Empiezo por el principio. No hay repunte del racismo en Canarias. Hay un estado de opinión de un sector de la sociedad que ya era proclive a reír chistes racistas y machistas, sin capacidad de discernir, en muchos casos sin formación y con mucho miedo a la COVID-19. Ignorancia + miedo=un cóctel explosivo. Pero no, no hay más racismo en Canarias pese a lo que nos pueda parecer o lo que nos puedan contar. Quizá lo que sí ha aumentado es la legitimidad social de ciertas opiniones, una serie de bulos generados por la postverdad y una no disimulada corriente informativa de venerar al turista que llegaba sin control mientras hablaba de «rebrote» de pateras, con el macabro símil en relación a la maldita enfermedad que produce el SARS-Cov2.
Pese a todo, sí son preocupantes ciertos síntomas. En las últimas semanas se han viralizado una serie de vídeos de muy mal gusto. En uno de ellos, un señor se dedica a comentar la llegada de una patera a San Agustín (Gran Canaria). Probablemente rodeado en su estancia de personas cuyo origen y estado de salud desconoce, se atrevió a decir que «vienen a pegar el COVID, Carmelo», dirigiéndose a su interlocutor. Eso en medio de insultos y con una falta de sensibilidad apabullante. Si cambias la llegada de seres humanos por las de animales, el audio pega mejor incluso.
En otro vídeo, unos inmigrantes, presuntamente recién llegados, caminan barranco arriba. Un grupo de personas comentan que «no son racistas, pero ellos allí y yo aquí», que «traen droga y violencia», que «les dan una casa y pagas» o que «al gobierno le interesa toda esa morralla para que le vote». Una serie de mentiras, medias verdades y calificaciones que dan vergüenza y pudor.
Por su parte, un médico, Abián Montesdeoca, está denunciado en la red social Twitter todas las injusticias que se están cometiendo con estas personas que, recordemos, vienen en busca de una vida mejor. Primero los meten en casetas con mucho calor y ambiente irrespirable en el Puerto. Luego los aíslan en naves o en terreros de lucha donde no corre el aire y la limpieza es deficitaria. Por último, desmonta la teoría de que «vienen a pegar el COVID». Menos del 10% han dado positivo por COVID-19 y son debidamente aislados, dado que se les hace una PCR nada más llegar, arriben en las condiciones que arriben, tengan la edad que tengan. Eso sí, lo que sí es probable es que si en una nave con esas condiciones hay 13 infectados, el resto (pueden ser hasta 90) posiblemente acabarán infectados. Lo declara en esta pieza de Informativos de TV Canaria.
Todo esto es un cuchillo que corta, pero da igual. Podemos dar datos para desmontar que la criminalidad esté protagonizada únicamente por personas migrantes, que las tasas de precariedad las integra en buena parte esta inmigración pobre, que las casas no las dan así como así, tampoco las pagas. Incluso podremos decirles a esos impresentables que su abuelo, bisabuelo o tatarabuelo se fue con una mano delante de la otra en travesías ilegales. Y que, muy probablemente, pudieron vivir episodios de rechazo similar. Pudiéramos, haciendo un trabajo de pedagogía, dar datos sobre la mayoría de la población extranjera, mayoritariamente europea que llega por avión, o nos podríamos poner trascendentales y afirmar que todo el mundo tiene derecho a ganarse la vida.
No serviría de nada en la eterna procrastinación del pensamiento crítico y pegado al territorio donde vives. Porque si no puedes asumir el precio de la vivienda no es porque la burbuja de coste la haya provocado la inmigración que tú rechazas. Envilecidos, los mismos ignorantes que te cuentan chistes de maricones y que le ríen la gracia a las acciones machistas, «algo habrá hecho», ahora, miedoso del coronavirus e impotente por la falta de trabajo y oportunidades, echará la culpa a los pobres de la tierra, los que tú esquilmas con tu consumo desmedido pero con el que no estás dispuesto a compartir nada.
El racista canario es un ser odioso e inculto, como el racista de todos lados. Como sociedad mestiza, como mundo mestizo y globalizado (con todo lo bueno y lo malo del término), estos discursos son absurdos. Pero no son más, amigas y amigos. Están espoleados por portadas que hablan de «rebrote migratorio», por artículos que afirman que «100 de 130 casos de coronavirus son exportados en pateras» (cuando era así), por guiños y tolerancia contra los intolerantes que usan el marketing digital para meter porquería en la cabeza de la población más susceptible de caer en la trampa. En conclusión, hacen más ruido porque esto lo decían por lo bajo, pero no son más. Alimentar a los monstruos tiene consecuencias nefastas.