
Las heridas no se buscan ni se persiguen. Pueden existir actitudes temerarias que pueden desembocar en heridas, pero, cuando existe cierta cordura nadie se autolesiona de manera intencionada. A los pueblos, a los países, a los Estados, les pasa lo mismo. Las heridas se producen y pueden ser profundas o superficiales.
Cuando se produce, no queda otra que curarla. Si es grave, supurará y soltará pus y sangre. Si es superficial no será así, solo hará falta un pequeño apósito o simplemente con agua oxigenada curará. En otras ocasiones la herida es superficial, pero se lastima muchas veces. El breve rasguño se hace una pequeña herida. La herida se hace cada vez más grande hasta que se convierte en un hematoma. Ese hematoma empezará a supurar, a soltar líquido y hay que sacarlo para que la herida se cure.
Si me permiten, con el racismo incipiente en Canarias pasa algo así. Unos simples comentarios, apenas una queja en voz alta, producen un ligero daño. Trabajador, golpeado por la crisis económica, llega algún bulo y, aunque ninguna nación africana está entre las más numerosas con presencia en Canarias, el que no busca y el que no se preocupa por saber, verá en el pobre a su enemigo. Una heridilla, a curar con agua oxigenada y un simple caso de no discernir.
Pero de esa herida empieza la ola, valga la cita como guiño a la película alemana que describe el estallido del fascismo en un centro educativo. Un titular tendencioso en prensa generalista canaria. Un comentario más subido de tono. El racismo popular, agazapado, que se muestra sin careta. Salen las presuntas pagas, que le dan un sueldo y una casa. Encima, coincide, con el malintencionado debate de la ocupación, que afecta a una grandísima minoría y que no representa ningún tipo de problema reseñable en Canarias. Los mismos están detrás.
La herida ya muestra un tamaño mayor. Luego llega la insensibilidad. Personas que duermen en el suelo y no te conmueven. Historias de personas que pusieron sus sueños en una barcaza donde muchos se dejan la vida. Si todo te da igual, si el racismo popular lo zanja con «yo no los llamé para que vinieran» o si abanderas el discurso de que no deben estar en hoteles porque eso es «mala imagen para el turismo», la herida crece un pizco más.
Luego viene algún concejal con un nivel cultural por el suelo que afirma que, al igual que Alemania no acoge a inmigrantes en fábricas de coches, dado que es su principal industria, Canarias no los debe acoger en los hoteles. Recuerden que vivimos del turismo y los turistas deben creer en la primacía racial y son todos aporófobos.
Otros representantes públicos, alcaldesas para más señas, con curas fachas, con fuereños fascistas de la piel de toro y la caverna mediática y tecnológica, se unen para rechazar la inmigración. Aprovecha el drama la oposición fascista y el discurso populista y maloliente para hacer a aquellos seres humanos culpables de todos los males.
Se unen los ignorantes que te cuentan que vino un influencer marroquí, como si esa fuera la noticia y no las personas que mueren, las mujeres embarazadas, los niños huérfanos, el hambre y la salida que se convierte en la única. Luego viene una Asociación de Guardias Civiles y, con toda la malaleche del mundo, tiene en sus filas a un portavoz que cuenta que viene mucha droga y muchos delincuentes del continente vecino. Como el partido verde guardia civil, sin ninguna prueba, pero no le hace falta, ya sembró la duda.
La herida se convierte en hematoma. No cura la herida los ministros inútiles y la falta de soluciones cuando hace casi 30 años que arribó la primera patera a Canarias. Con este panorama, no queda otra que drenar la herida. Sacar la pus con paciencia, con curas periódicas y con paciencia. No es mejor tapar la herida, se cura al aire. Hay que reconocerla, no esconderla, aunque duela y sea poco estética. Aceptar que se puede reavivar, pero la cura debe ser más efectiva que los rebrotes. Dolerá y saldrá sangre, pero la única manera de curarla es drenarla. Drenar la herida para sanar.