
Gran parte de la humanidad inicia un maratón consumista cada mes de noviembre y que finaliza el Día de Reyes, aunque perdurará hasta la denominada cuesta financiera de enero.
Una vez más nos acercamos al denominado viernes negro o Black Friday, un gran fenómeno comercial cuyo objetivo es la bajada de precios a través de ofertas y grandes descuentos significativos por parte de los pequeños comercios y grandes empresas, siendo protagonistas mucho antes del comienzo de las rebajas de Navidad, en un ritual consumista que se repite de forma anual.
Se debe agregar que existen diversas versiones sobre el origen de este evento contagioso y la manera en que terminó transformándose en una costumbre heredara por el país más consumista de la faz de la Tierra.
En los siglos XVIII y XIX, algunos historiadores afirman que su origen estaba relacionado con la esclavitud. Estos historiadores narran que los terratenientes acudían al mercado esclavista el día después de Acción de Gracias para comprar esclavos a un precio muy rebajado. Algunos expertos no comparten esta versión ya que la consideran una auténtica falacia.
En cambio, el primer dato registrado y más concreto del término, apareció un viernes 24 de septiembre de 1869 durante la crisis financiera ocasionada por la caída del mercado del oro estadounidense. Dos inversores de Wall Street (Jay Gould y Jim Fisk) compraron una cantidad excesiva de oro para especular con este material y multiplicar su precio del mercado. El resultado obtenido por estas ansias lucrativas provocó un desplome del mercado de valores y la banca rota para la mayoría de la población. De ahí que, representaron lo que se conocía como “bucaneros financieros”.
Según recoge el diario Telegraph, la expresión Black Friday sitúa su origen a mediados de la década de 1950 en Filadelfia. Esta ciudad fue testigo de una gran avalancha de transeúntes que llegaron a colapsar un viernes después de Acción de Gracias porque muchas personas llegaron para hacer sus compras anticipadas de Navidad y para asistir al día siguiente a un partido de fútbol americano entre el ejército y la marina. Cómo resultado de los acontecimientos sucedidos, la policía bautizó a ese día como el “Viernes Negro”.
A partir de 1960, el término comienza a cobrar una considerable fama con la aparición en la revista The American Philatelist en 1966 y se extendió por todo el territorio estadounidense a raíz de que el periódico The New York Times empleara dicha expresión el 19 de noviembre de 1975.
No sólo es el origen sino también las consecuencias, que son generadas por este furor consumista en el que se rinde culto a través de un rito que nos invita cada vez a consumir la sangre del sistema capitalista para que éste siga respirando. Por tanto, nos obliga a desarrollar un análisis en el que se tiene en cuenta una serie de aspectos determinantes.
Cuando nos levantamos, un aluvión de emociones se encuentran camufladas en nuestras mentes, según transcurre nuestro día, convirtiéndose en una manifestación existencial para aquellos cuerpos fascinados al gozo de la bondad humana y orientados a la armoniosa voz de la publicidad.
Podemos asegurar que una adicción al consumo de compras irresponsables comprende la finalidad de llenar nuestros vacíos existenciales de carácter emocional como satisfacción y creyendo en la promesa de la felicidad tangible. La exposición de las incalculables ofertas comerciales incrementa nuestro estado de ánimo en este momento concreto y, que, conlleva un riesgo para frenar nuestro apetito consumista ante una sociedad en crisis, integrada en un enfoque psicosociológico.
Al mismo tiempo, la estrategia de marketing empleada en el Black Friday nos induce a un bombardeo sistemático para ir a comprar, ¿comprar lo necesario? o ¿comprar por comprar para llenar nuestro vacío interior?, en un día inocente con un fuerte interés económico montado alrededor del consumo donde las ganancias de las grandes empresas y marcas resultan exorbitantes, las cateras se vacían, los datáfonos echan humo, entre otras cosas.
Por otro lado, estamos ante una solución para dar salida a los stocks sin vender después del Día de Acción de Gracias propiciados por un consumo poco responsable, en el que los productos tienen garantías limitadas, los precios iniciales se encuentran manipulados y la sospecha de una posible obsolescencia programada en las apartadas existencias del almacén.
Por otra parte, los pequeños comercios son los más perjudicados y se encuentran sometidos en un estado de inferioridad, puesto que tienen dificultades para competir con las grandes empresas en esta ola consumista del Black Friday.
Las organizaciones de grandes dimensiones ofertan una cifra considerable de empleos durante la campaña del gran despilfarro, aunque predomina una nefasta estabilidad laboral, puesto que los principales problemas que acarrea el mercado laboral son los siguientes: la temporalidad de los puestos de trabajo incrementa la tasa de empleos temporales, la utilización de los contratos por horas o días que sirven para calmar la tasa de paro y camuflar la pobreza.
Sin embargo, el comercio electrónico cobra importancia en la última década, con una prolongación desde el Black Friday hasta el Ciber Monday, gracias a que ofrecen oportunidades como la facilidad, la asequibilidad y la reducidas operaciones. Esas ventajas intentan contrarrestar los efectos negativos de algunos gigantes del comercio electrónico a nivel global y que se encuentran acusados por fomentar la sobreproducción, el consumismo desenfrenado a través de la red, la provocación de estragos en el pequeño comercio, puestos de trabajos mal pagados, estresantes y precarios (transportistas).
Todavía cabe señalar que este fenómeno nativo estadounidense con un fuerte efecto llamada ha desatado la euforia global y, al mismo tiempo, ha contribuido al deterioro del planeta, mientras que el reciclaje no parece ser una opción en el mundo moderno. El impacto del consumo compulsivo es fatídico a nivel social y medioambiental.
Para terminar, la pandemia ha tenido consecuencias económicas devastadoras, una preocupante tasa de desempleo, lo que puede llevar a las personas a moderar sus compras o definitivamente no realizarlas. El Black Friday o cualquier spot comercial-publicitario con ofertas masivas debería intentar de regular sosteniblemente estas formas de rebajas y minimizar sus efectos negativos en lo social, económico, cultural y medioambiental. ¿Aumentará la cifra de presos consumistas en el Black Friday?