Publicado originalmente el 28 de enero de 2011
Pocas cosas me irritan más que el sucursalismo. Este fenómeno empobrecedor que consiste en ponerse sumisamente en disciplina ajena, desterrando la posibilidad de la propia toma de decisiones, afianzando la inoculada creencia de que no somos capaces de regir nuestros propios destinos, está mucho más presente en la sociedad canaria de lo que me gustaría. Son innumerables los ejemplos de esto que comento en lo político, lo social, el terreno de la cultura y las artes, el deporte, el mundo de la educación, por no hablar de la economía,… En fechas no lejanas, señalaba el economista canario y profesor de la Universidad de La Laguna, José Ángel Rodríguez, los peligros de la dependencia de Canarias, como debilidad estructural pero obviamente agudizada en los momentos de crisis actual. Quiero traer aquí otros dos ejemplos. El primero de ellos es bien conocido. Noten como el secretario general del principal partido de la oposición, es un decir, José Miguel Pérez abiertamente reconoce que “el problema que tenía el PSOE en Tenerife concluyó cuando la Ejecutiva federal adoptó la decisión que adoptó.” No cabe imaginar una renuncia más explícita a la voluntad de autogobierno de un partido que hace tiempo dejó de aspirar a constituirse en Partido Socialista Canario para conformarse con ser la sucursal del PSOE en Canarias. El segundo ejemplo es más afortunado, puesto que viene a anunciar justo lo contrario. Lo encontramos en el mundo del arte. El pintor Facundo Fierro en una entrevista concedida a Diario de Avisos con motivo de su participación en unas jornadas del Observatorio del Paisaje afirma tajantemente: “Canarias requiere una ordenación singular. No es válido aplicar los mismos planteamientos peninsulares, continentales, a una sociedad y territorio peculiar. Debemos desterrar el ‘copiar y pegar”. Así de claro. Le dan ganas a uno de que este señor sea quien se presente a las elecciones y no el otro; de que acaben de una vez esas actitudes serviles por las que los canarios, algunos, se cercenan la posibilidad de ser ellos mismos para convertirse en una mala copia, un trasunto de lo que no son. Le dan ganas a uno de que la realidad imite al arte.