su hermano de 9 en medio de la travesía hacia Canarias. Pocas cosas más duras que la vivida por esta menor en su viaje hacia un mundo mejor. Callarse ante la situación a la que estamos abocando a estas personas en nuestro territorio, no tiene otra explicación que ser inhumano. Frío, falta de higiene, campamentos militares… como proscritos y sin que los estamentos competentes pongan manos a la obra. Los ministros se pasean sin soluciones y las consejerías competentes se limitan a su selfie compungido semanal. No son muchas las instituciones políticas que han tratado el problema desde la sensatez y la verdad.
Nada que no haya escrito en esta columna, pero no viene de más reiterarlo. Si no lo sabíamos, cada vez queda más patente que les da igual que los inmigrantes estén en malas condiciones y Canarias no es problema ni para España ni para Europa, a los hechos y a la dilación en llegar soluciones me remito. La dejación, la falta de sensibilidad y los parches son realmente lamentables. Mientras tanto, Europa reduce la llegada de inmigrantes a la vez que Canarias vive la crisis migratoria más importante, a niveles de la crisis de los cayucos del 2006.
Es muy cómodo para los continentales, están lejos, en islas, primero en Lesbos, luego en Lampedusa y ahora en Canarias, todavía más lejos. Un par de especiales de Hora 25 y problema arreglado. Por si fuera poco, la basura ya no se puede poner debajo de la alfombra y Bruselas acusa al Frontex de la participación en devoluciones en caliente. En definitiva, un drama humanitario que no va a parar. Primero porque los problemas se agolpan en todo el mundo en cuestiones económicas, climáticas y sociales, sobre todo en los países más empobrecidos, y segundo porque los que tendrían que ofrecer soluciones integrales, con acuerdos de cooperación, desarrollo y cumplimiento de Derechos Humanos, están cómodos con que el problema lo asuma Canarias.
Con ese panorama, aparece un fantasma mayor: el racismo. Se acerca tímidamente, primero un comentario, luego un mensaje, posteriormente un «yo no los llamé», seguidamente el rechazo y finalmente la intimidación y los llamados a la violencia. Un par de hechos puntuales, algunas peleas entre inmigrantes y el posterior eco mediático. Yo no he leído datos acerca del aumento de la criminalidad y mucho menos que estos estén provocados por magrebíes como algunos líderes de opinión dejan entrever, opino que con muy poca responsabilidad.
Sin datos de los que tirar, reitero, lo cierto es que la visita a ediciones digitales de primer nivel muestra una serie de noticias con el mismo trasfondo. Reyertas, inmigración, inseguridad… dando pie, a saber por qué, al relato fascista que relaciona inmigración con delincuencia. Otros productos, más propios de la posverdad y menos sofisticados, anuncian el fallecimiento falso de un grancanario a manos de «un inmigrante ilegal». Ya procedí a denunciar el vídeo ante la red social, por cierto, argumentando el hecho porque el vídeo incita al odio. La pelea que trascendió fue una reyerta entre magrebíes en un parking donde, presuntamente, se repartían el espacio. Eso es lo único que sabemos, poco más.
Con todo el conflicto creado, el cóctel se plantea peligroso. Una noticia sobredimensionada en medios, políticos afirmando que hay que velar por la seguridad ciudadanía, tertulianos dando pie a la anécdota (a falta de datos de que haya aumentado la criminalidad y que la misma haya sido provocada por personas extranjeras no turistas, reitero) y vídeos caseros anunciando noticias falsas para manipular.
¿Qué falta? El burro, el animalito que no piensa y que le encanta la violencia. Disculpe que sea tan duro, pero ese perfil violento, xenófobo y que busca cualquier excusa para exaltarse, es un animalito propio de nuestros barrios. Mi dolor de estómago es porque me acaban de llegar una serie de audios donde diversos individuos, por llamarlos de alguna forma, usan un lenguaje violento y hablan de expediciones al sur para agredir con todo tipo de artilugios a las personas extranjeras, por lo que se entiende solo magrebíes y subsaharianos, los más pobres casualmente.
Si usted no lo ha recibido tiene suerte, se acaba de ahorrar mis náuseas, mi dolor de estómago y mi indignación. Comparar el presunto problema que estos impresentables manipulados relatan con la niña que perdió a su hermano, escuece en la ternura de nuestro pueblo. Seguramente la mayoría ya conoce la historia de la pelea pero pocos la de la niña. Con todo, confío en que se identifique a las personas que mandan el audio y se abran diligencias por un delito de odio.
Miramos como una anécdota el asalto de la tropa variopinta al Capitolio, pero tenemos la misma posverdad que animó a ellos maquinando para convencer a nuestros burritos (con perdón del animal, laborioso y trabajador). La combinación es mortífera: crisis social, la práctica certeza de que Canarias se está convirtiendo en cárcel de inmigrantes y los estamentos más reaccionarios de nuestra sociedad maquinando para que el trabajador jodido odie a su semejante extranjero, justo como hicieron los nazis en los años 30, por cierto. Ante ello, tolerancia 0. Malditos los fascistas, malditos los racistas, malditos los inhumanos.