Este es el tipo de artículo que lo redacta uno sólo una vez en la vida. Espero yo. Porque con las vacunas que vienen pronto de Pfizer, AztraZéneca y Moderna, unido al conocimiento acumulado mundialmente por médicos y sanitarios para controlar el Covid-19 y evitar las muertes, con los más variados y efectivos tratamientos, esperamos que no tendremos que lidiar con un problema de salud pública para las Navidades boricuas del año 2021. Esperamos que sea solamente en 2020. Antes las hemos celebrado muchas veces junto a quienes lo hemos deseado, año tras año. Es y debe ser siempre la época de la alegría, el amor, la amistad y la unidad familiar. No obstante, como la pandemia no se ha dominado todavía, y en Puerto Rico en noviembre de 2020 han aumentado los casos de infección y las muertes –y el sistema hospitalario se ha visto amenazado– sólo se nos pide que por este año de 2020 celebremos la Navidad, de una manera diferente. No importa si lo hacemos con alguna base religiosa o sin ninguna.
¿En qué consiste esa manera diferente? Sabemos que es incómoda y que no parece congruente con lo que hemos entendido siempre por “Navidades boricuas”. La realidad es que no sólo en Puerto Rico sino en Estados Unidos, en Europa –y casi que en el mundo occidental entero– tendremos que hacer un ejercicio diferente en aras de evitar las infecciones y las muertes absurdas. No vaya a ser que muchos más tengan que decir en un lecho de muerte: “Nos mató el cariño”.
En realidad, el cariño no mata, lo que puede acabar con las vidas de muchos es la terquedad de quererse reunir en familia muchas personas que no han estado conviviendo, de celebrar bodas y velorios como si estuviéramos en las de siempre, de asistir a todo tipo de espectáculos, como hicimos siempre, y concurrir al mayor espectáculo de todos: las campañas electorales. Muchos han enfermado y otros morirán por la terquedad de no escuchar la voz de los que saben, la voz de la Ciencia, por no seguir pequeños pero muy significativos sacrificios ante la crisis de la pandemia.
Tampoco es que hay que sacrificarlo todo. Contactos con familiares lejanos en las Navidades se pueden tener por el FaceTime del teléfono y por otros tantos modos tecnológicos de la comunicación a distancia como los ZOOM y los SKYPES. Se puede disfrutar en la casa con los que conviven con nosotros el lechón navideño de toda la vida, si lo encargamos con tiempo a alguna lechonera o restaurante: para llevar. Y con los demás familiares y amigos podremos comunicarnos de manera virtual. Hoy día, si lo pensamos bien, la vida y la época nos han regalado muchos instrumentos tecnológicos desde los vídeos y fotografías, hasta las comunicaciones al momento, en tiempo real, de modo que podamos compartir con nuestros parientes y amigos sin que ese compartir arriesgue la vida de nadie.
No es amar verdaderamente a los seres queridos, el llevarles el contagio a su casa. Ni tampoco el que los más jóvenes contagien a los viejos más vulnerables, que tienen condiciones de salud previas y para quienes el Covid 19 puede ser letal. Ni la irresponsabilidad de jugar a la ruleta rusa con la muerte como han hecho jóvenes con las fiestas, jóvenes descreídos e irresponsables en festejos enormes y en lugares cerrados o manifestaciones públicas sin protección como las que se han realizado en España, Estados Unidos, Italia, Alemania o en el propio Puerto Rico.
Creo que los puertorriqueños tenemos el deber patriótico de celebrar la Navidad a lo Boricua, pero de las formas ingeniosas y novedosas que nos van a distinguir entre muchos Pueblos del planeta. Que en lugar de decir “todo se derrumba en Puerto Rico como el sistema electoral democrático, la economía y el observatorio y telescopio sideral de Arecibo” demos de qué hablar en el mundo porque en “esa isla pequeña de corazón noble y grandes talentos” su gente oyó la música típica, celebró los adornos en los Pueblos y ciudades por la Navidad, cenó sólo con los que convive y compartió esos momentos con otras personas queridas por los medios tecnológicos y digitales de la comunicación a distancia, y gozó de las celebraciones artísticas en la televisión. Todo ello muy aderezado con amor y gran vitalidad por todo lo grande que puede producir el ingenio boricua.
La Navidad, sobre todo en Puerto Rico, es una época de alegría, de amor y de celebración. Y es una época más prolongada que la que tienen otros países. Pues conservemos eso. Hagámosle saber al mundo: que pudimos celebrar largo y con gran alegría y superando los males y dolores que hayamos vivido por la pandemia. Para muchos, los que han perdido seres queridos, no será fácil. Pero nunca es lo fácil lo que vale la pena de vivir en este mundo. Sobre todo las navidades, en su significado más prístino deben ser una celebración del amor y de la vida. Fue precisamente por verdadero amor y por las vidas humanas de tantas generaciones que un día encarnó en Nazaret el niño Jesús, un personaje histórico e importante aún para los que no tienen una religión. Entonces: honremos el verdadero sentido de la Navidad con una conducta individual y colectiva que evite las infecciones, las muertes y los hospitales abarrotados, con los médicos y sanitarios cansados y ya agotados de tanto trabajo. Son seres humanos que también merecen tener su Navidad. Según hemos hecho por varios años una campaña exitosa de “ni una sola bala al aire en Navidad o en despedida de año”, propongámonos actuar de tal manera que no haya muertes estas Navidades a causa del Covid-19.
Total, todo lo que hagamos a favor de ese objetivo será por nuestro propio bien colectivo. Mientras más prudentes seamos ahora, en las Navidades boricuas de 2020, más fácil será terminar con la pandemia al cabo de unos meses luego que lleguen las vacunas y los nuevos tratamientos. No estamos sugiriendo nada que no sea por el bien de todos en nuestra patria. Como muy bien dijo el Presidente del Gobierno Español, Pedro Sánchez, es mucho más importante celebrar las navidades en los próximos años, que celebrar este año.
Hay aspectos de las medidas aprobadas por la Gobernadora en funciones Wanda Vázquez que sí son necesarios: el uso de mascarillas adecuadas y si posible un escudo de protección facial, el distanciamiento físico respecto de otras personas que no sean las de la convivencia, si no están infectadas, evitar las fiestas presenciales y las aglomeraciones de público y permanecer en los hogares durante el toque de queda. No obstante, hay que pensar también en las condiciones económicas de nuestros negocios. Hay cosas que no se deben hacer como comer en una mesa en un lugar cerrado donde pudiera haber infectados. Pero no existe mal alguno en patrocinar restaurantes que venden comidas para llevar y saborearlas en la casa. No es problemático salir en un carro y admirar los adornos de Navidad y los centros de los pueblos de Puerto Rico. El turismo interno es bueno para nuestra economía, porque gastamos dinero en la zona que visitamos, siempre que observemos las reglas de seguridad contra la pandemia. Sobre todo si es a base de alquilar viviendas enteras para la familia que ha estado conviviendo encerrada en su ciudad. De ese modo, podemos cambiar de ambiente, se pueden pasar días o semanas en zonas de Puerto Rico que tienen menos casos de COVID-19 que San Juan y otras grandes ciudades de la zona metropolitana o ciudades regionales grandes como Ponce o Mayagüez. Y hacer mucho paseo al aire libre, lejos de otras personas que nos pudieran contaminar si fueren positivos. Como se ha dicho, tampoco hay que sacrificarlo todo. Mucha buena música navideña nuestra se puede escuchar en radio y televisión o en la intimidad del hogar con un componente musical.
Lo que puede ser exagerado es cerrar todos los negocios en determinados días a determinadas horas. Un ejemplo de ello es la Ley Seca. ¿Cuál puede ser la base para aprobarla para los domingos pero no para Noche Buena o Navidad o para la despedida de año? ¿Hacerle un guiño a los religiosos o a los abstemios? Esas son las decisiones absurdas que indignan a muchos, sobre todo jóvenes, quienes aunque no debe ser, en rebeldía lo incumplen todo, molestos por la decisión arbitraria. De todas maneras, la gente compra las bebidas y las consume en su casa el día que quiera. Es una norma autoritaria que afecta a muchos negocios innecesariamente. Lo importante es que cada negocio siga al pie de la letra todos los protocolos de seguridad contra el virus. Y que las personas se priven de asistir a aquellos negocios que no lo hacen o donde hay aglomeraciones excesivas. De esa manera ayudamos nuestra economía pero también nos protegemos a nosotros mismos y a los demás.
En cuanto a los regalos navideños, hay diversas maneras seguras de adquirirlos. El mejor regalo es hacer algún óbolo o donativo a nuestras caridades favoritas que sean accesibles en forma segura. Mejor tiempo para hacerlo con un sentido profundo de ayudar a los demás, no puede haberlo. Eso es realmente cónsono con el espíritu navideño, si se cuentan con los recursos monetarios para hacerlo. Finalmente, termino con otra cita memorable del Presidente del Gobierno español, Pedro Sánchez: el mejor regalo a los que amamos es regalarles seguridad.
* Artículo escrito por Ángel Israel Rivera y publicado originalmente en 80 grados. Publicado bajo Licencia Creative Commons.