
Los cambios suelen ser convulsos y difíciles de encajar. A raíz de la crisis sanitaria se ha acuñado el término «nueva normalidad». Dicha definición remite a una normalidad que ya no será normal, por lo que es casi una contradicción. Mascarilla, gel hidroalcohólico, distancia física, saludar con el codo, eventos en streaming… La vida, tal y como la conocíamos, cambió en cuanto a protocolos y actuaciones. Antes le decíamos a las niñas y los niños que interactuaran, que compartieran, que jugaran juntos. Ahora no, ahora es al revés, se deben separar y distanciar. Malos tiempos para las personas efusivas…
Sin embargo, otras estructuras se mantienen, impertérritas sin novedad, sin cambio, sin ningún tipo de modificaciones. Las nuevas realidades y las viejas se mezclan en Canarias, creando una serie de rasgos definitorios muy concretos que marcan este nuevo tiempo de la contradicción en una sociedad que ya era contradictoria. Canarias sigue viviendo del turismo. Nos puede gustar más o menos pero es así. Mientras que la dichosa diversificación económica no aparezca, el pan de cada día de la mayoría de la sociedad, directa o indirectamente, tiene relación con la actividad turística. En ese sentido, mantener el empleo tiene que ver con la creación de corredores seguros, pero eso no es tan fácil como algunos representantes públicos y empresarios se empeñan en hacer creer.
Parecía hace semanas que la cuestión de los PCR en destino estaba zanjado y que se haría cargo, pese a lo endeble de la justificación, el Gobierno autonómico quizá con participación del sector empresarial. Lo cierto es que a día de hoy no hay nada. Se ha afirmado en los últimos días, desmentido por el Ministerio de Fomento, que Aena se negaba a ceder una sala para dicha prueba. Incluso en el debate entró la posibilidad de que eso fuera una incomodidad para los turistas, un hecho que obligaría a que los PCR se hagan de forma voluntaria. Para completar el panorama, hoy la prensa se hace eco de una duda razonable que llevo meses lanzando desde esta columna: ¿Cómo es posible salvar una temporada turística segura si entran personas procedentes de ciudades tan castigadas como Madrid sin que se les haga un PCR?
La Provincia cifra en 442.000 estas personas que llegarían desde la Península Ibérica. Aquí hablamos de un problema evidente de soberanía. Si pudiéramos decidir las normas de entrada en nuestro territorio, podríamos obligar a los visitantes a hacer estos controles, pero como no tenemos esa capacidad tenemos que estar a expensas de lo que decida, desde el mismo entorno que se tendría que someter a estas pruebas, Madrid. No tengo la menor duda de que el Gobierno de Canarias tiene la mayor de las voluntades en que la campaña turística de invierno sea lo más segura posible. Sin embargo, tampoco tengo la menor duda de que el ejecutivo que lidera Torres no quiere ningún conflicto frontal contra su partido en Madrid.
Esa máxima, la de evitar el choque, le impide censurar públicamente la actitud del Ministro de Migraciones, José Luis Escrivá. Escrivá se dedicó a pregonar la cantidad de cuestiones que no eran de su competencia en relación a la inmigración. Una actitud muy poco decorosa, dado que lo mínimo es recoger la demanda y coordinarse con las áreas competentes. Se terminó sulfurando en Fuerteventura ante el presidente del Cabildo majorero, este también de su mismo partido. Como canario no deja de ser un insulto que no se antepongan los intereses del pueblo canario a los partidistas. Mientras, una serie de personas no pueden ser acogidas de manera digna en nuestra tierra y sobre todo, no pueden conseguir sus metas.
Otro rasgo de la nueva normalidad será, por desgracia, la acentuación de la pobreza. Los problemas sociales no son nuevos en Canarias, son estructurales y cada crisis estalla la situación muy delicada de un sector de la población en peligro de exclusión social. Los últimos datos hablan de un tercio de la población canaria en riesgo de caer en la pobreza, pero más de la mitad de la población ya en 2019 tenía serias dificultades para llegar a final de mes. Ahora mismo los ERTEs están prorrogados hasta final de año, pero nada indica que esas personas recuperen su puesto de trabajo. De hecho ahora mismo ingresan en torno a la mitad de su sueldo. Una serie de parches necesarios pero que no pueden ser prolongados en el tiempo.
En medio, la solución no ha de ser seguir apostando por el turismo de masas pero sí seguramente integrar ese modelo, claramente agotado y difícil de desarrollar en las actuales condiciones, con otros sectores aledaños más sostenibles, que generan mayor riqueza en el interior y que no dependan de las condiciones de masificación. La nueva normalidad en Canarias se parece mucho a la vieja, pero con novedades que hacen que cada pequeña decisión sea vital. Sin tests generalizados a personas procedentes de los lugares más castigados por la pandemia, sin gobiernos que defiendan por encima de todo los intereses de la población canaria y sin respuesta aparente para los problemas económicos que se avecinan, el futuro aparece algo sombrío. Sí, lo nuevo se parece mucho a lo viejo. Y desde luego, contra Coalición Canaria algunos vivían mejor…