Volvió la calima a Canarias, en esta ocasión con calor asfixiante. Ya el polvo en suspensión viene cuando quiere, en enero, en diciembre, en agosto… Con todo, nos recuerda que vivimos en frente del continente africano y que su influencia, más que se niegue las veces que quiera, es esencial para entender nuestra realidad en todos los sentidos. Como escribió Pedro Lezcano «la llevamos en el pelo, en las uñas, en el alma…». «Cada vez que recorren los caminos de polvo sus sandalias, despiertan una nube voladora que llega hasta Canarias: siroco isleño, hermano rojo polen de África».
Pero los tiempos no parecen ser propicios para la poesía. La gestión de la pandemia ha saltado por los aires, con gran incidencia de la isla de Gran Canaria y más concretamente de Las Palmas de Gran Canaria. Los casos en Gran Canaria han pasado de los 29 del 1 de agosto a los 1901 a día 26 de agosto. Un dato lo suficientemente descriptivo para evidenciar la magnitud de la segunda ola. Una ola que se esperaba para bien entrado el otoño, pero que se ha adelantado. No parece sencillo que se ataje, al menos por el momento, la situación. Es más, las autoridades competentes no descartan confinamientos selectivos en Las Palmas de Gran Canaria.
En el horizonte, el comienzo de curso el próximo 15 de septiembre. Con todas las dudas del mundo y con muy pocas certezas. Nadie con criterio apostaría a día de hoy que efectivamente el curso volverá el día determinado. Lo cierto es que es una tragedia como sociedad. Recordemos que no hay clases presenciales desde que se decretó el Estado de Alarma en marzo. No es difícil pensar el trastorno que eso está suponiendo en menores y familias. Con todo, las instituciones han tenido seis meses para preparar la vuelta al cole segura y ordenada. ¿En qué se ha empleado ese tiempo? ¿Dónde están los docentes que iban a bajar la ratio de alumnos? Improvisación, descoordinación y serias dudas.
El Gobierno de Canarias tiene agujeros importantes en su gestión sanitaria y educativa. A nivel sanitario, tras contener de manera efectiva la primera ola, en la segunda solo se observan dudas y decisiones a la desesperada. A nivel educativo, la falta de soluciones de la anterior consejera la ha heredado la actual titular. En medio, una sociedad expectante y con muchas preguntas. Sanidad y Educación son las dos grandes áreas autonómicas, deberían ser bandera de buena gestión. Pero a tenor de los acontecimientos no está siendo así.
Tampoco ayuda el Gobierno estatal. En la primera oleada de la pandemia tenían el beneficio de la duda porque nadie esperaba que llegara esta enfermedad, pero ese tiempo lo han consumido sin soluciones aparentes. Tras la pataleta de imponer la mascarilla en todo momento, como últimas medidas se incorpora a militares como rastreadores y se da potestad a las Comunidades Autónomas para decretar estados de alarma parciales y totales. Debe ser mi rechazo ferviente a que el estamento militar actúe en esferas civiles, pero si esas son las soluciones no sé cuáles son los problemas. Vería con mejores ojos un aumento de recursos para contratar rastreadores de verdad, dotación para hacer más PCR o contratación de docentes y seguridad en la vuelta a las aulas. Porque la vida tiene que continuar pero ha de ser segura.
Por si fuera poco este paisaje nublado, ahora volvemos a desenterrar los trenes de Gran Canaria y Tenerife. No es que haya que estar necesariamente en contra pero, ¿eso es prioridad ahora, cuando es el momento de gestionar los recursos de emergencia y de reconstrucción económica? La decisión parece tomada por un niño. Imagínense que su madre le da 5 euros para ir a comprar productos de primera necesidad. El niño se harta a comprar golosinas porque cree que así luce más el dinero. Espero, por nuestro bien, que el proyecto ferroviario de las islas centrales quede aparcado y nos centremos, por el momento, en lo que es realmente prioritario.